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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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Es día 5 y hoy toca cena de Reyes en la casa de la madre de Eric. Durante estos días

he visto que mi alemán trabaja desde casa, pero no habla de ir a la oficina. Quiero

conocerla, pero prefiero que sea él quien me proponga ir.

Flyn sigue sin darme tregua. Todo lo que hago le molesta, y eso ocasiona que Eric y

yo tengamos algún que otro roce. Eso sí, reconozco que es Eric quien da siempre su brazo a

torcer para que la discusión no vaya a más. Sabe que el niño no lo está haciendo bien, e

intenta entenderme.

Mi relación con Susto progresa muy adecuadamente. Ya no huye cuando me ve.

Nos hemos hecho amigos. Se ha dado cuenta de que soy de fiar y deja que lo toque. Tiene

una tos perruna que no me gusta y le he confeccionado una bufanda para el cuello. ¡Qué

guapo está!

Susto es una maravilla. Tiene una cara de bueno que no puede con ella, y cada vez

que salgo sin que Eric se dé cuenta a rehacerle la caseta y llevarle comida, el pobre me lo

agradece como mejor sabe: con lametazos, movidas de rabito y piruetas.

Por la noche, cuando llegamos a la casa de Sonia, Marta, la hermana de Eric, nos

recibe con una estupenda sonrisa.

—¡Qué bien!, ¡ya estáis aquí!

Eric tuerce el gesto. Este tipo de fiestecitas que organiza su madre no le van, pero

sabe que no debe faltar. Lo hace por Flyn, no por él. Eric me presenta al resto de las

personas que hay en el salón como su novia. Veo el orgullo en su mirada y en cómo me

agarra con posesión.

Minutos después, comienza a hablar con varios hombres sobre negocios y decido

buscar a Marta. Pero al separarme de él, un joven me saluda.

—¡Hola!, soy Jurgen. Eres Judith, ¿verdad? —Asiento, y él dice—: Soy el primo de

Eric. —Y cuchicheando, añade—: El que hace motocross.

La cara se me ilumina y, encantada, comienzo a hablar con él. Menciona varios

sitios donde la gente se reúne para practicar este deporte, y yo prometo ir. Me anima a

utilizar la moto de Hannah. Sonia le ha comentado que yo practico motocross y está

entusiasmado. Con el rabillo del ojo observo que Eric me mira y, por su cara, debe de

imaginar sobre lo que hablamos. En dos segundos, ya está a mi lado.

—Jurgen, ¡cuánto tiempo sin verte! —saluda Eric mientras me vuelve a agarrar por

la cintura.

El primo sonríe.

—¿Será porque tú no te dejas ver mucho?

Eric cabecea.

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