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nada de eso. Aunque su padre era humano, su madre era una de las<br />

criaturas no-humanas que embrujaban los bosques salvajes. De su<br />

madre había recibido el don de la longevidad y su apreciación del<br />

mundo no humano. Amergín nunca se llamó a sí mismo mago o<br />

brujo, aunque era las dos cosas y más, pero prefería verse a sí mismo<br />

a tono con los espíritus y los elem<strong>en</strong>tos de la naturaleza. Todo t<strong>en</strong>ía<br />

una es<strong>en</strong>cia, un alma... y si uno escuchara esa voz, <strong>en</strong>tonces adquiriría<br />

más conocimi<strong>en</strong>to, y conocimi<strong>en</strong>to era el último poder. Escuchaba<br />

ahora miríadas de sonidos de la tierra cercana. Era rica <strong>en</strong> magia y<br />

poder; las voces eran fuertes, vibrantes, clamorosas, deseosas de<br />

susurrarle. Él reconocía vi<strong>en</strong>to y mar, tierra y aire, expansión y espíritu<br />

<strong>en</strong> las voces. Los labios del anciano se movían mi<strong>en</strong>tras interpretaba<br />

la canción mágica de la tierra. Mírame, susurraban, óyeme, murmuraban,<br />

escúchame....<br />

“Yo soy el vi<strong>en</strong>to del mar...”<br />

“Yo soy las olas que <strong>en</strong>vuelv<strong>en</strong> el poderoso océano...”<br />

“Yo soy la voz del mar...”<br />

“Yo soy el toro de las siete batallas...”<br />

“Yo soy la corneja que habita <strong>en</strong> el acantilado...”<br />

“Yo soy la ínfima gota de rocío...”<br />

“Yo soy la más hermosa de todas las flores...”<br />

“Yo soy el más fuerte de todos los jabalíes...”<br />

“Yo soy el más sabio de todos los salmones...”<br />

“Yo soy el más profundo de los lagos <strong>en</strong> esta tierra...”<br />

“Yo soy el espíritu que guía al hombre...”<br />

“Yo soy la fu<strong>en</strong>te de la destreza del hombre...”<br />

“Yo soy el poder de la muerte...”<br />

“Yo soy el espíritu que el hombre llama Dios...”<br />

Como Amergín había predecido, estaban cerca de la playa cuando<br />

el sol de la mañana consumió finalm<strong>en</strong>te la bruma. La tierra se<br />

abría <strong>en</strong> un panorama de playa dorada respaldada por un bosque<br />

oscuro con apari<strong>en</strong>cia sombría. Ahora las es<strong>en</strong>cias de vida y expansión<br />

eran claras y distintas <strong>en</strong> el aire...<br />

Emer Donn respiró profundam<strong>en</strong>te. Saboreaba la rica humedad<br />

de la tierra después de secarse, la cortante salinidad del viaje. De<br />

rep<strong>en</strong>te, sus ojos se ll<strong>en</strong>aron de lágrimas; su padre debería estar aquí<br />

<strong>para</strong> ver esto.<br />

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