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LA VOZ DE LA TIERRA
Texto de Michael Scott
Tradución ó castelán de Dana-Mónica
¡Tierra a la vista! ¡Tierra a la vista!
Los gritos del vigía llevaron a todos a babor intentando dar
forma a “la tierra mágica” de la que tanto habían oído hablar. Habían
abandonado su tierra natal para buscar esta isla, pero la bruma matinal
se esparcía a través de las olas impidiendo la visión.
Emer Donn, el mayor de los hijos de Mil, se dirigió hacia la proa
del barco y echó un vistazo a través de la niebla. El hombre bajo y
moreno movió su cabeza con enfado y le gritó al vigía, atado al mástil
principal: ¿Qué pasa
Erannan, su hermano menor, ensombreció sus ojos pálidos con
sus manos y miró a través del mar sobre la superficie de la niebla en
movimiento. Veo tierra verde, playa dorada y bosque. Puedo oler la
esencia de la tierra y del bosque.
Emer Donn echó su cabeza hacia atrás y respiró profundamente:
todo lo que podía oler era el mar salado y ver demasiados humanos
apretados en un espacio pequeño.
¿Estás seguro de que no es una nube, preguntó.
Un hombre alto de pelo blanco se puso delante del jefe. Emer
Donn se vio forzado a mirar a los ojos gris-pálido del hombre mayor.
Esto no es un sueño, no lo es esta vez, dijo el hombre de pelo blanco
suavemente. Finalmente has alcanzado tu destino.
¿Estás seguro, preguntó en voz alta.
Estoy seguro, dijo tranquilamente el mago Amergín.
Emer Donn todavía miraba con duda, aunque Amergín era una
de las razones de que hubieran elegido este rumbo. El hombre santo
les había prometido que una tierra especial, una tierra mágica yacía en
esta dirección. Una tierra donde uno de sus antepasados, el jefe-guerrero
Nemed, había reinado. Su gente, los Nemedios, habían derrotado
a los terribles Fomorians pero a su vez habían sido vencidos por los
Firbolg. Muchos de los guerreros derrotados habían huido a la tierra
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