Mulheres_na_Antiguidade

MULHERES NA ANTIGUIDADE - NEA/UERJ
misma. Artemisa, completando su función de nodriza, preside el parto,
con lo cual consolida su dimensión fuertemente ligada a lo femenino.
Matrimonio y parto parecen ser los enclaves de una tradición que ubica a
las mujeres en el centro de la vida socio-cultural. Capital paradoja de
quien vela por los topoi emblemáticos de la consolidación familiar
manteniéndose ella misma alejada del topos.
La Artemisa Lochia, conductora del parto y del nacimiento, cierra
así una tarea que se ha iniciado con la preparación para este momento
culminante. Es como si la diosa acompañara los distintos momentos,
desde la primera infancia, confusa, tan emparentada aún con lo animal y
con la indefinición sexual, hasta la madurez del alumbramiento,
momento de nitidez en los registros antropológicos: es una mujer adulta,
la única capaz de parir. Artemisa está así fuertemente vinculada a los
procesos de constitución identitaria: las niñas que se hacen mujeres y
madres, los niños que se hacen hombres y soldados o ciudadanos.
Podemos afirmar que se trata de una divinidad subjetivante, porque
interviene directamente en los procesos de constitución de los sujetos.
Todo proceso de subjetivación implica cruzar fronteras, ya que supone el
movimiento y el cambio como motor de la constitución. Artemisa parece
delinear el camino que recorre las fases subjetivantes de las respectivas
identidades que la polis alberga.
Artemisa es una diosa nomádica, acompaña el desplazamiento, ya
que sin movimiento no hay pasaje de fronteras. El movimiento es la
antítesis de lo inmutable, por eso Artemisa está fuertemente
emparentada con la vida: crecimiento, pasajes, matrimonio, parto, caza,
guerra. Puro movimiento de una divinidad que conjura con su presencia
las configuraciones estáticas y cristalizadas.
Artemisa parece estar marcada por la proximidad a lo animal; un
rasgo de animalidad suele acompañarla en cada instancia; cada tránsito
que posibilita entraña cierto parentesco con lo Otro. Presente en la caza,
las bestias devuelven su rostro otro, insistente en la guerra, la posibilidad
de la muerte acecha a cada paso, visible en el parto, lo más salvaje de la
vida se muestra en estado crudo. En efecto, el alumbramiento constituye
el momento más animal, más sanguíneo de la institución matrimonial,
articulada con el nacimiento.
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