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Como muchos de los presentes aquí saben, el sistema internacional de
propiedad intelectual no es un fenómeno nuevo. La primera convención internacional
importante, la Convención de París, fue celebrada en 1883, por lo que ya
tenemos una convención má s que centenaria. Brasil fue uno de los países fundadores.
Tras la adopción de esta convención un número importante de otras
convenciones internacionales fue adaptado. Conviene mencionar la Convención
de Berna, sobre derechos de autor, por las grandes implicaciones que esta ha
tenido. Otras convenciones como la de Lisboa, Madrid, la de Washington (sobre
circuitos integrados que no ha entrado en vigor) y muchas otras han generado un
cuadro normativo internacional para la propiedad intelectual. Desde su nacimiento
este sistema internacional fue edificado sobre la base de la aceptación de la
diversidad entre los países miembros de la comunidad internacional. De manera
que estas convenciones permitieron un considerable margen de maniobra para
que los países adaptaran sus regímenes de propiedad intelectual a sus propias
condiciones de desarrollo económico y social, y a sus propios intereses y
estrategias de desarrollo económico.
El sistema que se desarolló a partir de estas convenciones hasta hace poco
fue un sistema esencialmente flexible. Si bien con diferencias entre distintos ramos
de la propiedad intelectual, los países podían acomodar sus propias condiciones e
intereses dentro del sistema vigente. Así tenemos el caso de Brasil, que en 1969
derogó las patentes de productos farmacéuticos. En el caso del Grupo Andino se
otorgaban patentes por 10 años extensibles a 15 añoos. Los países de América
Latina y una gran parte de los países en desarrollo, incluso varios de los países
desarrollados, utilizaron la flexibilidad inherente del sistema de propiedad intelectual
para adaptar ese sistema a sus propias condiciones. España y Portugal, por
ejemplo, derogaron las patentes de productos farmacéuticos en los años 90.
En materia de indicaciones geográficas, para dar otro ejemplo, si bien
Europa ha sido siempre muy inclinada a su protección, en otros países, como E.E.
U.U., las indicaciones geográficas no han tenido una protección equivalente.
Este sistema, en suma, permitió una considerable flexibilidad y brindó un
marco para el crecimiento industrial y tecnológico de algunos de los países que
hoy nos sorprenden por su progreso en los últimos 40 ó 50 años. Es un hecho
reconocido por los economistas que han estudiado la evolución reciente, sobre
todo, de los países asiáticos, que la flexibilidad del régimen de propiedad intelectual
fue un factor clave al permitir un desarrollo industrial que a veces se denomina
imitativo, es decir, basado en la adaptación de tecnologías extranjeras.
Debemos señalar aquí que el sentido del término “imitación” que domina
entre los abogados de patentes no es el mismo que el que manejan los economistas,
sobretodo los economistas de la innovación. La imitación forma parte esencial
del avance tecnológico. La imitación supone que se mira lo que hace el competidor,
se aprende del competidor, y luego se buscan soluciones muchas veces
alrededor de lo que el competidor había desarrollado. Por ello, la imitación es un
motor importante del progreso tecnológico. Cuanto más exitosa es comercialmente
una innovación, mayor es la imitación que esa innovación genera.
El sistema internacional de propiedad intelectual relativamente flexible,
permitió el “catching up” tecnológico de numerosos países que hoy están en una
situación de industrialización relativamente avanzada. Al mismo tiempo, esta
flexibilidad del sistema de propiedad intelectual no fue incompatible con flujos de
8 4 6º Encontro de Propriedade Intelectual e Comercialização de Tecnologia