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9 years ago

Departures Mexico Winter 2014

Departures Mexico 2014 Winter Edition

82 estadounidenses que

82 estadounidenses que trabajan en un oleoducto de 700 kilómetros para ExxonMobil –una semana después de mi partida, la empresa hace entrega de su primer cargamento de gas natural licuado en el marco de un proyecto que pretende duplicar el PIB del país–. También viaja a bordo una misionera de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, originaria de Ohio, que regresa a las tierras altas; durante el viaje amamanta a un bebé de cuatro meses. Para los misioneros, la impenetrabilidad de Papúa Nueva Guinea ayuda a proteger a las tribus de otras influencias que podrían interferir con la Palabra de Dios. Me encuentro con un grupo de ellos bien equipados con varios Cessnas, que son de gran ayuda dado que no hay ni un solo puente sobre el río Sepik. Los pocos tramos mal asfaltados tampoco hacen fácil el viaje por carretera y se tardan cinco horas en llegar hasta el curso medio del Sepik. Esta carretera conecta la ciudad costera de Wewak –donde aterrizan los vuelos comerciales procedentes de Port Moresby– con el asentamiento ribereño de Pagwi. Aquí embarcamos finalmente en nuestra canoa motorizada. Asediada por natnats – mosquitos en tok pisin– me descubro deseando fervientemente que este barco fuera un helicóptero. Sin embargo, enseguida me obligo a recordar las palabras de reprobación de Mark sobre las “comodidades” de los viajes de lujo –para él, la facilidad de acceder a un lugar era directamente proporcional a la pérdida de intensidad de cualquier aventura–, y me reafirmo en los principios que me han traído hasta aquí: el atractivo de Nueva Guinea proviene de la impenetrabilidad de la isla, lo que a su vez explica su cautivadora diversidad cultural. A diferencia del valle del Omo en Etiopía, donde es posible encontrar a personajes como Donna Karan recorriendo las tribus pintadas de África en busca de inspiración, Papúa Nueva Guinea rebosa del exotismo más recóndito. Aquí se hablan nada menos que doce por ciento de las lenguas indígenas del planeta, una cifra totalmente desproporcionada. Los nativos que habitan en las tierras altas, con los que se hizo contacto por primera vez en los años treinta, son tan ajenos a los pueblos junto al río Sepik como lo es para mí el canibalismo. Aun así, hasta hace muy poco el sabor de la sangre humana era bastante más habitual en Nueva Guinea que el del pan y el vino de la Eucaristía. En la cuenca del río Sepik, una tribu adora al dios DEPARTURES-INTERNATIONAL.COM cocodrilo; otra a la mantis religiosa. Por lo que he podido entender, el simbolismo no va más allá de un simple intercambio espiritual: la vida es vida, la muerte es muerte, la sangre es sangre y la carne es carne. Dios es una criatura que se puede ver cada día junto a la orilla del río o sobrevolando los cañaverales con sus alas. MARK SUGIRIÓ que me adentrara en lo más profundo y durmiera en las casas de las aldeas. Por esa razón paso una noche en Swagup, donde sólo sobreviven 300 miembros de la tribu de la mantis religiosa. Las viviendas tienen paredes de bambú y escaleras de madera; las hogueras se quedan encendidas toda la noche para mantener a los mosquitos alejados. Juego al fútbol con los niños y me sumerjo en la vida junto a este río que se desdobla alrededor de un recoveco atrapando los últimos rayos de sol. Este lugar desprende una belleza soporífera, pero al mismo tiempo es endiabladamente pegajoso. La humedad no da tregua, ni siquiera de noche. Intento resistirme a las tentaciones más obvias. Hay un cómodo hotel, el Karawari Lodge (habitaciones desde US,260, pngtours.com), donde se hospeda la mayoría de los viajeros. También está el Sepik Spirit (desde US5 por persona y noche con una estancia mínima de dos noches, pngtours.com), un barco con nueve camarotes, y otras embarcaciones expedicionarias como el True North (desde US,630 por persona para una travesía de 11 noches, northstar.cruises.com.au), que trasladan viajeros con la cartera bien llena para comprar piezas de artesanía –máscaras, íconos sagrados, bolsas de tela bilum– realizadas por las tribus que viven a orillas del río, la región con mayor riqueza cultural de toda Papúa Nueva Guinea (entre el botín de compras de Mark se incluían dos cráneos de cazadores de cabezas conocidos como Las Gemelas y un taparrabos hecho con plumas de casuario). El nuevo crucero de la naviera Silversea, el Silver Discoverer (desde US,050 por persona por una travesía de 14 noches, silversea.com) se lanzó el pasado mes de abril. Aurora Expeditions también se ha unido a esta nueva moda con su Oceanic Discoverer, de 72 camarotes, cuya travesía de 13 días por el Sepik está prevista para marzo de 2015 (desde US,820 por persona, auroraexpeditions.com.au). No estoy muy convencida de que estos medios bien climatizados le permitan a una sumergirse plácidamente en la vida tribal. Tan sólo por dormir en la choza levantada sobre pilotes del jefe de la aldea Swagup consigo averiguar cómo esta tribu adoradora de insectos sale a cazar cocodrilos por la noche (el jefe me arrebata la linterna alegando que su familia pasará hambre sin la ayuda de su luminoso haz de luz, ideal para detectar los ojos de estos reptiles). También conozco a un estudiante tan dispuesto a aprender que camina dos días y tres noches a través de la jungla para asistir a clase. Escucho a un anciano que relata los bombardeos de los japoneses sobre las aldeas del Sepik durante la Guerra del Pacífico. Oigo cómo las mujeres les cantan a sus bebés y veo cómo otras dirigen una tímida sonrisa, no a mí, sino al hombre a quien he confiado la complicada logística de mi aventura. JUSTIN WATERIDGE es un enigmático aventurero criado en Zambia que solía dirigir Abercrombie & Kent en el Reino Unido. Ahora está al frente de Steppes Travel, una empresa que durante 25 años ha hecho de la exploración de territorios poco conocidos, como el Sepik y Samarcanda, un arte. Al igual que hacía el propio Mark, Wateridge se desenvuelve con perfecta elegancia en los territorios más salvajes. Aparte de algunos libros, suele viajar ligero de equipaje, sólo con camisas de Jermyn Street y unas chanclas que han visto días mejores. Ha recorrido el Mekong en bicicleta desde su nacimiento hasta la desembocadura, ha viajado también por el Níger en Mali y surcado gran parte de las aguas del Zambeze en canoa, barco y ferri. «Me gustan los ríos», afirma. Durante nuestro viaje se encarga de manejar la canoa y negociar, cambia nuestro motor fuera borda de 40 caballos por otro de 70 caballos y enseña a los aldeanos a reparar una regadera con cubo de las de estilo safari africano. «Los ríos acaban por conquistarte. La vida transcurre más lentamente. Me gustan los límites arbitrarios». Pero el Sepik no es como los demás ríos. En lugar de un único cauce plateado que desciende desde las montañas hasta la desembocadura, el Sepik es una extensa red de lagunas, lagos y frondosas islas, de afluentes y riachuelos que se transforman con el ir y venir de la temporada de lluvias. Las marcas dejadas cuando las aguas llegan a su nivel más alto –habitualmente de enero a marzo– se notan perfectamente en los pilotes de las casas por las líneas negras que aparecen »

En las lagunas del río Sepik los cocodrilos crecen hasta alcanzar los 2.7 metros de largo; un hombre de la tribu adoradora de insectos con el traje tradicional que incluye colmillos de cerdo y conchas de kina talladas

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