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Independientemente de dónde estemos en nuestras vidas en este
momento, debemos confesar las promesas de Dios para nuestras
vidas. Nuestras palabras estarán de acuerdo con Sus^alabras y serán
fortalecidas por el Espíritu Santo, y Él las hará realidad.
Si su familia no está sirviendo al Señor, en lugar de hablar
negativamente sobre diem, comience a verlos con los ojos de la fe y
declare: "¡Toda mi familia se salvará!" (Hechos 16:31) Debemos ver
y declarar el sueño de Dios: "En cuanto a mí y mi casa, serviremos al
Señor ”(Jos. 24:15). Si tiene dificultades financieras, mientras medita
en la Palabra de Dios, vea y confiese Su promesa: "Mi Dios suplirá
todas mis necesidades de acuerdo a Sus riquezas en gloria por Cristo
Jesús" (Fil. 4:19).
Si estamos luchando con enfermedades y dolencias, el Señor
quiere que nos veamos sanos, y desea que Su Palabra no se aparte de
nuestras bocas: "Por sus llagas fui sanado" (Is. 53: 5). Podemos
sentirnos física o emocionalmente débiles, pero el Señor nos dice:
"Que los débiles digan que soy fuerte" (Joel 3:10). Eso es ver en el
Espíritu. Ese es el lenguaje del Espíritu Santo, un lenguaje de
promesas, sueños y visiones.
-Meditar
El Señor no solo le dijo a Josué que hablara lo que estaba
escrito en el Libro de la Ley, sino que también le dijo que meditara
sobre él. "Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que
meditarás en él día y noche" (Jos. 1: 8). El Señor le estaba dando a
Josué otro poderoso secreto espiritual.
Si queremos ser prósperos en todos nuestros sentidos y tener
buen éxito, debemos meditar en la Palabra de Dios y en sus
promesas. El rey David escribió: "Meditaré en tus preceptos y
contemplaré tus caminos" (Salmo 119: 15). Las palabras de Dios
para nosotros son semillas. "La semilla es la palabra de Dios" (Lucas
8:11). Para que esa semilla, promesa o sueño germine y produzca
fruto, no solo debemos escuchar la Palabra sino también meditar en
ella día y noche.
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