Descargar Pdf - Grimaldi Lines

marenostrum
Pizia, per assorbire meglio i vapori emessi, finire in estasi, e
così essere più vicina al Dio». Io sacerdotessa intontita dai
vapori del crepaccio come le capre del pastore Coreta? Giammai.
Torno a considerare la serietà degli studi archeologici.
L' ACROPOLI
Vorrei aggirarmi distaccata e dissacrante per questi luoghi
antichi, ma continuo a subire il fascino dei miti ancestrali. E,
prima di entrare nel sacro sito di Delfi, cedo anche io al rito
di bere alla fonte Castalia: un sorso di "acqua della giovinezza".
Il complesso degli scavi si snoda lungo una via principale
detta Via Sacra, costeggiata dal Muro Poligonale, il cosiddetto
“muro dei giganti”. La mia immaginazione riparte: esseri
superiori in grado di arrotondare queste immense pietre, di
sollevarle e collocarle l'una sull'altra e sulle quali molti
pellegrini del santuario hanno fregiato nella pietra le loro
intenzioni votive o i loro ringraziamenti al dio Apollo a cui è
dedicato il sacro Tempio, sede dell'oracolo di Delfi. Ma prima
di allontanarmi da qui cerco il teatro costruito anche esso nel
IV secolo a.C., che una volta ospitava circa 5mila spettatori
e che regala un panorama sugli scavi e la valle da togliere il
respiro.
E ALLA FINE DELLA VISITA...
Il santuario apollineo mi ha regalato la vista delle Fedriadi,
rocce splendenti che si affacciano su una gola scoscesa. La
visita al Museo non può mancare. Perciò, con occhi e cuore
storditi da miti, leggende, natura e arte d'incanto, punto a
soddisfare il palato. Mi fermo in una delle taverne del piccolo
comune di Delfi, che ti attraggono come sirene con i
loro nomi ammiccanti: "Epikouros", "Vakchos". Mi immergo
nei profumi inebrianti delle spezie e nei sapori mediterranei
delle rinfrescanti insalate greche, affondo i sensi nel gusto
delle verdure ripiene. Mi delizio dell’uva locale, dagli acini
piccoli e dolcissimi, privi di semi, e delle angurie, di forme
spropositate e molto gustose. Ouzo, liquore all’anice, per finire.
Ho fatto scorpacciata di tzatziki, una deliziosa crema di
yogurt con cetrioli e aglio. Oh, se potessi, ora mi servirei gli
yemistà, pomodori e peperoni ripieni di riso e cotti al forno
con le patate; di dolmades, foglie di vite con riso e carne
trita; di souvlakia, spiedini di carne d’agnello e di maiale.
Meraviglioso il pastitsio, carne trita e besciamella al forno;
il mizithra, formaggio di pecora molto saporito. Mussakà,
parakalò? Nè, efharistò (sì, grazie) - dico all'amico taverniere
- Con vino bianco locale che va giù una bellezza e rende, se è
possibile, ancora più felice il ricordo di Delfi.
diatamente empezó a profetizar. Justo sobre esta hendidura
se colocó el famoso trípode, donde desde entonces se sentaría
la profetisa Pitia, para poder absorber mejor los vapores
emitidos, alcanzar el éxtasis y poder así estar más cercana al
Dios”. ¿Yo sacerdotisa atontada por los vapores de la hendidura
como las cabras del pastor Coreta? Nunca jamás. Prefiero
considerar la seriedad de los estudios arqueológicos.
LA ACROPOLIS
Me gustaría pasearme ligera y desenvuelta por estos lugares
antiguos, pero los mitos ancestrales me seducen. Y, antes
de entrar en el lugar sagrado de Delfos, caigo en la tentación
del ritual de beber en la fuente de Castalia: un trago
del “agua de la juventud”. Las excavaciones arqueológicas se
desenlazan a partir de una calle principal llamada Vía Sacra,
rodeada por el Muro Poligonal, el llamado “muro de los
gigantes”. Mi imaginación despega otra vez: seres superiores
capaces de redondear estas inmensas piedras, de levantarlas
y de colocarlas una sobre otra y sobre las cuales muchos
peregrinos del santuario han grabado sus intenciones votivas
o sus agradecimientos al dios Apolo, a quién está dedicado el
templo sagrado, sede del oráculo de Delfos.
Antes de alejarme de aquí, busco el teatro construido también
éste en el siglo IV a.C., que un tiempo tenía capacidad
para casi cinco mil espectadores y que regala un panorama
sobre la zona arqueológica y sobre el valle que quita la respiración.
Y AL FINAL DE LA VISITA...
El santuario apolíneo me ha regalado la vista sobre las
Fedríades, peñas altísimas que se asoman sobre una empinada
garganta. La visita al Museo no puede faltar. Por eso,
con el corazón y los ojos aturdidos de mitos, leyendas, naturaleza
y arte de encanto, ahora pienso en satisfacer el paladar.
Me paro en una de las tabernas del pueblecito de Delfos, las
cuales atraen como sirenas con sus nombres parpadeantes:
"Epikouros", "Vakchos". Me sumerjo en los olores embriagadores
de las especias y de los sabores del Mediterráneo, de
las refrescantes ensaladas griegas y me abandono al sentido
del gusto de las verduras rellenas. La uva local es deliciosa,
uvas pequeñas muy dulces sin semillas, y también las sandías,
enormes y muy gustosas. Ouzo, licor de anís, para acabar. He
comido mucho tzatziki, deliciosa crema de yogur con pepino
y ajo. Oh, si pudiera, ahora me serviría los yemistà, tomates
y pimientos rellenos de arroz cocinados al horno con patatas;
los dolmades, hojas de parra con arroz y carne picada; los
souvlakia, pinchos de carne de cordero y de cerdo; el mizithra,
queso de oveja muy sabroso. ¿Mussakà, parakalò? Nè,
efharistò (sì, gracias) – le digo al amigo camarero – Con vino
blanco de la zona que se bebe sin darse cuenta y hace, si es
posible, que el recuerdo de Delfos sea todavía mejor.
88