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marenostrum
abbandonato dai tempi della Guerra
Civile che il grande artista spagnolo
aveva scoperto nella mai dimenticata
città di Figueras, che gli aveva dato
i natali nel 1904. Acquistò il rudere
per sviluppare subito dopo un radicale
progetto di ristrutturazione che doveva
in breve trasformarlo, dal tetto alle
fondamenta, nella sua opera più imponente
e ambiziosa in cui ogni visitatore
sarebbe stato parte della rappresentazione.
Per questo i lavori partirono
proprio dal palcoscenico, sul quale,
sospesa a dieci metri d’altezza, fu eretta
una maestosa cupola geodetica per
filtrare la luce esterna e ridistribuirla
all’interno, tra i diversi ambienti, con
un effetto allucinatorio.
E percorrendo ancora oggi le sale
dell’edificio inaugurato nel 1974,
quasi ci si smarrisce in un labirinto
dove nulla è come appare a un primo
sguardo superficiale: entri nella
“Room Mae West” e ci trovi solo un
comodo divano rosso, morbidi tendaggi,
un caminetto e due quadri dal soggetto
confuso. Ma basta fare qualche
passo indietro e guardando l’insieme
riconosci il volto della famosa attrice
americana divenuta l’icona sexy degli
anni Trenta. Tutto il museo ruota
intorno a questo dualismo tra verità
(continuamente messa in discussione)
e finzione, tra l’essere e l’apparire di
ogni cosa. Il ritratto dell’amata moglie
Gala che guarda il mar Mediterraneo,
a venti metri di distanza si trasforma
nell’immagine di Abramo Lincoln grazie
all’utilizzo di un’originale tecnica
pittorica “digitale”. D'altronde per
Dalì l’indagine nell’inconscio procedeva
di pari passo con le sperimentazioni
più stravaganti, come gli ologrammi
presenti al Teatre-Museu attraverso i
quali l’artista aveva tentato di creare
una visione totale tridimensionale,
cimientos, y lo convertiría en su obra
más importante e ambiziosa, en la que
cada visitante formaría parte de la representación.
Fue por esto que las obras
empezaron justamente por el palco escénico,
sobre el cuál colgado a diez metros
de altura, se erigió una majestuosa cúpula
geodésica que permitiría filtrar la luz
externa y redistribuirla en su interior,
entre los distintos ambientes, con un
efecto alucinatorio.
Y todavía hoy, recorriendo las salas del
edificio inaugurado en 1974, uno casi se
pierde en un laberinto donde nada es
como parece a primera vista: entras en
la “Room Mae West” y encuentras sólamente
un cómodo diván rojo, suaves cortinas,
un hogar y dos cuadros de objeto
incierto. Pero basta dar algunos pasos
hacia atrás y observando el conjunto se
reconoce la cara de la famosa actriz americana
que se había convertido en el mito
sexy de los años treinta. Todo el museo
gira alrededor de este dualismo entre
verdad (cuestionada continuamente) y
ficción, entre el ser y el parecer de cada
cosa. El retrato de su amada esposa Gala
contemplando el Mediterráneo, visto a
veinte metros de distancia, se transforma
en la imagen de Abraham Lincoln gracias
al uso de una original técnica pictórica
digital. Realmente, para Dalí, la investigación
sobre el inconsciente proseguía al
mismo ritmo que las experimentaciones
más extravagantes, como los hologramas
presentes en el Teatro-Museo a través
de los cuales el artista intentó crear una
visión totalmente tridimensional, casi viva,
de algunas de sus obras.
El complejo arquitectónico (que recoge
1.500 obras entre pinturas, esculturas,
instalaciones, fotografías y joyas) refleja
la personalidad excéntrica de su creador.
La austeridad de los museos tradicionales
está prohibida, prevaleciendo, en su lugar,
la diversión, la ilusión y la ambivalencia.
Pero nunca finalizados a sí mismo: “ No
soy yo el payaso – repetía a menudo Dalí
– sino esta sociedad cínica e inconsciente
que juega a hacerse la seria para así
esconder su propia locura”. Las posibles
interpretaciones de sus obras son múltiples
y cualquiera puede interpretar a su
manera el significado de las estatuas de
mujeres con muletas que introducen a
los distintos ambientes, o los maniquíes
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