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Desde Belem está clara la interacción de las diferentes crisis, alimentaría,<br />
energética, ambiental y financiera, que sacuden el planeta. Todas están ligadas<br />
y no es posible pretender resolverlas manteniendo un sistema que consume de<br />
forma insostenible los recursos naturales y con los paraísos fiscales como<br />
agujeros negros del sistema financiero que hacen inútiles sus escasas<br />
regulaciones. Otra cosa es la capacidad propositiva para definir y la fuerza<br />
política necesaria para aplicar un modelo diferente al que ha naufragado.<br />
La presencia de Lula, que ha aprovechado para presentar a la que será su<br />
sucesora como candidata del Partido de los Trabajadores a la próxima elección<br />
presidencial, acompañado de otros cuatro jefes de Estados latinoamericanos de<br />
la región, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay, aportaba parte de esa fuerza<br />
política, condenando el neoliberalismo y la gestión del sistema financiero que<br />
se ha impulsado desde EEUU y que ha conducido a la actual catástrofe. Una<br />
catástrofe que va a generar un inmenso dolor humano en términos de<br />
desempleo, pobreza y conflictos sociales, sin que sus responsables se hayan ni<br />
siquiera excusado ni nadie les haya exigido que devuelvan sus paracaídas<br />
dorados.<br />
Ciertamente, un mitin conjunto de estos cinco jefes de Estado de la izquierda<br />
latinoamericana es un acontecimiento bien diferente del de los educados<br />
debates de Davos. Aunque también allí los animal spirits, de los que hablaba<br />
ese Keynes que está ahora tan de moda, han evolucionado.<br />
Davos y Belem son dos ejemplos bien diferentes de lo que puede dar de sí la<br />
psicología colectiva, con sus modas y con los comportamientos gregarios que<br />
induce. Esa evolución se manifiesta a través de la cambiante relación de<br />
fuerzas entre el mundo empresarial y el político que se exhibe en Davos como<br />
en una pasarela de desfiles de moda.<br />
Esa relación de fuerzas se ha invertido completamente. Desde que en los 90<br />
empezó la gran oleada de especulación y globalización financiera que ahora se<br />
acaba, los gobiernos se arrodillaban ante los empresarios y financieros<br />
multinacionales para obtener sus inversiones y los empleos que creaban. Y "los<br />
mercados", impersonales y ademocráticas fuentes de poder, sermoneaban a<br />
los políticos dándoles lecciones sobre las reformas que tenían que aplicar para<br />
flexibilizar sus economías. Unos banqueros de inversiones indecentemente<br />
pagados exigían reducir los costes salariales con argumentos simplistas sobre<br />
los beneficios de la competencia global...<br />
Muchos de esos predicadores de ayer han perdido su empleo, aunque sus<br />
indemnizaciones por despido, que ellos mismos se han fijado, no son<br />
precisamente las que predicaban para los demás. Y el denostado Estado se ha<br />
convertido en tabla de salvación ante la que pasan la gorra pidiendo<br />
recapitalizaciones, inversiones, subvenciones y regulaciones.<br />
Un poco más y los gurús del ultraliberalismo de ayer se ponen a pedir barreras<br />
proteccionistas y abjuran del libre cambio y de la competencia... La crisis<br />
puede generar esa gran tentación que aflora en el horizonte, la de convertir las<br />
demandas de protección en políticas proteccionistas. Los ejemplos no faltan,<br />
desde las invitaciones a consumir nacional, en España y en EEUU, a las leyes<br />
<strong>Press</strong> <strong>Report</strong> <strong>Europe</strong> <strong>WSF</strong> <strong>2009</strong><br />
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