AAS 74 - Vaticano

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31.05.2013 Views

286 Acta, Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale bajar y de procurar a la vez que todos cumplan el mandato divino «con el sudor de tu rostro comerás el pan». 1 Por ello, los hombres, de manera especial los unidos por vínculos de una misma sangre, raza, historia, cultura y fe religiosa, deben esforzarse además por tratar de resolver solidariamente el gravísimo problema del desempleo que afecta a tantas personas y pueblos, que viven la trágica realidad, sin responsabilidad alguna por parte de ellos, de convertirse en unos « marginados ». De modo especial, los dirigentes de la vida pública de las Naciones no pueden olvidar que todo hombre, independientemente de su color y clase social, siente el impulso de realizarse como ser humano. Por esto dije, refiriéndome al trabajo, que : « Es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo trans­ forma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en cierto sentido se hace más hombre ». 2 De esta forma contribuye también a dar gloria al Creador. La Iglesia, fiel a su irrenunciable misión, considera obligación suya recordar a los responsables de la vida socio-económica que deben estar muy atentos a las exigencias del ser humano y a sus necesidades vita­ les. No hay que olvidar que cada hombre es un hermano para el hombre. Esta actitud eclesial de interesarse por el ser humano es una conse­ cuencia de la fidelidad a las enseñanzas de Jesús de Nazaret, que conlleva implícitamente la primacía del amor recíproco, ayudando a todos los seres humanos a que interpreten rectamente el papel existencial que Dios les ha confiado en cuanto verdaderos protagonistas de la historia. Al concluir este encuentro, me es grato renovarle, Señor Embajador, mis mejores votos por el feliz cumplimiento de su alta función, mientras desde lo íntimo de mi corazón elevo plegarias al Altísimo para que ilu­ mine al Señor Presidente, a las Autoridades y a todos los amadísi­ mos hijos del Ecuador en la tarea de implantar los genuinos valores de amor, justicia y paz e irradiarlos a su vez a todos los hombres de buena voluntad. 2 Gen 2, 19. Laborem exercens, n. 9. 1

Acta Ioannis Pauli Pp. II 287 V Ad Exc.mum Virum Carolum Dobal Márquez, Dominicanae Rei publicae apud Sanctam Sedem constitutum Legatum, crediti sibi muneris testes Litteras Summo Pontifici tradentem.* Señor Embajador : Sea bienvenido a este acto con el que, al presentar las Cartas Cre­ denciales, comienza su misión de Embajador Extraordinario y Pleni­ potenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede. Le agradezco ante todo las expresiones de cordial estima dirigidas hacia esta Sede Apostólica, que demuestran la proximidad de ese pueblo que, fiel a su historia, sigue beneficiándose de un patrimonio cultural y espiritual, fruto de la secular presencia evangelizadora de la Iglesia. La tierra dominicana, primer lugar evangelizado por los misioneros en el Continente americano, —como Vuestra Excelencia ha recordado— constituyó también la primera etapa de mi visita pastoral a Latino­ américa, al comienzo de mi ministerio de Sucesor de Pedro, y de la que conservo un profundo y muy grato recuerdo. Quise así seguir yo también los caminos de la evangelización que la Iglesia dominicana —en continuidad con la realidad de los siglos pa­ sados— prosigue hoy, queriendo ser intérprete de las necesidades de su pueblo, confidente de sus anhelos, especialmente de los más humildes. Sigue «predicando el Mensaje y realizando la caridad que el Espíritu difunde en ella para la promoción integral del hombre y dando testi­ monio de que el Evangelio tiene fuerza para elevarlo y dignificarlo)). 1 Ya los primeros misioneros trataron de crear unas condiciones que hicieron posible la aceptación de la fe cristiana, que ha dado una im­ pronta al alma latinoamericana, marcando su identidad histórica esen­ cial y constituyéndose en matiz cultural de los nuevos pueblos. Hoy, en este llamado « Continente de la esperanza », la Iglesia desea intensificar su tarea religiosa y humana, mediante sus instituciones de formación cristiana, de asistencia y promoción social. Con ello quiere «contribuir a la construcción de una nueva sociedad, más justa y fra­ terna, clamorosa exigencia de nuestros pueblos. De tal modo, tradición y progreso, que antes parecían antagónicos en América Latina, restán­ dose fuerzas mutuamente, hoy se conjugan buscando una nueva síntesis * Die 19 m. Decembris a. 1981. 1 Puebla, 965.

Acta Ioannis Pauli Pp. II 287<br />

V<br />

Ad Exc.mum Virum Carolum Dobal Márquez, Dominicanae Rei publicae<br />

apud Sanctam Sedem constitutum Legatum, crediti sibi muneris testes<br />

Litteras Summo Pontifici tradentem.*<br />

Señor Embajador :<br />

Sea bienvenido a este acto con el que, al presentar las Cartas Cre­<br />

denciales, comienza su misión de Embajador Extraordinario y Pleni­<br />

potenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede.<br />

Le agradezco ante todo las expresiones de cordial estima dirigidas<br />

hacia esta Sede Apostólica, que demuestran la proximidad de ese pueblo<br />

que, fiel a su historia, sigue beneficiándose de un patrimonio cultural<br />

y espiritual, fruto de la secular presencia evangelizadora de la Iglesia.<br />

La tierra dominicana, primer lugar evangelizado por los misioneros<br />

en el Continente americano, —como Vuestra Excelencia ha recordado—<br />

constituyó también la primera etapa de mi visita pastoral a Latino­<br />

américa, al comienzo de mi ministerio de Sucesor de Pedro, y de la que<br />

conservo un profundo y muy grato recuerdo.<br />

Quise así seguir yo también los caminos de la evangelización que la<br />

Iglesia dominicana —en continuidad con la realidad de los siglos pa­<br />

sados— prosigue hoy, queriendo ser intérprete de las necesidades de<br />

su pueblo, confidente de sus anhelos, especialmente de los más humildes.<br />

Sigue «predicando el Mensaje y realizando la caridad que el Espíritu<br />

difunde en ella para la promoción integral del hombre y dando testi­<br />

monio de que el Evangelio tiene fuerza para elevarlo y dignificarlo)). 1<br />

Ya los primeros misioneros trataron de crear unas condiciones que<br />

hicieron posible la aceptación de la fe cristiana, que ha dado una im­<br />

pronta al alma latinoamericana, marcando su identidad histórica esen­<br />

cial y constituyéndose en matiz cultural de los nuevos pueblos.<br />

Hoy, en este llamado « Continente de la esperanza », la Iglesia desea<br />

intensificar su tarea religiosa y humana, mediante sus instituciones de<br />

formación cristiana, de asistencia y promoción social. Con ello quiere<br />

«contribuir a la construcción de una nueva sociedad, más justa y fra­<br />

terna, clamorosa exigencia de nuestros pueblos. De tal modo, tradición<br />

y progreso, que antes parecían antagónicos en América Latina, restán­<br />

dose fuerzas mutuamente, hoy se conjugan buscando una nueva síntesis<br />

* Die 19 m. Decembris a. 1981.<br />

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Puebla, 965.

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