AAS 74 - Vaticano
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278 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale la Iglesia de Cristo, aquí junto al sepulcro de Pedro, a quien el Maes tro constituyó como el fundamento eclesial, Gonfiandole asimismo las llaves del reino de los cielos, 2 como Pastor de todo el Pueblo de Dios. 3 Me alegra que esta vuestra venida a Roma se realice en vísperas de la apertura del Año Santo Jacobeo 1982, cuyo profundo significado eclesial bien conozco. No sólo porque los antiguos caminos de Santiago fueron el cauce ordinario —junto con Roma y Tierra Santa— de las muchedumbres de peregrinos europeos de toda edad y condición, que en el medioevo caminaron hacia el Apóstol, y en los que surgió precisa mente, después de San Benito, la conciencia de Europa; sino porque siguen siendo también hoy —como lo demostró el último Año Santo de 1976— un acontecimiento religioso de honda raigambre popular. Será necesario que no dejéis pasar esa buena oportunidad pastoral, para que sea un año de intensa evangelización y renovación de la vida de fe en vuestras comunidades eclesiales. Así como en los tantos pere grinos que se acercarán hacia el Apóstol. 3. Sé que para dar un nuevo impulso a la vida eclesial en vuestras diócesis, los Obispos —junto con los presbíteros, religiosos y seglares— celebrasteis en los años de 1974 a 1979 el Concilio Pastoral de Galicia. Era vuestro intento infundir un nuevo aliento en vuestras comunidades, siguiendo las directrices de Concilio Vaticano II. Para ello os ocupasteis de temas tan importantes como el ministerio de la palabra; el seglar en la Iglesia y en la construcción cristiana del mundo; la liturgia re novada en la pastoral de la Iglesia; sacerdotes, religiosos, y pastoral vocacional en Galicia; la promoción de la justicia y de las obras de caridad. 4 4. Permitidme que de entre todos estos temas os subraye particu larmente la importancia de la catequesis en las parroquias, tradicio- nalmente atendida con verdadero celo en vuestras diócesis. Porque, si bien es verdad que se puede y debe catequizar en todas partes, también en familia, en las escuelas y colegios, (( la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado ». Para ello, toda parroquia, grande o pequeña, «tiene el grave deber de íormar responsables totalmente entregados a la animación catequética 2 3 4 Cf. Mt 16, 18 s. Cf. Jn 21, 15 ss. ; Lumen gentium, 22. Cf. Concilio Pastoral de Galicia, proposiciones.
Acta Ioannis Pauli Pp. II 279 —sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares—•., de proveer el equipa miento necesario para una catequesis en todos sus aspectos, de multipli car y adaptar los lugares de catequesis en la medida en que sea posible y útil, de velar por la cualidad de la formación religiosa y por la integración de los distintos grupos en el cuerpo eclesial». 5 Es una obra que conserva en nuestros días toda su importancia y urgencia, para edificar cada vez más sólidamente la fe del pueblo y orientarlo progresivamente bacia la plenitud de la vida en Cristo. De ahí surgirán los seglares que, fieles a su vocación propia, com partan la realidad del mundo, inyectando en ella una orientación de fe, hecha testimonio en la vida privada y pública ; esos seglares que sean protagonistas inmediatos de la renovación de los hombres y de las cosas y que, con su presencia activa en cuanto creyentes, trabajen en la progresiva consagración del mundo a Dios. 6 5. Es obvio, por otra parte, que esta tarea de catequesis, de forma ción y animación cristiana de los seglares en el apostolado, reclama con urgencia nuevas y suficientes vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Sé que este problema os preocupa hondamente y que os esforzáis por darle solución adecuada. Os alabo y aliento a no ahorrar esfuerzos en ese campo. Inculcad esa intención en vues tros sacerdotes y en las almas consagradas, para que siembren gene rosamente la buena semilla y pidan al Dueño de la mies que envíe nuevos obreros a su mies. Se trata de un problema de capital impor tancia para la Iglesia y que debe ser considerado come absolutamente prioritario. No hay que desconocer las dificultades existentes para hacer llegar a los jóvenes la invitación de la Iglesia. Pero ello no debe paralizar vuestro entusiasmo e iniciativas. También la juventud de nuestro tiempo siente la atracción hacia las cosas arduas, hacia los ideales grandes. No se ha agotado la generosidad en la juventud. Pero quiere que se le propongan metas que vale la pena alcanzar; no ideales recortados en los que no puede reconocerse. Por esto mismo no hay que ilusionarse con perspectivas de un sacer docio menos exigente en sacrificio y renuncia o desligado de la obligación 5 Catechesi tradendae, 67. 6 Cf. Sant, 2, 17; Lumen gentium, 34; Juan Pablo II, Homilia en la catedral de Oaxaca, 29 de enero 1979.
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