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La guerre des Malouines dans les relations internationales

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Annexes<br />

en vidas humanas, dinero y esfuerzos y los habitantes de las islas tendrían, según el ministro<br />

del exterior Francis Pym, que preocuparse por si mismo de su bien estar, seguridad y futuro<br />

económico. Seria un futuro sin relaciones comercia<strong>les</strong> con el continente y una seguridad que<br />

durante decenios, dependería de la voluntad de Gran Bretaña de alterar totalmente su<br />

estrategia naval...”. “The Guardian” continua diciendo que los “autodenominados realistas en<br />

política exterior y resultados militares se mueven muy lejos de la realidad, dentro de unas<br />

concepciones nacidas de su propia capacidad de imaginación. No <strong>les</strong> importa para nada la<br />

opinión mundial... cuando se formo la flota de intervención, fue concedida únicamente como<br />

complemento de la diplomacia. Para eso esta, pero no tiene necesariamente la obligación de<br />

asaltar Puerto Stanley, si eso significa perder la paz.<br />

<strong>La</strong> Prensa, 19 de mayo 1982<br />

Guerra irracional por un principio y el honor. Madrid, 18. El historiador, sociólogo y<br />

periodista francés Raymond Aron al enfocar el tema del conflicto de las Malvinas escribe en<br />

el diario madrileño “ABC” que se trata de una guerra irracional. Aron examina la posición<br />

británica y parte de un punto de vista singular, “aun a riesgo de atraerme las burlas de mis<br />

colegas”, escribe textualmente: “no es el petróleo por lo que Margaret Thatcher ha enviado a<br />

un tercio de la Armada Real. “Los británicos, dice luchan en esta guerra irracional por un<br />

principio y por el honor”. El principio es, según Raymond Aron, el de no tolerar la toma de<br />

posesión en plena paz de una tierra donde ondea la Unión Jack. El honor es que los argentinos<br />

lanzaron un <strong>des</strong>afió humillando a la orgullosa Albión. Lenguaje de antaño. A estas alturas los<br />

británicos han encontrado un viejo lenguaje de antaño: “Hace falta limpiar la afrenta con<br />

sangre”. Esta guerra, lógica a partir de la situación creada por la seguera de Londres y la<br />

jugada de póquer de Buenos Aires, no es menos absurda en el marco de la política<br />

internacional. Para Raymond Aron, es en el marco internacional donde se pierden todos los<br />

beligerantes. ¿Se ha mantenido proporción entre la falta cometida y el castigo recibido?<br />

¿Hasta qué punto la Armada británica debe acudir a lavar la ofensa antes de reanudar él<br />

dialogo? Se ha llegado a una posición dispar. Por un lado los genera<strong>les</strong> no pueden evacuar las<br />

islas sin perder prestigió y Margaret Thatcher debe recuperar las islas o perder su imagen. “Es<br />

más fácil repartirse el petróleo futuro que la soberanía”, escribe Aron.<br />

<strong>La</strong> Prensa, 22 de mayo 1982<br />

El costo de la aventura británica. Londres, 21. <strong>La</strong>s acciones militares británicas en el Atlántico<br />

sur costarían al Reino Unido no menos de 1.700 millones de libras esterlinas (algo más de tres<br />

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