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LA ÚLTIMA CENA 1939<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s humanas, Pedro amaba al Maestro. Este pescador galileo fue <strong>el</strong><br />

primer ser humano que creyó <strong>de</strong> todo corazón en la divinidad <strong>de</strong> Jesús y que<br />

confesó plena y públicamente esta creencia. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, Pedro nunca había<br />

dudado realmente <strong>de</strong> la naturaleza divina d<strong>el</strong> Maestro. Puesto que Pedro<br />

veneraba y honraba así a Jesús en su corazón, no es <strong>de</strong> extrañar que a su alma le<br />

molestara la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Jesús estuviera arrodillado allí d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> él como un<br />

vulgar criado, con <strong>el</strong> propósito <strong>de</strong> lavarle los pies como lo hubiera hecho un<br />

esclavo. Cuando Pedro recuperó las suficientes faculta<strong>de</strong>s como para dirigirse al<br />

Maestro, expresó los sentimientos internos <strong>de</strong> todos sus compañeros apóstoles.<br />

Después <strong>de</strong> unos momentos <strong>de</strong> gran <strong>de</strong>sconcierto, Pedro dijo: “Maestro,<br />

¿tienes realmente la intención <strong>de</strong> lavarme los pies?” Entonces, levantando la<br />

mirada hacia la cara <strong>de</strong> Pedro, Jesús dijo: “Quizás no compren<strong>de</strong>s plenamente lo<br />

que estoy a punto <strong>de</strong> hacer, pero más ad<strong>el</strong>ante conocerás <strong>el</strong> significado <strong>de</strong> todas<br />

estas cosas.” Entonces, Simón Pedro respiró profundamente y dijo: “Maestro,<br />

¡nunca me lavarás los pies!” Y cada uno <strong>de</strong> los apóstoles aprobó con la cabeza la<br />

firme <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Pedro <strong>de</strong> negarse a permitir que Jesús se humillara <strong>de</strong> esta<br />

manera d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> <strong>el</strong>los.<br />

El atractivo dramático <strong>de</strong> esta escena insólita al principio conmovió incluso <strong>el</strong><br />

corazón <strong>de</strong> Judas Iscariote; pero cuando su int<strong>el</strong>ecto vanidoso juzgó <strong>el</strong><br />

espectáculo, concluyó que este gesto <strong>de</strong> humildad era simplemente un episodio<br />

más que probaba <strong>de</strong> manera concluyente que Jesús nunca estaría cualificado para<br />

ser <strong>el</strong> libertador <strong>de</strong> Isra<strong>el</strong>, y que él, Judas, no había cometido un error al <strong>de</strong>cidir<br />

abandonar la causa d<strong>el</strong> Maestro.<br />

Mientras todos permanecían allí <strong>de</strong> pie sin aliento por <strong>el</strong> asombro, Jesús dijo:<br />

“Pedro, te aseguro que si no te lavo los pies, no participarás conmigo en lo que<br />

estoy a punto <strong>de</strong> realizar.” Cuando Pedro escuchó esta <strong>de</strong>claración, unida al hecho<br />

<strong>de</strong> que Jesús continuaba arrodillado allí a sus pies, tomó una <strong>de</strong> esas <strong>de</strong>cisiones <strong>de</strong><br />

sumisión ciega consistente en obe<strong>de</strong>cer <strong>el</strong> <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> aqu<strong>el</strong> a quien respetaba y<br />

amaba. Cuando Simón Pedro empezó a darse cuenta <strong>de</strong> que este acto <strong>de</strong> servicio<br />

propuesto comportaba algún significado que <strong>de</strong>terminaría la unión futura d<strong>el</strong><br />

interesado con la obra d<strong>el</strong> Maestro, no solamente admitió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> permitir que<br />

Jesús le lavara los pies, sino que con su manera <strong>de</strong> ser característica e impetuosa,<br />

dijo: “Entonces, Maestro, no me laves solamente los pies, sino también las manos<br />

y la cabeza.”<br />

Mientras <strong>el</strong> Maestro se preparaba para empezar a lavar los pies <strong>de</strong> Pedro, dijo:<br />

“El que ya está limpio, sólo necesita que le laven los pies. Vosotros que estáis<br />

sentados conmigo esta noche, estáis limpios —pero no todos. Pero <strong>el</strong> polvo <strong>de</strong><br />

vuestros pies <strong>de</strong>bería haberse lavado antes <strong>de</strong> sentaros a comer conmigo. A<strong>de</strong>más,<br />

quisiera hacer este servicio por vosotros como una parábola, para ilustrar <strong>el</strong><br />

significado <strong>de</strong> un nuevo mandamiento que pronto os daré.”<br />

De la misma manera, <strong>el</strong> Maestro se <strong>de</strong>splazó alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa, en silencio,<br />

lavando los pies <strong>de</strong> sus doce apóstoles, sin excluir siquiera a Judas. Cuando Jesús<br />

hubo terminado <strong>de</strong> lavar los pies <strong>de</strong> los doce, se puso su manto, volvió a su asiento<br />

<strong>de</strong> anfitrión, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> examinar a sus apóstoles <strong>de</strong>sconcertados, dijo:<br />

“¿Comprendéis realmente lo que os he hecho? Me llamáis Maestro, y <strong>de</strong>cís<br />

bien, porque lo soy. Así pues, si <strong>el</strong> Maestro os ha lavado los pies, ¿por qué no<br />

estabais dispuestos a lavaros los pies los unos a los otros? ¿Qué lección <strong>de</strong>beríais<br />

apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esta parábola en la que <strong>el</strong> Maestro hace tan gustosamente <strong>el</strong> servicio<br />

que sus hermanos eran reacios a hacerse los unos a los otros? En verdad, en<br />

verdad os lo digo: Un servidor no es más gran<strong>de</strong> que su señor; ni <strong>el</strong> enviado es más<br />

gran<strong>de</strong> que aqu<strong>el</strong> que lo envía. Habéis visto en mi vida entre vosotros cómo se ha<br />

<strong>de</strong> servir, y benditos sean los que tengan <strong>el</strong> coraje misericordioso <strong>de</strong> servir así.

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