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1618<br />

La vida <strong>de</strong> Jesús — Capítulo 144<br />

les rev<strong>el</strong>ó algo <strong>de</strong> lo sucedido en las colinas durante los cuarenta días que siguieron<br />

inmediatamente a su bautismo. Y les encargó formalmente que no contaran a<br />

nadie estas experiencias hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hubiera regresado al Padre.<br />

Durante estas semanas <strong>de</strong> septiembre, <strong>de</strong>scansaron, conversaron, r<strong>el</strong>ataron<br />

sus experiencias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Jesús les había llamado por primera vez al servicio, y<br />

emprendieron un esfuerzo serio para coordinar lo que <strong>el</strong> Maestro les había<br />

enseñado hasta ese momento. En cierta medida, todos tenían <strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong><br />

que ésta sería su última oportunidad para <strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> manera prolongada. Se<br />

daban cuenta <strong>de</strong> que su próximo esfuerzo público, en Ju<strong>de</strong>a o en Galilea, marcaría<br />

<strong>el</strong> principio <strong>de</strong> la proclamación final d<strong>el</strong> reino veni<strong>de</strong>ro, pero tenían poca o<br />

ninguna i<strong>de</strong>a concreta sobre lo que este reino sería cuando llegara. Juan y Andrés<br />

pensaban que <strong>el</strong> reino ya había llegado. Pedro y Santiago creían que aún estaba<br />

por venir. Natana<strong>el</strong> y Tomás confesaban francamente que estaban perplejos.<br />

Mateo, F<strong>el</strong>ipe y Simón C<strong>el</strong>otes estaban in<strong>de</strong>cisos y confusos. Los gem<strong>el</strong>os se<br />

mantenían f<strong>el</strong>izmente ignorantes <strong>de</strong> la controversia, y Judas Iscariote guardaba<br />

silencio, evasivo.<br />

La mayor parte <strong>de</strong> este tiempo, Jesús estuvo a solas en la montaña, cerca d<strong>el</strong><br />

campamento. De vez en cuando se llevaba a Pedro, Santiago o Juan, pero muy a<br />

menudo se iba solo para orar o comulgar. Después d<strong>el</strong> bautismo <strong>de</strong> Jesús y <strong>de</strong> los<br />

cuarenta días en las colinas <strong>de</strong> Perea, no es muy exacto calificar <strong>de</strong> oración estos<br />

períodos <strong>de</strong> comunión con su Padre, y tampoco es consistente <strong>de</strong>cir que Jesús<br />

estaba adorando; pero es totalmente correcto sugerir que en estos períodos estaba<br />

en comunión personal con su Padre.<br />

El tema central <strong>de</strong> las discusiones, a lo largo <strong>de</strong> todo <strong>el</strong> mes <strong>de</strong> septiembre, fue<br />

la oración y la adoración. Después <strong>de</strong> haber hablado <strong>de</strong> la adoración durante<br />

varios días, Jesús terminó pronunciando su memorable discurso sobre la oración,<br />

en respuesta a la petición <strong>de</strong> Tomás: “Maestro, enséñanos a orar.”<br />

Juan había enseñado una oración a sus discípulos, una oración para la<br />

salvación en <strong>el</strong> reino por venir. Aunque Jesús nunca prohibió a sus seguidores que<br />

utilizaran la forma <strong>de</strong> oración <strong>de</strong> Juan, los apóstoles percibieron muy pronto que<br />

su Maestro no aprobaba plenamente la práctica <strong>de</strong> expresar oraciones<br />

establecidas y formales. Sin embargo, los creyentes solicitaban constantemente<br />

que se les enseñara a orar. Los doce anh<strong>el</strong>aban saber <strong>el</strong> tipo <strong>de</strong> súplica que Jesús<br />

aprobaría. Debido principalmente a esta necesidad <strong>de</strong> una súplica sencilla para la<br />

gente corriente, Jesús consintió entonces en enseñarles, en respuesta a la petición<br />

<strong>de</strong> Tomás, una forma sugerente <strong>de</strong> oración. Jesús dio esta lección una tar<strong>de</strong><br />

durante la tercera semana <strong>de</strong> la estancia d<strong>el</strong> grupo en <strong>el</strong> Monte Gilboa.<br />

2. EL DISCURSO SOBRE LA ORACIÓN<br />

“En verdad, Juan os ha enseñado una forma sencilla <strong>de</strong> oración: ‘¡Oh Padre,<br />

límpianos d<strong>el</strong> pecado, muéstranos tu gloria, revélanos tu amor y <strong>de</strong>ja que tu<br />

espíritu santifique para siempre nuestro corazón. Amén!’ Enseñó esta oración<br />

para que tuvierais algo que enseñar a las multitu<strong>de</strong>s. No era su intención que<br />

utilizárais esta súplica establecida y formal como expresión <strong>de</strong> vuestra propia<br />

alma en oración.<br />

“La oración es una expresión enteramente personal y espontánea <strong>de</strong> la actitud<br />

d<strong>el</strong> alma hacia <strong>el</strong> espíritu; la oración <strong>de</strong>bería ser la comunión <strong>de</strong> la filiación y la<br />

expresión <strong>de</strong> la hermandad. Cuando la oración es dictada por <strong>el</strong> espíritu, conduce<br />

al progreso espiritual cooperativo. La oración i<strong>de</strong>al es una forma <strong>de</strong> comunión<br />

espiritual que conduce a la adoración int<strong>el</strong>igente. La verda<strong>de</strong>ra oración es la<br />

actitud sincera <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>r la mano hacia <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o para conseguir vuestros i<strong>de</strong>ales.

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