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Redes-y-complejidad2

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Carlos Reynoso – <strong>Redes</strong> sociales y complejidad<br />

12) En cuanto a los usos políticos y a la explotación lucrativa de los saberes de alta<br />

demanda, 109 la exigencia de operar de modo genuinamente reflexivo, elaborando<br />

herramientas que estén a la altura de lo que ahora puede hacerse, fundando o recuperando<br />

por cierto tantas incumbencias profesionales como se pueda, pero sin<br />

alentar expectativas desmesuradas ni arrogarse (en nombre de complejidades,<br />

claves escondidas y no-linealidades ingénitas a los paradigmas emergentes) solvencias<br />

de consultoría imposibles de satisfacer.<br />

13) Un interrogante que queda flotando concierne a la adecuación del contexto antropológico<br />

de cara a la eventual (re)adopción de las herramientas reticulares por<br />

parte de la disciplina. Cabe preguntarse si, olvidado ya hace décadas el método<br />

genealógico, los antropólogos de hoy en día (que vienen de un prolongado letargo<br />

interpretativo o posmoderno) dominan alguna técnica disciplinaria distintiva<br />

asociada a un régimen de trabajo abierto al examen público como el que las redes<br />

exigen constitutivamente. Dejando al margen la aplicación de técnicas débilmente<br />

articuladas, o desencadenantes de procedimientos indecidibles, o cuyos<br />

mejores cultores se encuentran en otros campos del saber, de las compulsas que<br />

he hecho en incontables mesas redondas y seminarios de posgrado, surgen indicios<br />

que me llevan a pensar que la respuesta es que no. Nuestra generación no ha<br />

sabido enseñar aquellas cosas; posiblemente ni siquiera las haya aprendido cuando<br />

estuvo en el trance de hacerlo. Las nuevas herramientas llegan entonces en un<br />

momento en que el estado de vaciamiento técnico en antropología se ha tornado<br />

particularmente agudo. Cuando Roy D’Andrade (2000) realizó hace poco un balance<br />

de la situación, encontró que los antropólogos ya no están aprendiendo técnica<br />

alguna en su formación académica y que algunas teorías hostiles a las técnicas<br />

que se auguraban fructuosas resultaron no serlo. Los juicios sombríos sobre<br />

el estado de la disciplina en tanto emprendimiento científico son por cierto masivos<br />

(Sahlins 1993; 2002; Salzman 1994; 2002; Ahmed y Shore 1995; Wade<br />

1996; Knauft 1996; Kuznar 1997; Lett 1997; Lewis 1998; Basch y otros 1999;<br />

Harris 1999; SAS 2002; Bashkow y otros 2004; Bunzl 2005; Calvão y Chance<br />

2006; Rylko-Bauer, Singer y Van Willigen 2006; Schneider 2006; Menéndez<br />

2009). Es posible, sin embargo, que aunque la disciplina haya decaído tanto en<br />

las dos últimas décadas, las técnicas de redes puedan ser acogidas con cierta desenvoltura<br />

en el campo en el que se tramaron algunas de las intuiciones que les<br />

dieron origen. En esta inflexión particularmente delicada, esas técnicas se presentan<br />

como una alternativa de recuperación de los saberes perdidos un poco<br />

más asimilable y conceptualmente afín que otras en las que es posible pensar. En<br />

este sentido, la metáfora de las redes puede contemplarse como el asiento de un<br />

conjunto de instrumentos que permitiría reformular una parte acotada pero significativa<br />

del perfil profesional, retomando un camino que se abandonó (como hemos<br />

visto) por motivos más contingentes que estructurales, más ligados a los<br />

109 Véase más adelante, pág. 334.<br />

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