18 de Marzo 2011 - La Palabra Israelita

12 VIERNES 18 DE MARZO DE 2011
CULTURA
Contribuyendo a la continuidad del judaísmo
Edouard Moyse
POR SONJA FRIEDMANN
La Ilustración, la
Revolución Francesa y
Napoleón abrieron puertas
a las libertades, la
permanencia de las
tradiciones, al culto
religioso y a la expresión
artística de los judíos
franceses.
El 30 de mayo de 1806, Napoleón ordenó
reunir en París una asamblea de
judíos notables de todos los rincones de
su imperio, elegidos entre las personas
cultas y abiertas a la modernidad, en
número proporcional a la población
judía de cada región.
Esta asamblea, que se llamó El Gran
Sanedrín de los Israelitas Franceses,
contó con setenta y un delegados (el
número tradicional) que debían responder
un cuestionario cuidadosamente
elaborado. Las reuniones se efectuaron
en la antigua Capilla Attenante de la
Intendencia de París y los asistentes
debían vestir túnicas negras.
Los debates fueron fastidiosos, pues
cada texto se debía traducir al alemán
y al italiano. Y se producían fuertes discusiones
entre los laicos y los religiosos
más ortodoxos.
Tras muchísimas sesiones, presididas
por el Rabí David Sinzheim, tanto
durante la Asamblea como, más tarde,
en una comisión designada por ella, se
elaboró un proyecto de Reglamento de
Culto Judío, que fue aprobado, con algunas
reticencias, por Napoleón.
Edouard Moyse no estuvo presente
en esta trascendental ocasión, pues
nació recién el 27 de noviembre de 1827,
en Nancy, pero la plasmó en uno de sus
más famosos cuadros, del cual, desgraciadamente,
no conseguimos una
buena imagen, a pesar de que se reproduce
profusamente como poster en
Europa.
En «El Pueblo Judío» de Max
Wurmbrand y Cecil Roth encontramos
un grabado de David, basado en un
cuadro de Monnet ¿Monet?, del cual no
tenemos más referencias, en el que se
representa, con bastante menor maestría,
el mismo evento.
Moyse fue uno de los artistas judíos
más importantes de su época, comparable
por la actitud de reivindicación
de sus raíces a Moritz Oppenheim en
Alemania y a Isidor Kaufman en
Austria.
Moyse había partido muy joven a
estudiar a París, con Martin Drolling
(1786 - 1851), en L'Ecole de Beaux Arts.
Comenzó a exponer, con mucho éxito,
a los veintitrés años de edad.
Al comienzo de su carrera pintaba
DISCUSIÓN TEOLÓGICA
personajes laicos, pero se volvió hacia
el judaísmo en los años ochenta y comenzó
a retratar a los rabinos. De hecho,
fue el primer pintor francés en representar
temas judíos. Pintó importantes
episodios de la historia de los judíos
en Francia y escenas de su vida cotidiana.
En 1896 su cuadro «El gran rabino
presenta a los fieles el libro de la Ley»,
expuesto en el Salón de París, obtuvo
la Medalla de Plata.
En esa y en muchas otras obras, recreó
con gran exactitud los ritos practicados
en las sinagogas. Una de ellas,
de gran formato (108 por 206 centímetros),
titulada «La sinagoga durante la
lectura de la Torah», representa judíos
sefarditas de una época indefinida, vestidos
de blanco, con largos chales de
oración y llevando turbantes, en dignas
posturas de devoción y en un ambiente
de cálida convivencia. Probablemente,
esta escena fue observada por
él en su viaje a África del Norte.
En el Museo de Bellas Artes de
Ginebra se encuentra la obra que aquí
reproducimos, «Discusión Teológica».
Se trata, como todas las suyas, de una
obra de fuerte realismo, extraordinariamente
bien lograda. En un formato de
proporción áurea, la figura ubicada de
pié, en la puerta, equilibra una composición
de aparente simetría inscrita en
un cuadrado. Un cuidado balance de
las masas se complementa con el contraste
cromático de claros y oscuros y
de los tonos neutros con el pregnante
rojo del tapete de la mesa. Su excelente
dominio del dibujo le permite una perfecta
construcción de las figuras humanas,
de movimientos muy naturales,
que revelan con sutileza la conversación
en torno a los textos abiertos. El
personaje mayor, a la izquierda, alecciona
a su interlocutor de manera, a la
vez, tranquila y persuasiva.
No conocemos la relación de parentesco
del artista con la niña representada
en su cuadro «La joven judía», pues
existen muy pocos antecedentes sobre
su vida familiar. Pero se sabe que pin-
tó, frecuentemente,
retratos de personas
de su entorno cerca- LA JOVEN JUDÍA AUTORRETRATO JUVENIL
LA PALABRA ISRAELITA
no. Este retrato, que incluye una dedicatoria
del artista, capta con gran sensibilidad
la mirada inteligente y serena
de la modelo. Está trabajado en una
rica gama de los tonos contrastantes del
naranja y el azul, dominando el intenso
tono anaranjado del bonete o turbante
sobre los cabellos oscuros, que se matiza
en delicados damascos en el rostro,
algo mas intensos en los labios. Las
sombras, muy suaves, tienden al celeste,
evitando el (muy obvio) gris.
Edouard Moyse murió a los noventa
años de edad, el 1º de junio de 1918,
en París.
Hoy sus
cuadros,
que salen
raramente a
subastas, se
cotizan por
sobre los
cien mil dólares.