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Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 15, No. 51 (2010), pp. 57 - 79 77<br />
CONCLUSIONES<br />
Dadas las dificultades teóricas señaladas, algunos importantes autores han cuestionado<br />
el concepto de identidad cultural, en primer lugar por suponer precisamente la homogeneidad<br />
y estabilidad de la forma de identidad que quieren aprehender. Pablo Guadarrama<br />
ha planteado que la heterogeneidad cultural interna de cualquier región impide hablar de<br />
una identidad cultural común o compartida 87 . Del mismo modo, para Marcos García de la<br />
Huerta, el concepto de identidad no permite acceder a la comprensión de la diversidad y<br />
complejidad de lo humano: la pregunta por la identidad admite “necesariamente respuestas<br />
variadas” 88 . En el caso latinoamericano, la cuestión se plantea desde el comienzo como un<br />
problema, a diferencia de lo que ocurrió con los europeos y los norteamericanos 89 . Esto respondería,<br />
en parte, al hecho que nuestro “ser” ha sido negado por otros. En este sentido,<br />
nuestra, a veces, casi obsesiva preocupación por definir quiénes somos no sólo debe entenderse<br />
como una cuestionable manera de plantear la pregunta, como si ésta pudiese responderse<br />
de una sola y definitiva manera, sino también como expresión de la propia tensión<br />
identitaria que ha acompañado nuestra historia.<br />
Jorge Larraín ha añadido a lo anterior la cuestión de la arbitrariedad y la selectividad.<br />
Existe siempre una pluralidad de interpretaciones acerca de la identidad cultural, como en<br />
este caso respecto de la identidad latinoamericana. Ninguna de ellas logra recoger la diversidad<br />
cultural existente en una nación o país, aunque cada una quiere hacernos creer que<br />
“existe sólo una verdadera versión de la identidad nacional” 90 . Toda versión selecciona<br />
ciertas características y excluye otras, pues opera con criterios de selección, evaluación,<br />
oposición y naturalización de los contenidos culturales, tanto si se trata de la imposición<br />
ideológica al servicio de grupos de poder, o de discursos de resistencia 91 . “Esto demuestra<br />
la ambigüedad inherente al concepto de identidad nacional” 92 , aunque podría decirse lo<br />
mismo de otros niveles de la identidad cultural.<br />
Finalmente respecto de este punto, Stuart Hall ha sostenido que “el término identidad<br />
es el lugar (site) de la dificultad” 93 . Sin embargo, añade, dicho concepto permite plantear<br />
ciertos problemas que, de otro modo, no podrían ser reflexionados: las relaciones entre su-<br />
87 GUADARRAMA, P (1992). “Pensamiento filosófico e identidad cultural latinoamericana”, In:<br />
DIETERICH, F. (Coordinador) (1992) Nuestra América frente al V Centenario. Santiago, LAR, Santiago,<br />
p. 120.<br />
88 GARCIA DE LA HUERTA, M (1999). Reflexiones Americanas. Ensayos de intra-historia. Ediciones<br />
LOM, Santiago, pp. 11-15.<br />
89 Lo planteó genialmente Bolívar en su “Carta de Jamaica” (1815): “No somos indios ni europeos, sino una<br />
raza intermedia entre los aborígenes y los usurpadores españoles; en suma, siendo americanos por nacimiento<br />
y nuestros derechos los de Europa, hemos de disputar y combatir por estos intereses contrarios, y hemos de<br />
perseverar en nuestros anhelos, a pesar de la oposición de nuestros invasores, lo cual nos coloca en un dilema<br />
tan extraordinario como complicado”. BOLIVAR, S (1979). Doctrina del Libertador. Ayacucho, Caracas,<br />
p. 62.<br />
90 LARRAIN, J (2000). Op. cit, p.35.<br />
91 LARRAIN, J (1994). Ideology and cultural identity. Polity Press, Cambridge, pp. 163-165; (1996). Op. cit,<br />
p. 212.<br />
92 LARRAIN, J (1996). Op. cit., p. 213.<br />
93 HALL, S (1996). “Introduction: ¿who needs identity?”, in: HALL, S & DE GAY, P (Editores) (1996). ‘Race’,<br />
culture and difference, Sage Publications, Londres, p. 7.