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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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FAUSTiNO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

al hombre accesibles. La influencia de otras culturas y de otros lugares<br />

se deja ver asimismo en la incorporación de otras figuras pictóricas. Es<br />

ahora el turno del antiguo Egipto y la representación del dios Osiris, cuyo<br />

símbolo es precisamente un ojo (imágenes, las egipcias, que serán empleadas<br />

hasta la saciedad por las sociedades masónicas posteriormente),<br />

ojo al que se incorpora otro elemento: el cetro, situado debajo del mismo.<br />

Éste, el ojo, sigue siendo el icono de la vigilancia, del control, del saber;<br />

el cetro representa por su parte el poder que conduce a la justicia, el poder<br />

establecido, ordenado y ordenante. Ojo y cetro serán emblemas para<br />

el Absolutismo Ilustrado unos años después. Justicia como sabiduría y<br />

poder como fuerza ordenada se condensan en ambos objetos.<br />

Pero lo relevante de la construcción aludida es el tránsito político que<br />

conduce de Dios al príncipe como poderes superiores (iV, pp. 34-45).<br />

Los siglos XVII y XVIII marcan el apogeo de un Absolutismo, nunca en<br />

estado puro, que ha colocado a un solo sujeto como centro político de la<br />

comunidad. La simbología de la justicia y del poder de los siglos XVII<br />

y XVIII había bebido, lo hemos ya reseñado, de tres tradiciones: la cristiana,<br />

la egipcia y la grecorromana. La superación del poder concebido al<br />

modo medieval, la poliarquía de los poderes que integraban a ciudades,<br />

aristocracias, a la misma Iglesia, dan paso a una figura central que acaba<br />

expropiando los poderes que antaño correspondían a los sujetos aludidos<br />

(p. 35). Con ello se da el desplazamiento asimismo de los símbolos. El<br />

príncipe asume paulatinamente los poderes varios dispersos y los coloca<br />

a su propio servicio. Junto a él, emerge la figura de la soberanía, la antigua<br />

majestad romana. Dios se vuelve príncipe. La secularización de la<br />

representación de Dios se produce en la persona y figura de aquel nuevo<br />

rector de la comunidad. El ojo del príncipe cobra carta de naturaleza: ese<br />

ojo es ahora el que mira, contempla y supervisa lo que sucede en el reino.<br />

La titularidad del ojo reconduce a la titularidad del poder. Quien observa<br />

es el que manda, es el que se acaba imponiendo. Antes era Dios; ahora el<br />

príncipe desempeña esa función. Incluso Luis XIV se hace llamar rey-sol<br />

y así se hace representar (ilustración de la p. 26, con un sol colocado por<br />

encima del mundo). Pero Dios no se evapora: el ojo de Dios se colocará<br />

por encima de aquellos atributos regios, como la corona, el orbe, el solio<br />

o el trono (ilustraciones de las páginas 38 y 39). Ese ojo de Dios o el<br />

monograma de Cristo con la cruz se superponen al poder del príncipe.<br />

Esta imagen documenta que solamente Dios está por encima del prín-

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