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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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496<br />

FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

resultados si lo comparamos con el empleo descarnado y solitario de<br />

“señor”: de las cerca de 725 cantigas de amor conservadas, 572 usan<br />

el vocablo aludido y solamente en las restantes se refieren al objeto del<br />

deseo amoroso como “mujer”, 63 “dona”, 64 excepcionalmente “donzela”, 65<br />

pero son voces éstas que se presentan incapaces de simbolizar la totalidad,<br />

el poder absorbente, la fuerza, el grado de sujeción que la primera<br />

de ellas tiene dentro de sí, precisamente por su contenido feudalizante,<br />

señorial valga la redundancia. La mujer es el señor en todos los sentidos<br />

y acepciones. Su expresividad, leída en clave político-jurídica, es lo que<br />

hace que triunfe sobre cualquier otra denominación. 66<br />

“Señor” es en realidad “señora”, pero es compendio de los adornos y<br />

atributos del hombre feudal. Ello obedece con toda probabilidad al empeño<br />

en identificar las virtudes del señor con todas aquellas virtudes características<br />

de los caballeros, ligadas indefectiblemente a la condición<br />

masculina por cuanto las cuestiones feudales eran, por llamarlas de algún<br />

modo, cuestiones a resolver entre varones, nunca entre mujeres, dado el<br />

contenido eminentemente militar que aquéllas presentaban en la realidad<br />

práctica. Lo bélico era masculino y la mujer quedaba apartada de ese<br />

campo. El señor es siempre hombre y la forma de referirse al mismo ha<br />

de ser, al mismo tiempo, siempre masculina; sus atributos han de ser varoniles,<br />

sus virtudes, derivadas de conductas de hombres en armas. Son<br />

pocos los casos que se pueden contar en que se haga una concesión a la<br />

feminidad, prácticamente muy restringidos, por no decir nulos en la compilación<br />

de Ajuda. La evolución de los propios vocablos en el naciente<br />

romance, tanto galaico-portugués como castellano, permite observar el<br />

predominio de la fórmula senior frente a la fórmula dominus, 67 si bien<br />

63 Ibidem, I, 253: “Por tal molher que que’-na vir’, dirá”.<br />

64 Ibidem, I, 88: “Tan fremosa dona com’ela vi”; I, 107: “Pois me tan boa dona fez<br />

morrer”; I, 232: “A boa dona, por que eu trobava”.<br />

65 En los epígrafes de ciertas cantigas figura esta voz para referirse a las mujeres solteras<br />

de noble estirpe, en ibidem, I, 312; I, 315 y I, 394.<br />

66 Véase Brea, M., “Dona e Senhor nas cantigas de amor”, Estudios Románicos. Homenaje<br />

al profesor Luis Rubio. I. Murcia, Universidad de Murcia, 1987-1989, vol. 4, pp.<br />

149-170.<br />

67 Estimamos que la expresión camina, sobre todo, sobre una base económica que<br />

remontaría sus orígenes al derecho romano. “Dominus” sería el principal de la casa, de<br />

la domus, el que ejerce un poder paternal que paulatinamente se va extendiendo sobre<br />

otros elementos personales no vinculados necesariamente por lazos de parentesco, teniendo<br />

como elemento decisivo de ese poder la propiedad de la tierra. Ese elemento es

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