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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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476<br />

FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

y cualidades, moralmente por encima del hombre, dotada de atributos<br />

que la hacen la mejor criatura— 19 procede precisamente del acto mismo<br />

de la creación, de una decisión divina a fin de cuentas, con lo que trasgresión<br />

se ve reducida o eliminada. No es igual a las restantes criaturas.<br />

Es un bien al que hay que tender. Un barniz de naturalidad (es decir, de<br />

Dios) tiñe esa relación. Es, por tanto, también y a su manera un amor divino,<br />

siquiera indirectamente. En él se halla también ese plan, ese orden.<br />

El orden requiere derechos y requiere deberes, una alteridad que también<br />

se da en el campo amatorio. Pero el aspecto jurídico, con ser relevante,<br />

no lo es todo. No acaba de perfilar totalmente el canon. La literatura del<br />

amor cortés refleja probablemente el agotamiento de unos modelos sociales,<br />

de una juventud, la cortesana, que se siente aprisionada entre los<br />

estrechos márgenes de una moral, la cristiana, que ve en el matrimonio la<br />

única forma de dar salida a los deseos de la juventud, a pactos familiares<br />

en los que la voluntad de los mismos jóvenes es obviada, en donde se<br />

recorta gratuitamente su alma concupiscente, su sexualidad. 20 Muestra<br />

que el modelo del matrimonio canónico ha fracasado o no ha correspondido,<br />

a la totalidad de la población, beneficiarse del éxito de esa fórmula<br />

monogámica. 21<br />

Al margen de los modelos oficiales se produce una explosión, un deseo<br />

intenso de goce y ello lleva a la angustia y a la tristeza. Porque el amor,<br />

divino o humano, a fin de cuentas, implica siempre un alto nivel de de-<br />

19 Elemento constante en el pensamiento y en la literatura, esa señora que no es una<br />

criatura más, sino algo generado directamente por Dios o por la misma naturaleza. Véase<br />

Lida de Malkiel, M. R., “La dama como obra maestra de Dios (esbozo de un estudio de<br />

topología histórica y estructural)”, Romance Philology, vol. 28, núm. 3, febrero de 1975,<br />

pp. 267-324.<br />

20 El esquema de ese “amor cortesano”, dice G. Duby, sigue una serie de pautas, sin<br />

poder evitar deslizamientos y corrupciones a lo largo del siglo XII: un hombre joven, es<br />

decir, soltero y todavía en proceso de formación, asedia con intención de tomar a una<br />

dama, mujer casada, inaccesible, inexpugnable, “una mujer rodeada, protegida por las<br />

prohibiciones más estrictas erigidas por una sociedad de linajes cuyos cimientos eran<br />

las herencias que se transmitían por línea masculina, y que, en consecuencia, consideraba<br />

el adulterio de la esposa como la peor de las subversiones, amenazando con terribles<br />

castigos a su cómplice”. El peligro y el carácter de prueba de la relación cierran esta<br />

breve descripción de su esencia, en Duby, G., “A propósito del llamado amor cortés”, op.<br />

cit., nota 13, p. 67.<br />

21 Sobre la moralidad sexual dominante y también la juridicidad de allí derivada, véase<br />

Brundage, J. A., La ley, el sexo y la sociedad cristiana en la Europa medieval, México,<br />

Fondo de Cultura Económica, 2000.

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