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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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DE AMOR Y DE FEUDOS: LECTURA JURÍDICA 465<br />

la convivencia humana. Rob Riemen señala en una reciente introducción<br />

al trabajo de uno de los más grandes historiadores de la cultura de la actualidad,<br />

George Steiner, que la cultura (europea) se acaba sintetizando<br />

y resumiendo en las grandes ideas humanas, en esos grandes valores que<br />

forjan la civilización en la que vivimos. Así se busca o se pretende buscar<br />

la “aristocracia” del talento, la nobleza del espíritu, la de todos aquellos<br />

saberes que existen por y para ennoblecer el alma del ser humano, para<br />

que la misma humanidad descubra la forma más elevada de dignidad, se<br />

conozca a sí misma y pueda caminar hacia una perfección que cada día<br />

parece más lejana. Aquel conjunto de saberes, artes y técnicas que conforman<br />

un legado cultural del que debemos valernos para cultivar el alma<br />

y ser algo más de lo que somos también: simples animales bípedos. Una<br />

educación, concluye Riemen citando al propio Steiner, que “conduce a la<br />

dignitas que hay en el ser humano, a su regreso a su mejor yo”. 3 Ahí nace<br />

el Humanismo y, con él, la recuperación de la cultura como un instrumento<br />

por medio del cual encumbrar al hombre. Concebida la cultura como la<br />

realización, expresión y descubrimiento de esa dignidad humana a través<br />

del catálogo de respuestas que el hombre se da frente a las interrogantes<br />

que le plantea su existencia (física y espiritual), aquélla implica siempre<br />

un proceso de perfeccionamiento constante en el desarrollo humano. Por<br />

ende, hablamos de una realidad histórica. Es un logro que va avanzando<br />

poco a poco a lo largo del tiempo en un proceso inacabado e inacabable,<br />

que debe siempre conducir a alcanzar las más amplias cotas de superación<br />

en la vía que caminamos de cara a esa dignidad recuperada. Ahora bien,<br />

el derecho no se puede mantener al margen. Como parte de todo ese entramado<br />

cultural, el derecho se configura así como un diálogo colectivo y<br />

constante, sostenido por un consenso social impreciso, cambiante, como<br />

3 Cfr. Riemen, R., “La cultura como invitación”, en Steiner, G., La idea de Europa,<br />

Madrid, Siruela, 2005, pp. 24 y 25. Para concluir brillantemente que “la cultura no es<br />

más que una invitación, una invitación a cultivar la nobleza del espíritu. La cultura habla<br />

en voz baja: Du sollst dein Leben ändern. La sabiduría que ofrece se revela no solamente<br />

en palabras, sino también en hechos. Ser culto requiere mucho más que erudición y<br />

elocuencia. Más que ninguna otra cosa, significa cortesía y respeto. La cultura, como<br />

el amor, no posee la capacidad de exigir. No ofrece garantías. Y, sin embargo, la única<br />

oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos la ofrece la cultura,<br />

la educación liberal. Los artistas y los intelectuales no deben ser monarcas, no deben ni<br />

siquiera esforzarse en ser rey ni parte de una élite de poder. Pero una sociedad que ignore<br />

el ennoblecimiento del espíritu, una sociedad que no cultive las grandes ideas humanas,<br />

acabará, una vez más, en la violencia y en la autodestrucción”.

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