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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 407<br />

fragmentos del Antiguo Testamento aluden a esta regla de conducta mediante<br />

la vía de las prohibiciones, en su constitución negativa, por tanto,<br />

sin olvidar que nos movemos en esa Justicia de la retribución de la que<br />

hablaba Kelsen como característica de la religión judía, o, en poderosa<br />

expresión del Deuteronomio, de la venganza y la retribución. 42 El Dios<br />

poderoso, omnipotente, supremo legislador, supremo juez y comandante<br />

en jefe de su pueblo, elabora unas pautas de conducta que se traducen en<br />

un derecho humano esencialmente justo, perfecto, sagrado y eterno. La<br />

totalidad de la labor jurídica se refiere a un Dios, Yahvé, que a diferencia<br />

de otros pueblos ha manifestado y se ha manifestado a su propio pueblo<br />

elegido. El derecho no es un orden oculto, dependiente de oráculos y<br />

adivinos —aunque sí es eterno e inmutable—, cuyo contenido se deduce<br />

del orden cósmico y de la propia naturaleza del hombre; más bien, aquél<br />

es algo presentado por el mismo Dios, quien aparece en la historia para<br />

celebrar una alianza con el pueblo, alianza en la que Él es la parte poderosa,<br />

la que impone y dispone, la que marca cómo ha de desarrollarse ese<br />

contrato y las consecuencias de su incumplimiento. El punto de partida,<br />

la ley que se dice antigua, es el Decálogo, que pone de relieve también la<br />

incapacidad e inutilidad de diferenciar entre derecho divino, derecho natural<br />

y derecho positivo (ley), dado que todo es uno y lo mismo. Ese derecho<br />

en cuanto que orden es el que indica el camino para una purificación<br />

individual y colectiva de ese pueblo.<br />

Ahí se halla la justicia en su vertiente divina y humana. 43 Sin embargo,<br />

este Dios de venganza, que impone la ley del talión a su pueblo, 44 este<br />

42 Deuteronomio 32, 35.<br />

43 La justicia es propiedad de Yahvé, ligada a sus deseos, pero, al mismo tiempo, se<br />

proyecta sobre los hombres por cuanto implica acatamiento de esos deseos como vía<br />

indispensable para conseguir esa purificación moral que haga a cada uno de los hombres<br />

digno a los ojos de Dios. Cfr. Truyol y Serra, A., Historia de la filosofía del derecho y<br />

del Estado, t. 1: De los orígenes a la Baja Edad Media, 11a. ed., Madrid, Alianza Editorial,<br />

1992, p. 47: “Pero el sentido del vocablo rebasaba, para el israelita, el ámbito de<br />

lo que hoy constituye la moral y el derecho, abarcando también la esfera religiosa. Con<br />

esta amplitud, ofrece el concepto una doble dimensión, divina y humana. Por una parte,<br />

la justicia es referida a Dios como unos de sus atributos, y significa, en frase de G. del<br />

Vecchio, la infalible proporción y armonía intrínseca de sus deseos. Estos deseos son<br />

para el hombre norma suprema de conducta. Referida al hombre, la justicia consiste en la<br />

observancia integral de los mandamientos de Dios. En este sentido, la justicia equivale a<br />

la santidad, a la perfección religiosa y moral”.<br />

44 A modo de ejemplo y sin agotar los casos, véase Génesis 4, 23; Éxodo 20, 5; 21, 23; Levítico<br />

24, 17; 24, 19; Números 14, 35; Deuteronomio 19, 19; I Jueces 9, 56 y Salmos 139, 21.

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