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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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LA REGLA ÁUREA EN EL MUNDO MEDIEVAL 383<br />

sin más la eficacia poética de nuestras construcciones. Al símbolo hay que<br />

añadirle el sentimiento que va detrás de cada uno de ellos. Pero sin olvidar<br />

eso: la simbología que subyace en todo lenguaje, el componente mágico<br />

en cierta medida que posee la comunicación como el cauce más apto que<br />

permite superar el egoísmo y el individualismo. No en vano, Ludwig Wittgenstein,<br />

acaso el filósofo que mejor y más intensamente reflexionó sobre<br />

el valor del lenguaje en el pasado siglo XX, dejaba para la posteridad dos<br />

tremendas y definitivas frases con las que se iniciaba y concluía, respectivamente,<br />

una de su obras más conocidas. Leemos así en su Tractatus logico-philosophicus,<br />

concretamente en el prólogo, que “lo que siquiera puede<br />

ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay<br />

que callar”, 4 frase esta última que conforma el punto 7, conclusión de todo<br />

el proceso de razonamiento enrevesado, sumamente complejo, difícil, que el<br />

filósofo austriaco trataba de mostrar. 5 Así termina un libro decisivo y definitivo<br />

en el pensamiento occidental que trata de desarrollar una idea nuclear:<br />

el problema filosófico por excelencia es un problema de lenguaje y,<br />

por ende, de símbolos, signos y significados. Función de la filosofía más<br />

que superar los límites de lo pensable, es precisamente el deber de contribuir<br />

a la fijación de esos límites, a la separación de lo que se puede y de lo<br />

que no se puede pensar, toda vez que el medio por el que se hace esa expresión<br />

filosófica es el lenguaje y éste no permite decir lo inefable, lo inasible,<br />

lo innombrable. Fuera de aquellos límites, nada podemos alcanzar<br />

con seguridad porque nada puede ser nombrado y, por lo tanto, expresado,<br />

captado o comprendido. 6 La importancia del lenguaje se traduce en su<br />

utilidad extrínseca, pero asimismo en su utilidad intrínseca, en la importancia<br />

del recipiente que lo expresa, esto es, su forma, la totalidad de aquel<br />

conjunto encadenado, reglado y convencional de signos que empleamos<br />

casi inconscientemente para manifestar nuestros deseos, sentimientos,<br />

4 Cfr. Wittgenstein, L., Tractatus logico-philosophicus, Muñoz, Jacobo e Reguera,<br />

Isidoro (versión e introd.), Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 10 y 11: “Was sich überhaupt<br />

sagen lässt, lässt sich klar sagen; und wovon man nicho reden kann, darüber muss<br />

man schweigen”. Una breve síntesis de la evolución de este pensador puede consultarse<br />

en Fernández Brezmes, D. V., “La implicación pragmática del lenguaje: Wittgenstein”,<br />

Nexo. <strong>Revista</strong> de Filosofía, núm. 1, 2002, pp. 9-26.<br />

5 Cfr. Wittgenstein, L., Tractatus…, cit., nota 4, § 7, pp. 182 y 183.<br />

6 Como bien dice Wittgenstein, a los objetos solamente se les puede nombrar y los<br />

signos, en suma, hacen las veces de ellos. Solamente se puede hablar de ellos, no expresarlos.<br />

Una proposición nos dirá cómo es un objeto, no lo que realmente es. Cfr. ibidem,<br />

§. 3. 221, pp. 34 y 35.

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