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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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302<br />

FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

inmediato, es el que cobra protagonismo: la ira regia, las sanciones pecuniarias,<br />

los castigos físicos, son ahora los garantes indispensables de la<br />

normativa estricta, de la dura lex. A lo sumo se puede recurrir, más que<br />

nada como argumento retórico, a la ira de Dios, pero lo realmente importante<br />

en ese preciso instante es la inmanencia, no la trascendencia. 331<br />

El derecho es ahora labor de los hombres, mientras que la justicia, ese<br />

ideal al que se aspira, queda ya recluido en manos de Dios. Comienza una<br />

tímida secularización, al menos en lo que se refiere a la materialización<br />

práctica del derecho, no en su fundamentación que sigue siendo divina.<br />

Los lazos del derecho común —ese derecho casi perfecto y pleno que se<br />

nutre de su propia lógica y argumentación—, empezaron a dominar la<br />

casi totalidad de Europa occidental. El papel de Dios pasó a un segundo<br />

plano y fue el derecho creado por los hombres el que acabó por extenderse<br />

a lo largo y ancho de la antigua cristiandad. La religiosidad se disipó<br />

y el lenguaje bíblico dio paso a un lenguaje más humano, más atento a<br />

331 Así, en Fernando III, núms. 753, 754, 755, 756, 761, 762, 763, 764, 789, 812, 820,<br />

821, 825 y 827, donde solamente se invoca la ira de Dios y la del rey; o núms. 813, 816,<br />

822, 824, 839, 841 y 843. Su hijo, Alfonso X, apenas modifica el panorama: entre los<br />

años 1250 y 1255, su documentación va ocultado la estela sacra, presente por medio de<br />

invocaciones a la ira de Dios, maldiciones divinas, excomuniones y Judas, como se puede<br />

ver en Alfonso X Murcia, núm. 1, 1241, p. 1; núm. 2, 1243, p. 3; núm. 3, 1243, p. 4; núm.<br />

7, 1245, p. 8; núm. 8, 1245, p. 10; núm 9, 1246, p. 13; y núm. 14, 1252, pp. 22 y 23; y Alfonso<br />

X Andalucía, núm. 1, 1243, p. 3; y núm. 2, 1248, p. 4, documentación que va dando<br />

paso a sanciones más terrenales, en el sentido que se expresa, verbigracia, un privilegio<br />

dado a Cartagena: “Et mandamos et deffendemos que ninguno non sea osado de ir contra<br />

este priuilegio pora crebrantarlo nin pora minguarlo en ninguna cosa, ca qualquier que<br />

lo fiziesse aurie la nuestra ira et pecharnos y e en coto dos mil morauedis et al conceio<br />

de Cartagena o a qui en su uoz touiesse todo el danno doblado”, en Alfonso X Murcia,<br />

núm. 79, 1267, pp. 94 y 95. Lo mismo sucede en la mayor parte de los documentos de<br />

Jaime I, otro monarca igualmente poderoso e igualmente amparado en el derecho común<br />

para profundizar en el contenido del poder regio: la ira e indignación regias pueblan sus<br />

textos, en Jaime I, núms. 4, 8, 16, 18, 22, 29, 34, 40, 60, 61, 80, 83, 84, 86, 89, 100, 104,<br />

106, 115, 130, 144, 145, 182 y 223. Poco más añade Huici, Jaime I, vol. I, núm. 40, 1224,<br />

pp. 84 y 85: “Quicunque autem vestrum in hoc inventus fuerit tepidus vel remissus iram<br />

et indignacionem Dei omnipotentis et nostram et penam aliam, secundum motum animi<br />

nostri, se noverit incursurum”; y núm. 64, 1228, p. 131: “Sciant autem huius irrevocabilis<br />

concessionis atque largicionis violatores, se iram et indignacionem omnipotentis Dei incursuros<br />

et a nobis in rebus et corporibus absque remedio aliquo ferituros”. Colecciones<br />

diplomáticas de procedencia municipal certifican, mejor que cualquier otra cosa, este<br />

tránsito a otra religiosidad, como los casos de Sepúlveda, Riaza y Cuéllar, en cuyos documentos<br />

desde mediados del siglo XIII, desaparece cualquier referencia bíblica, salvo<br />

alguna esporádica presencia de la ira de Dios.

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