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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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232<br />

FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

tan importante es Dios como el diablo en tanto este segundo sirve para<br />

reforzar las cualidades de Aquél. Dios y el diablo se oponen en todas<br />

las cualidades, en todos los ámbitos, y luchan por la dominación de los<br />

cielos y de la tierra, asistiendo el hombre, como convidado de piedra,<br />

a esa pugna de dimensiones milenarias, si bien es aquél el bocado más<br />

apetecido, el objeto último de las luchas entre los dos poderes, el botín<br />

deseado, lo que se pone de manifiesto a lo largo de la vida de la criatura<br />

y, sobre todo, en el momento crepuscular de su muerte. 108<br />

Ambos se necesitan porque el combate entre el bien y el mal es lo que<br />

caracteriza la historia de la humanidad y son los representantes egregios<br />

de cada una de esas posiciones respectivas los que identifican lo bueno<br />

absoluto y lo malo absoluto. Nuevamente afloran los ecos de Agustín de<br />

Hipona. Dios se identifica, ya lo hemos visto, con el derecho y con la justicia.<br />

El diablo se opone, por tanto, a esta identificación: es la injusticia,<br />

es el error, es la ausencia de juridicidad. No sorprende, pues, que el que<br />

incumpla algún mandato jurídico, dice un documento del monasterio de<br />

Sahagun, “non habeat parte in lege Domini”. 109 El pecado del diablo es el<br />

más grave dentro del catálogo de pecados capitales: su soberbia lo llevó<br />

108 En este sentido, la aparición del diablo, dice Le Goff, adopta dos formas clásicas: el<br />

seductor, con apariencias engañadoras y atrayentes, y el perseguidor, ahora con su aspecto<br />

más terrorífico, dirigido en ambos casos al hombre, objeto real de la disputa que suele<br />

tener como escenario su propia muerte, momento de la suprema tentación. Satán, por un<br />

lado, y San Miguel, por el otro, lugarteniente de Dios (para eludir la visión maniquea)<br />

tratan de llevarse el alma del difunto a sus respectivos dominios. Cfr. Le Goff, J., La civilización<br />

del Occidente medieval, cit., nota 5, pp. 226 y 227. A mayor abundamiento sobre<br />

las representaciones del diablo, véase voz “Teufel”, Lexikon für Theologie und Kirche,<br />

2a. ed., Friburgo, Herder, 1965, t. X, pp. 1-5; voz “Gott”, Lexikon des Mittelalters, cit.,<br />

nota 88, t. IV, cols. 1.581-1.583; y voz “Teufel”, en ibidem, t. VIII, cols. 578-591; Le<br />

Goff, J. y Schmitt, J. C. (eds.), Diccionario razonado del Occidente medieval, Madrid,<br />

Akal, 2003, voz “Diablo”, pp. 212-220; y voz “Dios”, pp. 221-231; y Seibt, F., La fundación<br />

de Europa. Informe provisional sobre los últimos mil años, Barcelona, Paidós, 2004,<br />

pp. 301-306.<br />

109 Sahagún II, núm. 712, 1072, p. 437. Más casos en Gradefes, núm. 40, 1137, p. 61:<br />

“Et sit scomunicatus a fide et a lege Christi xeparatus non abeat parte cum Deus protectore<br />

set cum Iudas proditore in eterna dampnacione, amen”; núm. 68, 1151, p. 95: “In<br />

primis sedeat excomunicatus et a lege Dei segregatus et cum Iuda in inferno damnatus”;<br />

y núm. 86, 1151-1157, p. 118: “Sit excomunicatus a fide et a lege Christi separatus”;<br />

Sahagún IV, núm. 1.311, 1151, p. 230: “Et si aliquis homo, tam de propinquis quam de<br />

extraneis, quisquis ille fuerit qui talia comiderit et nostrum scriptum frangere quesierit,<br />

imprimis sedeat excomunicatus et ad lege Dei segregatus et cum Iuda traditore in inferno<br />

dampnatus”.

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