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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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ET CUM JUDA TRADITORE DOMINI: LENGUAJE BÍBLICO 211<br />

Éste no recibe sin más los mandatos de Dios o de sus vicarios, sino que le<br />

impone algo más. El hombre, ser más perfecto de la creación, está llamado<br />

a dominarla. Dominio que no es gratuito, dominio que implica cargas,<br />

obligaciones, contraprestaciones. El hombre tiene ese poder, resultado<br />

de su creación a imagen y semejanza de Dios. El hombre ha de hacer eso<br />

que Dios le impone porque es la única vía para alcanzar la felicidad perfecta<br />

propuesta por la divinidad. Pero, al mismo tiempo, se le exige una<br />

cierta lealtad a la obra divina, una fidelidad porque este concepto, la fides,<br />

es capital para entender la conformación de todas las relaciones cruzadas<br />

de poder que emergen en el Medievo. Hay aspectos donde emerge de<br />

manera nítida: el feudalismo, esa especie de pedagogía de la sumisión,<br />

se construye sobre esta base de las relaciones leales entre un señor y un<br />

vasallo. Pero por elevación o extensión, todo el conjunto de relaciones<br />

que aparecen en el Medievo nacen de esa fidelidad en última instancia.<br />

Y esa fidelidad, no podía ser de otro modo, no está separada de las consideraciones<br />

religiosas. Antes bien, al contrario, se imbrica nuevamente<br />

en la religiosidad imperante. Creencia, lealtad, confianza, aparecen unidos<br />

sin posibilidad alguna de separación, porque lo primero implica lo<br />

segundo y así sucesivamente. La creencia religiosa, la inexistencia de<br />

dudas, el ciego seguimiento de una doctrina (la única verdadera, la única<br />

importante), forjan auténticos soldados espirituales, prestos a soportar<br />

cualquier forma de sacrificio. La base de la cristiandad no es tanto política<br />

como espiritual, no nace tanto de la potestad como de la autoridad<br />

derivada de la verdad. El martirio sería el resultado lógico final. La fe es,<br />

decía García-Pelayo, la creencia en la Revelación, es lo firme, lo verdadero,<br />

lo que ha de venir, “la convicción de lo que no se ve pero que es<br />

lo cierto porque será”. 79 Esa fe en Cristo se transforma en una suerte de<br />

lealtad mística, en el elemento que sirve de calificación y de clasificación<br />

de todos los seres humanos. Lealtad que se debe a Dios, a toda su obra y<br />

a todos sus representantes y que hallará en la Biblia numerosos ejemplos<br />

con los que son comparados los más célebres reyes medievales. 80 Por<br />

79 Cfr. García-Pelayo, M., “El Reino de Dios, arquetipo político”, cit., nota 21, p. 292.<br />

Es San Pablo en sus epístolas el que sirve de modelo asimismo para observar las ramificaciones<br />

de la fe, origen, por ejemplo, de la lealtad, la confianza, el valor, el sacrificio, la<br />

fortaleza o la esperanza. Se trata de la virtud capital y de ella arrancan todas las demás,<br />

en el campo teológico. En especial, véanse pp. 292 y ss.<br />

80 Véase Schramm, P. E., “Das Alte und das Neue Testament in der Staatslehre und<br />

Staatssymbolik des Mittelalters”, La Bibbia nell’Alto Medioevo. Settimana di Studi di<br />

Spoleto, Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1963, pp. 229-255.

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