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Untitled - Revista Pensamiento Penal

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FAUSTINO MARTÍNEZ MARTÍNEZ<br />

sas, las más reputadas y célebres del momento. Es ésta la primera parte de<br />

la obra que se publicará en el año 1532, como ya se ha visto. En el Prólogo,<br />

aparece una primera mención al mundo del derecho. El autor, en el afán por<br />

popularizar su obra, quiere que la misma se transmita “como si se tratara de<br />

una doctrina religiosa secreta”. Pero existe un problema para ello: “…porque<br />

hay en esto más fruto de lo que piensa esa caterva de fanfarrones empingorotados,<br />

que no entiende más de estos agradables entretenimientos<br />

que de lo que hace Raclet en el Instituto”, 97 alusión a un conocido profesor<br />

de la época, Reneberto Raclif, de la universidad de Dole, cuyo conocimiento<br />

de la obra de Justiniano dejaba mucho que desear.<br />

Una vez adolescente, Pantagruel comienza una peregrinación en busca<br />

del conocimiento, del saber jurídico. Poitiers, La Rochelle, Burdeos, Toulouse.<br />

Frecuenta varias universidades, dentro de las que debemos destacar<br />

la de Montpellier, donde comienza su periplo como jurista, a tenor de su<br />

propia confesión: “…y pasó a estudiar leyes; al ver que allí no había más<br />

que levantiscos y enredadores y una caterva de legistas, se marchó también”.<br />

98 Llega a Avignon, pasa por Valence y Angers, hasta que concluye<br />

su periplo en Bourges, el gran centro jurídico de la renovación francesa del<br />

momento. Su peregrinación recuerda un poco a la del propio Rabelais. Se<br />

puede hablar de un auténtico “rito iniciático”, de varias fases y en varios lugares,<br />

iniciación en el campo jurídico, que se va desarrollando in crescendo<br />

hasta llegar a su culminación cuando es nombrado juez en unos capítulos<br />

que desarrollaré más adelante, momento cenital en el que se alcanza el<br />

punto culminante de toda carrera jurídica: se ha convertido en el sumo<br />

sacerdote del derecho, el encargado de desarrollar la actuación más relevante,<br />

esto es, la aplicación particularizada de las normas. La visión, por<br />

tanto, recuerda a esa idea del jurista como sacerdos iuris, tan querida en el<br />

pensamiento medieval, un oficio que no se adquiere de repente, sino que se<br />

va desarrollando de forma sucesiva a través de la adquisición de nuevos y<br />

plurales saberes, con el derecho como eje final de toda la construcción. En<br />

Bourges, se da cuenta de que los libros jurídicos son auténticos desperdicios,<br />

no por su contenido, sino por la corrupción a que se ha visto sometida<br />

por la interpretación distorsionadora, cuyo ejemplo más paradigmático es<br />

la glosa de Accursio. Las palabras de Rabelais son lo suficientemente expresivas<br />

para abundar en mayores reflexiones. Reivindica el texto primige-<br />

97 Ibidem, Libro II, prólogo, p. 95.<br />

98 Ibidem, Libro II, capítulo V, p. 105.

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