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Francisco Garay - Bizkaiko Batzar Nagusiak

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CAPÍTULO XVI<br />

Frente a frente con Cortés.<br />

La muerte de <strong>Garay</strong><br />

<strong>Francisco</strong> de <strong>Garay</strong> El primer gran explorador vasco 133<br />

La versión que Bernal Díez del Castillo hace del encuentro entre <strong>Garay</strong> y Cortés raya la caricatura<br />

en algunos pasajes -por la parodia y ensalzamiento que hace de uno y otro-; pero nos servirá<br />

para aproximarnos a los últimos días de <strong>Garay</strong>. Cuenta Díez del Castillo que <strong>Garay</strong> envió a sus<br />

criados Pedro Cano y Juan Ochoa con varias cartas para Cortés, con indicación de que le fueran<br />

entregadas antes de la entrevista. En ellas relataba sus viajes y trabajos y le encomendaba su<br />

honra y estado, reconociendo que sin su ayuda no podría continuar su empresa. También dice<br />

que Cortés sintió lástima al leerlas y que, dado que <strong>Garay</strong> tenía grandes amigos entre sus más<br />

destacados ofi ciales, como Pedro de Alvarado, Diego de Ocampo, Gonzalo de Sandoval y fray<br />

Bartolomé de Olmedo, quienes “habían a Cortés suplicando por las cosas de <strong>Garay</strong>”, no sólo accedió<br />

a que aquel viniese sino que ordenó que por el camino se le proveyese de cuanto pudiese<br />

necesitar, invitándole a un banquete en Tecuzco. Cuando llegó <strong>Garay</strong> a México, quedó espantado<br />

de ver tantas ciudades y más aún cuando vio la gran ciudad de México. Aquí Cortés lo llevó<br />

a sus palacios y le ofreció ayuda para remediar sus desdichas, pero <strong>Garay</strong> prefi rió hospedarse<br />

en casa de un antiguo criado suyo de Jamaica -muy gran amigo, según Bernal Díaz-, llamado<br />

Alonso de Villanueva. Suponemos que en ella se sentiría más seguro que en la de Cortés.<br />

En México también se hallaba Pánfi lo de Narváez, quien aprovechó la circunstancia para<br />

visitar a <strong>Garay</strong> y tener alguien con quien compartir sus desdichas. La conversación mantenida<br />

entre ambos es, en la pluma de Díaz del Castillo, estrambótica, especialmente cuando<br />

los describe comparando a Cortés con Octavio, Julio César y Aníbal.<br />

Es imposible saber si en algún momento <strong>Garay</strong> llegó a pensar que Cortés actuaba de buena<br />

fe; el caso es que creyó tener la sufi ciente infl uencia sobre aquel como para pedirle<br />

que dejase en libertad a Narváez. Lo curioso es que Cortés no sólo accedió a ello sino que,<br />

junto a la libertad, regaló a Narváez dos mil pesos de oro.<br />

A los cuatro días de estancia, fray Bartolomé de Olmedo intervino para que la amistad<br />

entre <strong>Garay</strong> y Cortés se mantuviese fi rme y duradera, y propuso que una hija ilegítima de<br />

Cortés -llamada por el apellido de la madre Catalina Pizarro- 159 casase con el mayorazgo<br />

de <strong>Garay</strong>, en lo que ambos convinieron. Cortés le prometió capitanes, soldados y lo que<br />

159 A.G.I. PATRONATO,16,N.2,R.2. Año 1524. Cortés solicitó merced a S.M. de varios pueblos entre los cuales cita el de Chinanta en los<br />

siguientes términos: “Chinanta, que señale a una hija por dote suyo y con esto la case con el hijo mayorazgo del adelantado Françisco de <strong>Garay</strong>”.<br />

Años después Catalina Pizarro (n. 1514 aprox.) reclamaría ciertos derechos sobre los pueblos de Chimán y Caltepeque (en A.G.I. AUTOS<br />

FISCALES.MÉXICO,JUSTICIA,1019).

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