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Francisco Garay - Bizkaiko Batzar Nagusiak

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<strong>Francisco</strong> de <strong>Garay</strong> El primer gran explorador vasco 111<br />

<strong>Garay</strong> envió a Gonzalo Docampo con un bergantín y cien hombres para que indagase<br />

río arriba. Este remontó la corriente quince leguas y volvió al cuarto día afi rmando que la<br />

tierra no era buena para poblar en ella, además de encontrarse deshabitada. Reunida la<br />

gente, decidieron por acuerdo general avanzar hacia el río Pánuco, en dirección a México,<br />

es decir, a enfrentarse con Cortés.<br />

Fue en este momento cuando, según Bernal Díaz, <strong>Garay</strong> decidió fundar la villa que llamó<br />

<strong>Garay</strong>ana, y no -como ya dijimos- poco antes de que partiese de Cuba. A continuación<br />

arengó a sus tropas y tomó el juramento de que no desampararían sus banderas 138 .<br />

<strong>Garay</strong> hizo desembarcar a los hombres de armas, unos cuatrocientos infantes y ciento<br />

veinte de a caballo, para avanzar con ellos por tierra, llevando únicamente los pertrechos<br />

indispensables. Ordenó a Grijalva que les siguiese con los barcos por la costa manteniéndoles<br />

abastecidos. Posiblemente, con esta decisión perseguía ir reconociendo el territorio<br />

y, si se diese la ocasión, establecer alguna población; pero jamás pudo llegar a imaginar<br />

que el camino que tenían por delante fuese a resultar tan difi cultoso como posteriormente<br />

fue. Así, para cuando llegó a su destino, el ejército se hallaba severamente castigado, en<br />

estado lamentable y con su espíritu combativo claramente disminuido.<br />

Las tropas de <strong>Garay</strong> anduvieron durante tres días en orden de guerra, sin apartarse de<br />

la costa de la mar, arrastrándose entre ciénagas, hasta que dieron en un gran río -al que<br />

pusieron por nombre Montealto- que cruzaron en balsas construidas por ellos y en unas<br />

canoas que hallaron abandonadas. Pasado este río y después de rodear una gran laguna<br />

llegaron a un pueblo que aquel mismo día había sido abandonado por los indígenas,<br />

donde encontraron algunas provisiones -maíz, gallinas y guayabas-. Consiguieron apresar<br />

ciertos indios de Chila que entendían la lengua mexicana, a los que, después de hacerles<br />

ciertos regalos, se envió como mensajeros a otros pueblos cercanos para que les recibiesen<br />

en paz. En efecto, <strong>Garay</strong> y los suyos fueron bien recibidos por indios que vivían<br />

más allá de una gran ciénaga, donde permanecieron tres días obsequiados con pan, fruta,<br />

gallinas y ansarones que tomaron en las lagunas. Al cuarto día reemprendieron la marcha<br />

y cruzaron un gran río -que a nuestro entender se trataría, ahora sí, del de Soto de la Marina-,<br />

gracias a las canoas que les procuraron indios amigos, aunque no sin difi cultades,<br />

como demuestra el hecho de que se ahogasen ocho caballos. Más tarde sortearon unos<br />

“lagunajos”, que hubiesen sido trampa mortal de haber tropezado con gente de guerra y,<br />

fi nalmente, llegaron a las proximidades del río Pánuco.<br />

El testimonio de un participante en la aventura, Juan de Ojeda, aporta pocos más datos a<br />

lo expuesto, salvo constatar las penalidades del camino. Contaba que, tras tomar tierra en<br />

el río de las Palmas “que es tierra despoblada y desierta”, fueron por la costa de la mar hasta<br />

138 “...acordó el <strong>Garay</strong> de tomar juramento a todos sus soldados que no le desampararían sus banderas, e que le obedecerían como a tal capitán<br />

general, e nombró alcaldes y regidores y todo lo perteneciente a una villa; dijo que se había de nombrar la villa <strong>Garay</strong>ana...” (CASTILLO,<br />

BERNAL DÍAZ. “Verdadera Historia...”. Pág. 213).

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