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La reprobación que yo he manifestado aquí
repetidas veces a propósito de los asesinatos
de mujeres, empieza a traducirse en
la prensa y acaso en las conciencias, y un
cronista escribe, humorísticamente, que
aún quedan en Madrid, a estas fechas,
unas diez y seis o diez y siete mujeres sin
degollar. 12
Ante esta situación, doña Emilia abogó por
que se terminase con la impunidad y se endureciesen
los castigos, primer paso necesario
para que este tipo de violencia comenzase a
menguar. En su opinión, el hecho de que tras
cometer un crimen no se tomasen medidas legales
contra los asesinos era un aliciente para
aquellos a los que, por cualquier motivo, por
supuesto nunca justificado, les rondase la idea
de dar muerte a su mujer. Cual si de una pandemia
se tratase, Pardo Bazán creía que como
los verdugos sabían que el “mujericidio” salía
barato, en el sentido de que no serían juzgados
por ello, podrían llevar a cabo sus crímenes
con total libertad y tranquilidad:
La lenidad de los que tienen por misión juzgar
estos crímenes trae su repetición, los
pone de moda. No sé gran cosa de derecho
penal, pero sé algo del corazón humano; la
psicología me interesa, observo, escucho y
anoto: y estoy convencida de que los criminales,
como todo el mundo -y lo demás
son paradojas hueras- temen bastante a las
consecuencias de sus actos, y se arrojan
más fácilmente a cometerlos si creen que
no les va en ello la vida, ni aun la reclusión
perpetua. Si el sexo de la víctima se tomara
en cuenta como agravante o atenuante; si el
despachar a una infeliz mujer no saliese tan
barato..., menos veríamos de estas cobardes
tragedias. 13
12 Emilia Pardo Bazán, La Ilustración Artística, nº 1335, 29-
VII-1907, p. 490.
13 Emilia Pardo Bazán, La Ilustración Artística, nº 1335, 29-
VII-1907, p. 490.
La imagen de las mujeres en la literatura española del siglo xix: Emilia Pardo Bazán
Las huellas de Emilia Pardo
Bazán en el movimiento feminista
español
La lucha emancipadora de la mujer española
iniciada en el siglo xix aún se mantiene efervescente
en nuestros días, formando Emilia
Pardo Bazán una parte ineludible del movimiento
feminista español junto a otras escritoras
como Fernán Caballero, Gertrudis Gómez
de Avellaneda y Rosalía de Castro. Cada una
de estas mujeres, con su particular idiosincrasia,
se dedicó a hacer obra y dejó una huella
indeleble dentro del movimiento feminista español
que la Pardo Bazán mantuvo con gran
ardor.
La atmósfera de desasosiego e inestabilidad
política y económica en que se desarrolló
la vida española del siglo xix, contribuyó, en
parte, a que la cuestión feminista comenzase
a desarrollarse y a que se le prestase alguna
importancia. Hasta mediados del siglo xix,
la mujer se consideraba como la compañera
del hombre, cuyo deber se suscribía a ser una
buena esposa, buena madre y buena ama de
casa. Por primera vez en 1820, se creó en Madrid
la Escuela Lancasteriana femenina, que
se basaba en los principios pedagógicos del
inglés Lancaster, observándose así un intento
preliminar de iniciar la educación de la mujer.
El despertar de las españolas en el siglo decimonónico
se llevó a cabo paulatinamente,
pero poco a poco se ha incorporado a las nuevas
corrientes sociales.
La cuestión feminista desde hace unos
años ha tomado carácter universal. Así pues,
se han producido cambios psicológicos y sociológicos
de gran envergadura y tras el aletargamiento
de la hembra ha surgido un nuevo
despertar en todo lo que concierne a los derechos
de la mujer en la sociedad. Los grandes
cambios sociales han logrado romper con lo
tradicional, y de una sociedad dominada por
el género masculino, se ha ido transformando
en una sociedad mixta. La mujer se inició en
Esdrújula. Revista de filología 161