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allí encontraron a un hombre joven, y muy bello<br />

a pesar de su aspecto descuidado, que suplicaba<br />

refugio ante la tormenta de nieve que se<br />

avecinaba” (Matute, 2000: 86). Cuando Aranmanoth<br />

le pregunta por el nombre, la respuesta<br />

del hombre se reviste de un tinte agnóstico y<br />

mítico ya conocido para el lector:<br />

–Me llamo un nombre distinto allá donde<br />

voy –contestó tras secarse con el dorso de<br />

la mano los labios mojados en un ademán<br />

que no estaba bien visto entre los moradores<br />

de la casa.<br />

–¿Por qué? –preguntó Windumanoth.<br />

–Porque yo soy aquello que las gentes sueñan,<br />

o desean, o recuerdan. Por eso, allí<br />

donde voy, recibo un nombre distinto.<br />

–¿Y aquí qué nombre traes? –le preguntaron<br />

los muchachos al unísono.<br />

–Aún no lo sé –dijo el muchacho tras una pequeña<br />

vacilación–. La verdad –y sonrió con<br />

ligera picardía –es que no lo sé, aunque si lo<br />

supiera no lo diría. Si os sirve de algo, os diré<br />

que podréis llamarme el poeta (ibídem).<br />

Las expresiones de “yo soy aquello que las<br />

gentes sueñan, o desean, o recuerdan” señalan<br />

casi explícitamente que el significado simbólico<br />

de este personaje está vinculado a los elementos<br />

más esenciales de la psique humana –el “símismo”,<br />

y la frase “Me llamo un nombre distinto<br />

allá donde voy” insinúa el cuestionamiento de la<br />

verdadera identidad y edad del personaje a pesar<br />

de la juventud física que representa, es decir,<br />

el carácter “simultáneamente joven y viejo”,<br />

y la actitud de incógnita que potencia la mezcla<br />

de sabiduría y agnosticismo observada en otros<br />

personajes vuelve a notarse: “La verdad –y sonrió<br />

con ligera picardía –es que no lo sé, aunque<br />

si lo supiera no lo diría.”<br />

Cabe destacar que una imagen simbólica<br />

observada en esta obra enriquece la técnica<br />

que Ana María Matute dedica a la descripción<br />

de lo inconsciente. El espacio de lo inconsciente<br />

se metamorfosea en “el más profundo y os-<br />

El arquetipo del “Sí-mismo” en la obra fantástica de Ana María Matute<br />

curo corazón del bosque” (op.cit., p. 98), y en<br />

la obra no faltan otras descripciones que señalan<br />

esta asimilación entre el bosque y lo inconsciente<br />

humano, como por ejemplo: “El bosque<br />

era otro. Era un territorio que, de improviso, se<br />

apoderaba del rumor y del olor de la más remota<br />

memoria” (ibídem), y la descripción sobre el<br />

“Gran Señor del Bosque”: “Y entonces algo se<br />

levantó ante los ojos de Aranmanoth, algo que<br />

parecía provenir de sus primeros recuerdos o<br />

de una memoria que, tal vez, existía desde antes<br />

de su nacimiento” (ibídem).<br />

El mismo “Árbol de la vida” se puede interpretar<br />

también como la forma materializada y simbólica<br />

del “sí-mismo” y coincide con la forma del<br />

“espíritu de la naturaleza” jungiana, ya que forma<br />

parte del centro del bosque, –la naturaleza–,<br />

y contiene todo el conjunto de los significados<br />

transmitidos por la misma imagen del bosque:<br />

–Lo único cierto es que estás ante el Rey<br />

del Bosque…, y ¿sabes una cosa? En él<br />

anidan nuestros más oscuros sueños. Con<br />

toda sinceridad te diré que si este árbol<br />

es venerado es porque en él se depositan<br />

todos los deseos, la ira, el amor y la desesperación<br />

de los humanos. Pero también<br />

la esperanza. Y por eso verás lo que verás<br />

esta noche (op.cit., p. 99).<br />

Bajo este árbol y con la explicación del poeta<br />

mítico, ambos como símbolos del “sí-mismo”,<br />

se revela al protagonista adolescente -por medio<br />

de unas ilusiones fantásticas y oníricas- la<br />

parte oscura del “corazón humano” (op.cit., p.<br />

95) como “la confusión, el terror y la soledad de<br />

la especie humana” (op.cit., p. 100). Esta anécdota<br />

tiene una función enlazadora en la estructuración<br />

novelesca, porque no sólo significa la<br />

terminación de la etapa infantil de Aranmanoth,<br />

sino que también insinúa el final trágico de las<br />

aventuras de búsqueda que los protagonistas<br />

emprenderán en el siguiente episodio, al tiempo<br />

que enfatiza el ambiente depresivo del orden<br />

humano que supone una amenaza cons-<br />

Esdrújula. Revista de filología 153

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