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de Chejov, “no se debe introducir un rifle cargado<br />

en un escenario si no se tiene intención<br />

de dispararlo”, aparece repetidas veces: teñida<br />

de tintes de advertencia, en muchas ocasiones<br />

casi proféticamente. Varios fragmentos de la<br />

obra de Chejov se exhiben también en 1Q84:<br />

Tengo, uno de los protagonistas, los lee en voz<br />

alta y reflexiona sobre ellos. Pero, en mi opinión,<br />

una de las más sobresalientes intertextualidades<br />

con las que juega Murakami es con el 1984<br />

de George Orwell. La relación se observa ya<br />

desde el primer momento, pero lo verdaderamente<br />

interesante es la paradoja que consigue<br />

establecer entre ambas obras: en el 1984 de<br />

Orwell nos encontramos con un gobierno totalitario,<br />

dirigido por El Gran Hermano – The Big<br />

Brother en el original -, un hombre que nadie<br />

sabe si existe o no, una suerte de divinidad política<br />

que deriva en un culto extremo a su personalidad.<br />

Su imagen aparece reproducida en<br />

todas partes, en carteles de gran tamaño: su<br />

rostro, enorme, magnificente, contempla al protagonista,<br />

Winston Smith, el último hombre de<br />

Europa, desde todos los rincones. En el 1Q84<br />

de Haruki Murakami, la imagen del Gran Hermano<br />

aparece deformada en The Little People,<br />

que podríamos traducir como “la gente pequeña”.<br />

Ahora el poder no lo detenta un hombre<br />

enorme sino unos diminutos seres que se trasladan<br />

a la realidad, para más inri, a través de<br />

una novela. En 1Q84, el punto de inflexión se<br />

produce cuando Tengo finaliza la corrección de<br />

una novela y los hechos que en esta se narran<br />

comienzan a hacerse realidad. ¿Las conexiones<br />

entre literatura y realidad se difuminan o se<br />

refuerzan? Esta incógnita mantiene al lector en<br />

vilo y lo anima a leer y leer para descubrir si los<br />

protagonistas también acabarán amando al Big<br />

Brother o, en su defecto, a la Little People.<br />

La figura de Kafka también es importante a<br />

la hora de analizar a Murakami, sobre todo a<br />

la hora de narrar. Gregor Samsa, protagonista<br />

de La Metamorfosis, al despertar convertido en<br />

una cucaracha gigante, se preocupa porque<br />

llega tarde al trabajo. Esta es la técnica que<br />

Realidad, magia y literatura en Haruki Murakami<br />

utiliza Murakami para poner al lector a prueba:<br />

quien se acerque a Murakami ha de convertirse,<br />

momentáneamente, en Gregor Samsa y<br />

aceptar con total tranquilidad los hechos más<br />

extraños. Retomando las ideas expuestas anteriormente,<br />

Murakami consigue imbuir al lector<br />

en una “rutina mágica” de lo más sobrenatural.<br />

Encontramos, también, paralelismos entre<br />

sus propias novelas, que refuerzan esa estética<br />

acumulativa ya mencionada anteriormente.<br />

Elementos que se repiten constantemente: Murakami<br />

presta siempre mucha atención a la forma<br />

de las orejas de sus personajes femeninos,<br />

por ejemplo. Un elemento compartido importante<br />

entre Kafka en la orilla y 1Q84 – y muchas<br />

otras, como El fin del mundo y un despiadado<br />

país de las maravillas - es el escenario del<br />

bosque, como lugar inhóspito y de complicado<br />

acceso y que, aun así, atrae al protagonista.<br />

Así, valiéndose de una serie de ingredientes,<br />

tanto pequeños homenajes a otros autores<br />

como una reincidencia en símbolos propios,<br />

Murakami crea un universo, una galaxia de la<br />

que el lector no puede escapar.<br />

Humorismo y ambigüedades<br />

Otra señal que caracteriza la obra del autor<br />

japonés es su humorismo. Luis Beltrán (2002)<br />

afirma que “las estéticas de la risa forman parte<br />

de la faz alegre y vital del mundo […] (La risa)<br />

No marca las distancias. Al revés, las destruye.<br />

[…] La risa presenta la dimensión igualitaria y<br />

libre del mundo.” Si seguimos esta teoría, se<br />

deduce que la risa supone la pervivencia de la<br />

tradición en el mundo “serio”, “elevado”. Aparece<br />

ante nosotros un nuevo dualismo: seriedad-risa.<br />

Y Murakami va a saber aprovecharlo.<br />

Lo hace a través de conversaciones absurdas<br />

de los personajes y una ironía sagaz que hace<br />

que, por ejemplo, en Kafka en la orilla, un camionero<br />

como es Oshino hable de filosofía con<br />

un ente que dice ser sólo concepto y que se<br />

aparece bajo la forma del logotipo de un negocio<br />

internacional de comida basura.<br />

Esdrújula. Revista de filología 143

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