Discurso inaugural de la Universidad Nacional - Libros UNAM
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ables unas, apolilladas otras; ellos echaron al cesto las reliquias de trapo, las borlas doctorales, los registros añejos en que constaba que la Real y Pontificia Universidad no había tenido ni una sola idea propia, ni realizado un solo acto trascendental a la vida del intelecto mexicano; no había hecho más que argüir y redargüir en aparatosos ejercicios de gimnástica mental, en presencia de arzobispos y virreyes, durante trescientos años. No puede, pues, la Universidad que hoy nace, tener nada de común con la otra; ambas han fluido del deseo de los representantes del Estado de encargar a hombres de alta ciencia de la misión de utilizar los recursos nacionales en la educación y la investigación científicas, porque ellos constituyen el órgano más adecuado a estas funciones, porque el Estado, ni conoce funciones más importantes, ni se cree el mejor capacitado para realizarlas. Los fundadores de la Universidad de antaño decían: “La verdad está definida, enseñadla”; nosotros decimos a los universitarios de hoy: “La verdad se va definiendo, buscadla”. Aquéllos decían: “Sois un grupo selecto encargado de imponer un ideal 35 •
36 • religioso y político, resumido en estas palabras: Dios y el rey”. Nosotros decimos: “Sois un grupo en perpetua selección, dentro de la substancia popular y tenéis encomendada la realización de un ideal político y social que se resume así: democracia y libertad”. Para llegar más brevemente, no a realizar sus fines, porque la historia del pensamiento humano prueba que no se realizan nunca, aunque se vayan realizando todos los días, sino a hacerse dueño de los medios de realizarlos, el legislador ha querido reducir, para intensificarla, la acción directa de la nueva institución. No por esto, sin embargo, la hemos creado extraña a toda ingerencia en la educación primaria, más fundamental, la más necesariamente nacional; pero esa ingerencia no podía pasar del límite de la información precisa venida por el conducto más autorizado. No podía pasar de allí, porque consta en nuestras leyes el acuerdo entre el pueblo y el gobierno, para reservar a éste cuanto a la primera educación se refiere. Este acuerdo es indiscutible y nosotros los mexicanos lo consideramos indiscutible; pertenece al orden político; consiste en que, penetrados hondamente del deber in-
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ables unas, apolil<strong>la</strong>das otras; ellos echaron al<br />
cesto <strong>la</strong>s reliquias <strong>de</strong> trapo, <strong>la</strong>s bor<strong>la</strong>s doctorales,<br />
los registros añejos en que constaba que <strong>la</strong><br />
Real y Pontificia <strong>Universidad</strong> no había tenido<br />
ni una so<strong>la</strong> i<strong>de</strong>a propia, ni realizado un solo acto<br />
trascen<strong>de</strong>ntal a <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>l intelecto mexicano;<br />
no había hecho más que argüir y redargüir en<br />
aparatosos ejercicios <strong>de</strong> gimnástica mental,<br />
en presencia <strong>de</strong> arzobispos y virreyes, durante<br />
trescientos años.<br />
No pue<strong>de</strong>, pues, <strong>la</strong> <strong>Universidad</strong> que hoy nace,<br />
tener nada <strong>de</strong> común con <strong>la</strong> otra; ambas han<br />
fluido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> los representantes <strong>de</strong>l Estado<br />
<strong>de</strong> encargar a hombres <strong>de</strong> alta ciencia <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
misión <strong>de</strong> utilizar los recursos nacionales en<br />
<strong>la</strong> educación y <strong>la</strong> investigación científicas, porque<br />
ellos constituyen el órgano más a<strong>de</strong>cuado<br />
a estas funciones, porque el Estado, ni conoce<br />
funciones más importantes, ni se cree el mejor<br />
capacitado para realizar<strong>la</strong>s. Los fundadores <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> antaño <strong>de</strong>cían: “La verdad<br />
está <strong>de</strong>finida, enseñad<strong>la</strong>”; nosotros <strong>de</strong>cimos a<br />
los universitarios <strong>de</strong> hoy: “La verdad se va <strong>de</strong>finiendo,<br />
buscad<strong>la</strong>”. Aquéllos <strong>de</strong>cían: “Sois un<br />
grupo selecto encargado <strong>de</strong> imponer un i<strong>de</strong>al<br />
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