Karl Heinz Roth y Angelika Ebbinghaus
Karl Heinz Roth y Angelika Ebbinghaus
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Introducción. Primavera verano de 1973: «Era como en 1933»<br />
sólo la opresión y la violencia pueden mantener en movimiento al vendedor<br />
de fuerza de trabajo, pero sólo porque tiene que venderla para<br />
vivir del salario. Ya nada le une a los objetivos de la producción ni a los<br />
contenidos del trabajo. Entretanto, los obreros masa que han aprendido<br />
a luchar, hacen realidad en su praxis lo que Marx —es decir, el Marx<br />
desaparecido, no al que se refi eren los «marxistas–leninistas»— desarrolló<br />
como estrategia de la lucha revolucionaria de los trabajadores contra<br />
el capitalismo maduro: el ataque directo contra la organización del<br />
trabajo capitalista, contra el trabajo capitalista. 37 Por primera vez, han<br />
surgido los primeros brotes en la realidad de la clase que permiten tener<br />
la esperanza de que sean los mismos trabajadores quienes lleven a cabo<br />
una nueva relación entre su composición, su incipiente autonomía contra<br />
el capital y su organización revolucionaria del poder obrero armado.<br />
A esto tampoco serán capaces de poner trabas los distintos grupos de<br />
la nueva izquierda, que empiezan a proponer modelos de organización<br />
precedentes y que se guían por el pasado bajo una negación consciente<br />
de las condiciones de lucha actuales. 38<br />
37 Véase al respecto detalladamente: Proletarische Front (ed.), Arbeiterkampf in Deutschland.<br />
Klassenzusammensetzung und Kampfformen der Arbeiter seit dem Nationalsozialismus, Munich,<br />
Trikont, 1973.<br />
38 De ningún modo nos tranquiliza la despreocupación con la que una serie de grupos de<br />
izquierda se deshacen de este problema. Para ser más exactos: no aceptamos la perspectiva de estos<br />
grupos con la que abordan la cuestión organizativa con el consiguiente desprecio a la situación de<br />
clase actual. Resulta realmente frívolo, que tras su importante informe sobre los acontecimientos<br />
de John Deere, el Kommunistische Gruppe-NRF de Heidelberg (ahora Kommunistischer Bund<br />
Westdeutschlands) escriba, que «seguirán impulsando, en un constante trabajo de masas, las<br />
luchas en las empresas junto con los demás trabajadores, y dentro de estas luchas, desarrollarán<br />
la lucha por los sindicatos como instrumento de lucha de la clase obrera, contra los gobernantes<br />
socialdemócratas de los sindicatos». (Der Streik bei John Deere, op. cit. p. 4). Ni una palabra sobre<br />
el papel que jugaron los compañeros del cuerpo de hombres de confi anza de John Deere, ni una<br />
palabra sobre su cobardía y aturdimiento, a la vista de la brutal represión ejercida, que quizás<br />
era justo el resultado de la negación organizativa de toda táctica autónoma más allá del aparato<br />
sindical: en vez de eso, un apoyo completo a una línea defensiva, ilusoria, impotente y a la zaga de<br />
la poderosa dinámica de las próximas luchas. Pero tampoco podemos entender a los compañeros<br />
del KPD que se negaban a su manera a cruzar el Rubicón. Los trabajadores emigrantes de<br />
Ford formaron un comité de huelga autónomo, y los compañeros del KPD lo apoyaron con el<br />
razonamiento de que las «direcciones de huelga autónomas» no eran sólo un instrumento para la<br />
estabilización de los primeros pasos de una organización revolucionaria de los trabajadores, más<br />
allá de los instrumentos de integración reformistas sindicales, sino para el fortalecimiento de la<br />
«oposición sindical revolucionaria» (RGO) promovida por el KPD. Es completamente necesario<br />
abandonar la pura crítica anti-institucional contra los representantes sindicales del capital e<br />
impulsar el nexo entre la composición de clase y la organización revolucionaria de los trabajadores.<br />
Pero, ¿debe esto ocurrir necesariamente bajo un completo desprecio de la realidad de clase actual<br />
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