Karl Heinz Roth y Angelika Ebbinghaus
Karl Heinz Roth y Angelika Ebbinghaus Karl Heinz Roth y Angelika Ebbinghaus
148 El «otro» movimiento obrero de los empresarios eran variables de la misma ecuación. En el curso de las luchas revolucionarias de postguerra, el rendimiento laboral de los trabajadores descendió signifi cativamente, el mando empresarial desapareció debido a la autonomía de clase y «la agitación social redujo las ganas de trabajar». 246 Y por si fuera poco para los empresarios, el punto decisivo de las concesiones, en el que se basaba la Zentralarbeitsgemeinschaft, la jornada laboral de ocho horas 247 que en Alemania ya estaba siendo desvirtuada de nuevo parcialmente, no se podía echar atrás completamente y a gran escala debido a la contundente y duradera resistencia obrera. 248 Sólo era posible compensar esta concesión por medio de la intensifi cación del rendimiento laboral. Para los empresarios, aquí se encontraba el núcleo de aquel problema que había hecho surgir todo el «movimiento de racionalización» como modelo de realización del proyecto de reorganización a largo plazo puesto en escena en 1916: todos los intentos —sobre todo en las pequeñas industrias— de pasar del desarme obrero a la intensifi cación de la explotación, al modo clásico de la jerarquía empresarial y a la jornada de diez horas, fracasaron de manera lamentable. A pesar de su derrota, considerablemente catastrófi ca, la clase obrera de los años 1921 a 1923-1924 no era ya comparable con la de antes de la guerra. En todos los sectores industriales importantes, el intento de endurecer el ritmo de trabajo, tras la liquidación de las milicias obreras rojas por medio de la vieja jerarquía de empleados, provocó una constante sublevación contra la disciplina en el trabajo que ya tampoco se echaba atrás ante la idea de sabotaje 249 y que ya no podía 246 O. Bauer, Kapitalismus und Sozialismus nach dem Ersten Weltkrieg, vol. 2: «Rationalisierung- Fehlrationalisierung», Viena, 1931, p. 66. 247 Véase W. Richter, Gewerkschaften, Monopolkapital und Staat, op. cit.; y el capítulo «ZAG; zum Kampf für den Achtstundentag auf internationaler Ebene Stichwort: Achtstundentag» en F. Giese (ed.), Handbuch der Arbeitswissenschaft, vol. I, Halle a. d. Saale, 1940, pp. 28 y ss. 248 Esta resistencia está documentada en todas las historias de las fábricas que se publicaron a partir de 1957 en la editorial FDGB-Verlag Tribüne del este berlinés (Colección: «Geschichte der Fabriken und Werke»). 249 El problema central de los empresarios en la reestructuración era y siguió siendo la moral del trabajo. De esto eran plenamente conscientes: «La banda en movimiento signifi ca poco si la voluntad de favorecer su curso frenético no es algo elemental para todos los empleados». M. J. Bonn, «Technische und wirtschaftliche Rationalisierung», en IHK Berlín, Die Bedeutung der Rationalisierung, op. cit., p. 17. O todavía de modo más drástico, Gotz Briefs: «Para eso se ha reescrito en líneas generales todo el ámbito de la psicotécnica. El director técnico, con el que se habla de estas cosas, sigue un método bonito y bueno, pero falta algo, la alegría por el trabajo. Esta carencia hace que deba ser construido un costoso aparato de métodos, ideado para el aumento
Lucha obrera y contraataque capitalista antes del Nacionalsocialismo ser detenida con los anteriores métodos represivos. El dominio de los viejos empleados de las fábricas y de los encargados de obra fue minado por los dos ciclos de luchas de postguerra; los trabajadores técnicos, junto con los empresarios, los habían considerado innecesarios durante mucho tiempo y las masas de trabajadores no cualifi cados los habían expulsado de las fábricas en ya demasiadas ocasiones durante la segunda fase de la revolución, dando rienda suelta a su odio de clase contra ellos. Después del desastre de Alemania Central, ya no se podía sacar nada más de la clase obrera aprovechando la vieja división del trabajo. Con la introducción generalizada de las policías empresariales capitalistas se terminó en realidad con los actos violentos más relevantes. Pero esto no resultó muy efectivo en relación con la moral del trabajo. Aquí sólo había un remedio para recuperar el terreno ganado por los trabajadores en la lucha contra el robo intensifi cado de plusvalía y ocultar la base del confl icto: la objetivación del látigo del encargado, ahora representado por la mecanización de la producción y la creación de una nueva división del trabajo basada en él. En lugar de la vieja jerarquía de empleados de fábrica y encargados de obra, en muchas fábricas se creó la ofi cina de trabajo; una institución dedicada a aumentar el ritmo laboral que llevaba hasta el fi nal la utilización capitalista de la maquinaria reorganizada por medio de tiempos predeterminados y fi chas de trabajo. A partir de entonces, los capitalistas concentraron en estas ofi cina de trabajo todo el poder con el propósito de controlar al detalle y en cualquier momento todas las manifestaciones vitales del trabajador, desde la contratación hasta el despido. La contratación del trabajador ya no era un asunto del encargado, sino de tests psicotécnicos y pruebas de actitud acerca de la disposición a entregarse a la organización del trabajo transformada. Se reprodujo aquí a mayor escala la recomposición de clase que ya se había iniciado desde 1916: a ello se debe la participación siempre creciente del trabajo femenino, precisamente en los sectores industriales más fuertemente racionalizados, ya que había que conjugar de la mejor manera las masivas limitaciones salariales con el aguante ante una operación laboral monótona. 250 La situación en el lugar de trabajo, donde y el control del rendimiento. Todo aquél que conozca medianamente una fábrica sabe que esto es así». G. Briefs, Rationalisierung der Arbeit, ibidem, p. 51. 250 Que éste fue el motor del aumento del porcentaje de trabajo femenino es algo que se desprende inequívocamente del trabajo de Judith Grünfeld, «Frauenarbeit, Rationalisierung und Frauenlöhne im Deutschen Reich», Internationale Rundschau der Arbeit, núm. 6, 1934, pp. 523 y ss. 149
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debido a la autonomía de clase y «la agitación social redujo las<br />
ganas de trabajar». 246 Y por si fuera poco para los empresarios, el punto<br />
decisivo de las concesiones, en el que se basaba la Zentralarbeitsgemeinschaft,<br />
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siendo desvirtuada de nuevo parcialmente, no se podía echar atrás completamente<br />
y a gran escala debido a la contundente y duradera resistencia<br />
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246 O. Bauer, Kapitalismus und Sozialismus nach dem Ersten Weltkrieg, vol. 2: «Rationalisierung-<br />
Fehlrationalisierung», Viena, 1931, p. 66.<br />
247 Véase W. Richter, Gewerkschaften, Monopolkapital und Staat, op. cit.; y el capítulo «ZAG; zum<br />
Kampf für den Achtstundentag auf internationaler Ebene Stichwort: Achtstundentag» en F. Giese<br />
(ed.), Handbuch der Arbeitswissenschaft, vol. I, Halle a. d. Saale, 1940, pp. 28 y ss.<br />
248 Esta resistencia está documentada en todas las historias de las fábricas que se publicaron a<br />
partir de 1957 en la editorial FDGB-Verlag Tribüne del este berlinés (Colección: «Geschichte der<br />
Fabriken und Werke»).<br />
249 El problema central de los empresarios en la reestructuración era y siguió siendo la moral<br />
del trabajo. De esto eran plenamente conscientes: «La banda en movimiento signifi ca poco si<br />
la voluntad de favorecer su curso frenético no es algo elemental para todos los empleados». M.<br />
J. Bonn, «Technische und wirtschaftliche Rationalisierung», en IHK Berlín, Die Bedeutung der<br />
Rationalisierung, op. cit., p. 17. O todavía de modo más drástico, Gotz Briefs: «Para eso se ha<br />
reescrito en líneas generales todo el ámbito de la psicotécnica. El director técnico, con el que se<br />
habla de estas cosas, sigue un método bonito y bueno, pero falta algo, la alegría por el trabajo.<br />
Esta carencia hace que deba ser construido un costoso aparato de métodos, ideado para el aumento