Untitled - Infonomia
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55. Pásalo<br />
por David Boronat<br />
Era sábado. Un sábado extraño. Extraño por lo que estaba pasando tras la conmoción que habíamos vivido sólo<br />
cuarenta y ocho horas antes con el nefasto atentado de Madrid. Estaba dolido pero, sobre todo, enfadado. No me<br />
creía lo que estaba pasando. Todo apuntaba a un atentado de un grupo islámico y una vez tras otra aparecía por<br />
televisión el señor Acebes convencido de que la principal línea de investigación seguía siendo ETA. ¡Qué casualidad!<br />
¡Y qué cojones!<br />
(Tiempo estimado de lectura: 3 minutos)<br />
Me sentía indefenso ante la manipulación informativa en la que estábamos inmersos. Y estuve un buen rato<br />
cavilando que podía hacer yo ante aquella situación tan descorazonadora. Era sábado y el uso de Internet tenía poco<br />
juego ya que la gran mayoría de gente probablemente no miraría el correo electrónico hasta el lunes siguiente. Ya<br />
seria demasiado tarde. Estaba en blanco. No tenía ninguna idea. Pero, de pronto: “pipipi pipipi”. Mi móvil sonaba.<br />
Acababa de recibir un mensaje que decía:”Denuncia la intoxicación informativa. Al Qaida ha reivindicado el<br />
atentado cuatro veces. El gobierno lo niega. Pásalo.” No me lo podía creer. Había encontrado la manera de<br />
desahogar toda mi ira. No sé cuántos mensajes llegué a enviar antes de encontrarme, al cabo de pocas horas, ante<br />
la sede del PP. Era increíble. No se podía casi andar. El éxito de la convocatoria había sido sorprendente. El resto ya<br />
es historia. Una historia insólita en nuestro país. Al menos, por la espontaneidad y velocidad que se dio, aun cuando<br />
el ‘No a la guerra’ empezó a despertar el interés de los SMS como medio de convocatoria y movilización.<br />
Precedentes de movilizaciones instantáneas (en inglés, ‘flash mobs’) se repiten con mucha frecuencia en<br />
ciudades como San Francisco, Detroit o Nueva York. Su convocatoria normalmente es vía e-mail y su propósito es<br />
bastante inocente: convocar a un grupo de gente a ir a una hora determinada a una tienda de música y preguntar<br />
por un disco que ya no se edita o quedar en una calle y durante 10 minutos ir diciendo con el móvil ‘sí, sí, diga’.<br />
En ocasiones se ha hecho un uso politizado de los flash mobs, como en los casos de la caída del régimen Estrada<br />
en las islas Filipinas o en las elecciones hungaresas de hace dos años, pero esta vez en España la velocidad de<br />
propagación ha superado claramente las inocentes expectativas del artífice madrileño que, entrada la tarde del<br />
sábado, envió a sólo 10 amigos el mensaje “¿Aznar de rositas? ¿Le llaman jornada de reflexión y Urdaci trabaja? Hoy<br />
13-M a las 18 horas sede PP c/ Génova 13. Sin partidos. Silencio. Miedo a la verdad. Pásalo.” Y que poco después<br />
veía como al llegar a la zona Alonso Martínez no se podía ni circular.<br />
La viralidad vino dada por el estado emocional de la gente (una mezcla de sentimientos de perplejidad y rabia<br />
contenida), la excepcionalidad y la urgencia del momento, la ubicuidad y omnipresencia de los teléfonos móviles,<br />
la simplicidad de la acción de reenviar un mensaje y la velocidad del boca-oreja. No será fácil que se repitan todas<br />
estas condiciones en un futuro, pero muchos serán los que hagan uso de los SMS para condicionar a la ciudadanía<br />
y movilizarla en uno u otro sentido.<br />
La tentación es alta. Ya no son sólo los medios de comunicación de masas – como la televisión – los capaces de<br />
movilizar a la gente. Aun cuando el sábado se daban las circunstancias necesarias para que los SMS fueran la punta<br />
de lanza del que pasaría el día siguiente, los partidos políticos y la sociedad civil han tomado buena nota del poder<br />
de convocatoria de los mensajes cortos. Está apareciendo un nuevo fenómeno social dónde la ciudadanía deja de<br />
ser pasiva y se convierte en el centro de la comunicación. Está apareciendo un contrapoder dónde el ciudadano es<br />
quien da juego decidiendo si aquello que recibe va con él y cree que tiene que hacerlo llegar a alguien más. La<br />
telefonía móvil, por su clara hegemonía, supera Internet como medio de comunicación, pero heredando los valores<br />
más genuinos de Internet: viralidad, acción e interactividad.<br />
Pero todo apunta a que esto nada más ha hecho que empezar. ¿Qué pasará cuando todos estemos<br />
permanentemente conectados a través de nuestros teléfonos móviles y éstos nos ofrezcan mayores prestaciones para<br />
comunicarnos los unos con los otros? Probablemente, entonces nos habremos convencido de que la comunicación<br />
de masas tiene que dejar paso a una comunicación más espontánea caracterizada por su transversalidad donde el<br />
individuo es el verdadero protagonista. Mientras, seguiremos diciendo – por si las moscas – ‘Pásalo’.<br />
Autor titol 96