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ANEXOS Guía didáctica: Ética periodística haya sido consciente de la necesidad de contar con un autocontrol moral por los daños irreparables que se pueden ocasionar a la dignidad de las personas en el ejercicio de las actividades informativas. Como es bien sabido Kant distinguía con claridad al menos tres formulaciones complementarias del imperativo categórico, de las que la primera y la tercera son, a mi modo de ver, las que con mayor agudeza pueden inspirar la moralización y justificación social de la profesión periodística42 . En los propios términos kantianos estas son las dos formulaciones: Obra sólo según una máxima > > conciencia por la razón práctica, y según Kant sirve de criterio para que un individuo, monológicamente (es decir, en diálogo consigo mismo), pueda calibrar por cuenta propia la moralidad de sus personales intenciones y acciones, pienso que podría ser trasladado a los medios informativos a fin de inspirar su comportamiento y sus criterios morales. Dicho en términos más concretos: los profesionales del periodismo, por ejemplo, tendrán que pensar si la máxima (es decir, la regla subjetiva) que ha guiado el modo de conseguir la fuente de la información44 . La manera de expresar su contenido, el canal a través del cual se difunde, la selección de audiencia hacia la que se dirige, y los efectos que con tal información o mensaje se pretenden conseguir, puede llegar a convertirse en una especia de ley universal a la que todos los periodistas debieran atenerse en todas las circunstancias sin que con ello se derrumbe el funcionamiento y la razón de ser de los mass media. Y esta formulación del imperativo categórico kantiano no sólo podría servir de norte al comportamiento del periodista, sino que también cabe pensar que es útil a fin de calibrar la moralidad de los valores, ideales, principios, ideologías, convicciones, etc., que inspiran a los propietarios, gestores, financieros y controladores de los medios que inevitablemente procuran influir sobre la mentalidad de todo receptor de informaciones o mensajes. Respecto a la aplicación de la tercera formulación del imperativo categórico al mundo periodístico, la referida a la del hombre como > , cabría indicar que posee mayor fuerza moralizadora y fundamentadora que la del principio de universalización anteriormente señalado. A mi juicio posibilita una sólida base antropológica a los códigos deontológicos de la profesión periodística –y de tantas otras profesiones: médicos, abogados, psicólogos, trabajadores sociales, educadores… 45 , sin la que carecerían de sentido y justificación racional la mayoría de las normas morales que las profesiones se dan a sí mismas. 42 Apliqué también las dos formulaciones del imperativo categórico kantiano al mundo de la profesión periodística, con términos semejantes a los que aquí voy a desarrollar, en una parte de mi texto > , presentado en el I Congreso Internacional sobre Comunicación y Pluralismo, organizado por al Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad pontificia de Salamanca, durante los días 25,26 y 27 de noviembre de 1993, del que próximamente se publicarán las Actas.. 43 Estas formulaciones del imperativo categórico se encuentran en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, traducción de M. García Morente, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pp. 72 y 84 respectivamente. 44 El grave problema moral de las fuentes de información ha sido minuciosamente analizado en escritos sobre el derecho al secreto profesional, promulgado por nuestra Constitución –artículo 20.1 d)—aunque aún no regulado jurídicamente a pesar de su ya larga tramitación parlamentaria. Algunas obras significativas a este respecto: M. Carrillo, La clàusula de consciència i el secret professional dels periodistas, Generalitat de Catalunya Barcelona, 1992; J. L. Cebrián, El secreto profesional de los periodistas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988; A. Fernández-Miranda. El secreto profesional de los informadores, Tecnos, Madrid, 1992; J. Rigo, El secreto profesional de los periodistas, Bosch, Barcelona, 1988. 45 Así lo ha intentado J. Cordero en dos estudios dedicado a profesiones de ineludible responsabilidad moral: > , Revista Española de Pedagogía, n.º 174 (1986), pp. 463-482, y > , Cuadernos de Trabajo Social, n.º 1, (1988). Pp. 15-34. Una lectura atenta de los diferentes códigos que han ido elaborando recientemente estas profesiones en nuestro país nos muestran claramente que en todos ellos se presupone la dignidad de la persona como base ético-antropológica de su actividad profesional. Aprovecho la ocasión para agradecer la atención del profesor Augusto Hortal que amablemente me facilitó los códigos deontológicos de las profesiones indicadas en el texto. UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA La Universidad Católica de Loja 171
172 Guía didáctica: Ética UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA La Universidad Católica de Loja ANEXOS Según lo dicho, la tercera versión kantiana del imperativo categórico representa la más clara expresión de esta concepción del hombre como sujeto que en su capacidad autolegisladora encuentra su más alta dignidad, por lo que jamás debe ser considerado como un mero medio, instrumento u objeto manipulable, sino siempre y en todo momento como un > Pienso que es esta concepción antropológica la que sin menoscabo de esfuerzos debe alentar todo profesional del periodismo; cabe calibrar la grandeza o pequeñez moral de los medios de comunicación en la medida en que, por ejemplo, la búsqueda de fuentes de información, la expresión de su contenido, el canal a través del cual se expresa, la audiencia a la que va dirigida, y los efectos que se quieren conseguir, comporte o no una consideración de las personas como meros medios o instrumentos para obtener diversos fines(aumento de lectores, oyentes, televidentes 46 , aumento de ingresos económicos 47 , de difusión ideológica o política 48 , aumento del consumo de productos 49 , etc.) sin la menor sensibilidad moral o educativa. Me atrevo a afirmar que esta tercera formulación del imperativo categórico de Kant constituye el más universalizable principio ético, además de uno de los mejores respaldos antropológicos con que contamos en la filosofía heredada de la Ilustración. A este imperativo deben sujetarse las intenciones y comportamientos tanto de los agentes –sean de cualquier tendencia ideológica—que intervienen en la recogida, interpretación, valoración y difusión de opiniones, mensajes e informaciones, como de los propietarios, gestores, financieros y controladores de los medios, si queremos que se conviertan verdaderamente en servidores de la sociedad y del hombre. VII > : APROXIMACIÓN ETIMOLÓGICA E HISTÓRICA Por lo que se refiere al término > , cabe indicar también su procedencia griega: to déon (lo conveniente, lo debido) y logía (conocimiento, estudio…); viene a significar, en términos generales, el estudio o la ciencia de lo debido. Fue el padre del utilitarismo inglés, J. Bentham (1748- 1832), quién inventó el vocablo en su conocida obra, publicada póstumamente, deontología o Ciencia de la Moral (1834). Ofrece una serie de definiciones de este concepto, no siempre coincidentes con el uso que más recientemente se hace en la teoría ética y en la práctica moral 50 . Indico aquellas consideraciones de Bentham que, a mi juicio, presentan cierto interés para comprender lo que son hoy los códigos deontológicos de la práctica profesional. En primer lugar, para Bentham tal término se aplica fundamentalmente al ámbito moral, a las acciones que no están sometidas al control de la legislación pública. Lo cual nos sugiere una de las intenciones de la redacción de los códigos deontológicos de las diversas profesiones: explicitar 46 Sobre este particular resulta sumamente interesante el opúsculo de M. Matelski, Ética en los informativos de televisión, IORTV, Madrid, 1992, Los conflictos morales que surgen en el mundo de la radio, televisión han sido estudiados con minuciosidad por N. Blázquez, Ética y medios de comunicación Ed. Católica (BAC) Madrid, 1994, Segunda Parte, Caps III y V. 47 Para la relación entre poder económico e información, además del capítulo 8 de este libro: J.L. Martínez, la información en una sociedad industrial, Tecnos Madrid, 1981; F. Iglesias y S. Verdeja, Marketing y gestión de periódicos, Eunsa, Pamplona, 1988; A. Nieto, La prensa gratuita, Eunsa Pamplona, 1985: G. Richieri, La televisión: entre servicio público y negocio. Gustavo Gili, Barcelona, 1983; J. Schwoebel, La prensa, el poder y el dinero, Dopesa, Barcelona 1971; N. Tousaint, La economía de la información, Oikós-Tau, Barcelona 1979. 48 G. Durandini, La mentira en la propaganda política y en la publicidad, Paidós, Barcelona, 1990; J. Rey Morato. La comunicación política, Eudema, Madrid, 1989. 49 N. Blázquez, Ética y medios de comunicación, cit., Tercera parte, Caps. I, II y III; F. Iglesias. > . Comunicación y Sociedad, vol. I. I (1988). Pp. 73-101; M. Martín, Publicidad y sociedades de consumo, Ecicuse, Madrid, 1970. 50 Existe una antigua versión castellana de esta obra póstuma de Bentham en la Editorial Imprenta de J. Ferrer de Orga, Valencia, 1835 (2 vols.). para un análisis de la visión de Bentham desarrolló del término >, puede consultarse F. Vázquez, Fundamentos de ética informativa, Forja, Madrid, 1983, pp. 117-125;Íd., Ética y deontología de la información, Paraninfo, Madrid, 1991, Cap. 5. Cabe recordar aquí otros manuales de deontología cuyo contenido y estructura se alejan considerablemente del enfoque originario de Bentham: P. Barroso, Fundamentos deóntológicos de las ciencias de la información Mitre, Barcelona, 1985; L. Brajnovic, Deontología periodística, Eunsa, Pamplona, 1978; J. González, Manual de deontología informática, Alhambra, Madrid, 1987. Una aguda crítica a la abundancia de deontologías periodísticas se encuentra en G. Lipovetsky, El crepúsculo del deber, Anagrama, Barcelona, 1994, pp. 230-244.
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UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA La Universidad Católica de Loja<br />
ANEXOS<br />
Según lo dicho, la tercera versión kantiana del imperativo categórico representa la más clara<br />
expresión de esta concepción del hombre como sujeto que en su capacidad autolegisladora encuentra<br />
su más alta dignidad, por lo que jamás debe ser considerado como un mero medio, instrumento u objeto<br />
manipulable, sino siempre y en todo momento como un > Pienso que es esta concepción<br />
antropológica la que sin menoscabo de esfuerzos debe alentar todo profesional del periodismo; cabe<br />
calibrar la grandeza o pequeñez moral de los medios de comunicación en la medida en que, por<br />
ejemplo, la búsqueda de fuentes de información, la expresión de su contenido, el canal a través del cual<br />
se expresa, la audiencia a la que va dirigida, y los efectos que se quieren conseguir, comporte o no una<br />
consideración de las personas como meros medios o instrumentos para obtener diversos fines(aumento<br />
de lectores, oyentes, televidentes 46 , aumento de ingresos económicos 47 , de difusión ideológica o<br />
política 48 , aumento del consumo de productos 49 , etc.) sin la menor sensibilidad moral o educativa.<br />
Me atrevo a afirmar que esta tercera formulación del imperativo categórico de Kant constituye el<br />
más universalizable principio ético, además de uno de los mejores respaldos antropológicos con que<br />
contamos en la filosofía heredada de la Ilustración. A este imperativo deben sujetarse las intenciones<br />
y comportamientos tanto de los agentes –sean de cualquier tendencia ideológica—que intervienen en<br />
la recogida, interpretación, valoración y difusión de opiniones, mensajes e informaciones, como de<br />
los propietarios, gestores, financieros y controladores de los medios, si queremos que se conviertan<br />
verdaderamente en servidores de la sociedad y del hombre.<br />
VII > : APROXIMACIÓN ETIMOLÓGICA E HISTÓRICA<br />
Por lo que se refiere al término > , cabe indicar también su procedencia griega:<br />
to déon (lo conveniente, lo debido) y logía (conocimiento, estudio…); viene a significar, en términos<br />
generales, el estudio o la ciencia de lo debido. Fue el padre del utilitarismo inglés, J. Bentham (1748-<br />
1832), quién inventó el vocablo en su conocida obra, publicada póstumamente, deontología o Ciencia<br />
de la Moral (1834). Ofrece una serie de definiciones de este concepto, no siempre coincidentes con<br />
el uso que más recientemente se hace en la teoría ética y en la práctica moral 50 . Indico aquellas<br />
consideraciones de Bentham que, a mi juicio, presentan cierto interés para comprender lo que son hoy<br />
los códigos deontológicos de la práctica profesional.<br />
En primer lugar, para Bentham tal término se aplica fundamentalmente al ámbito moral, a<br />
las acciones que no están sometidas al control de la legislación pública. Lo cual nos sugiere una de<br />
las intenciones de la redacción de los códigos deontológicos de las diversas profesiones: explicitar<br />
46 Sobre este particular resulta sumamente interesante el opúsculo de M. Matelski, Ética en los informativos de televisión,<br />
IORTV, Madrid, 1992, Los conflictos morales que surgen en el mundo de la radio, televisión han sido estudiados con<br />
minuciosidad por N. Blázquez, Ética y medios de comunicación Ed. Católica (BAC) Madrid, 1994, Segunda Parte, Caps III y V.<br />
47 Para la relación entre poder económico e información, además del capítulo 8 de este libro: J.L. Martínez, la información<br />
en una sociedad industrial, Tecnos Madrid, 1981; F. Iglesias y S. Verdeja, Marketing y gestión de periódicos, Eunsa, Pamplona,<br />
1988; A. Nieto, La prensa gratuita, Eunsa Pamplona, 1985: G. Richieri, La televisión: entre servicio público y negocio. Gustavo<br />
Gili, Barcelona, 1983; J. Schwoebel, La prensa, el poder y el dinero, Dopesa, Barcelona 1971; N. Tousaint, La economía de la<br />
información, Oikós-Tau, Barcelona 1979.<br />
48 G. Durandini, La mentira en la propaganda política y en la publicidad, Paidós, Barcelona, 1990; J. Rey Morato. La<br />
comunicación política, Eudema, Madrid, 1989.<br />
49 N. Blázquez, Ética y medios de comunicación, cit., Tercera parte, Caps. I, II y III; F. Iglesias. > . Comunicación y Sociedad, vol. I. I (1988). Pp.<br />
73-101; M. Martín, Publicidad y sociedades de consumo, Ecicuse, Madrid, 1970.<br />
50 Existe una antigua versión castellana de esta obra póstuma de Bentham en la Editorial Imprenta de J. Ferrer de Orga,<br />
Valencia, 1835 (2 vols.). para un análisis de la visión de Bentham desarrolló del término >, puede consultarse<br />
F. Vázquez, Fundamentos de ética informativa, Forja, Madrid, 1983, pp. 117-125;Íd., Ética y deontología de la información,<br />
Paraninfo, Madrid, 1991, Cap. 5. Cabe recordar aquí otros manuales de deontología cuyo contenido y estructura se alejan<br />
considerablemente del enfoque originario de Bentham: P. Barroso, Fundamentos deóntológicos de las ciencias de la información<br />
Mitre, Barcelona, 1985; L. Brajnovic, Deontología periodística, Eunsa, Pamplona, 1978; J. González, Manual de deontología<br />
informática, Alhambra, Madrid, 198<strong>7.</strong> Una aguda crítica a la abundancia de deontologías periodísticas se encuentra en G.<br />
Lipovetsky, El crepúsculo del deber, Anagrama, Barcelona, 1994, pp. 230-244.