santurtzi - Bizkaiko Batzar Nagusiak

Juan de Amesti Mendizabal
Esta industria ferrona fue propiedad de los más acaudalados debido a su gran coste y solía
estar acompañada de molinos para mejor aprovechamiento del agua sobrante. Podríamos
mencionar la ferrería de El Poval, en Somorrostro, de los Salazar y después de los Quadra, la
de los Mollinedo en Arcentales, la de Artecona en Gordejuela, etc…
A finales del siglo XVIII comienza el declive de las ferrerías cuando el hierro sueco y ruso
ocupa el mercado europeo.
A mediados del siglo XIX se moderniza en Bizkaia la industria del hierro. En 1848 aparece la
fábrica Santa Ana de Bolueta, en 1859 la fábrica Nuestra Señora del Carmen en Baracaldo,
en 1872 Altos Hornos, fábrica de hierro y acero de Bilbao y La Vizcaya que entre otras formaron
la importante industria metalúrgica vizcaína que atrajo a un gran aluvión de inmigrantes.
Aún así, Las Encartaciones han sabido mantener su propia idiosincrasia y hacer un crisol con
ella y con todas las aportaciones recibidas a lo largo del tiempo.
Recuerdo de aquellas sobrias ferrerías son las piezas que presentamos en este estudio, que se
fabricaron con su hierro y muchas en sus propios talleres.
No quisiera dejar pasar la ocasión para mostrar la portada del catálogo de la ferrería de El
Poval, en Somorrostro, de origen medieval y que continuó trabajando con el martillo pilón
hasta principios del siglo XX de la mano de los Pérez Ibarrondo (Fig. 696)
El trabajo ha requerido el estudio sistemático de los elementos de forja existentes en los valles
y villas de la zona encartada. El material está formado por fotografías, dibujos a escala de
todas y cada una de las piezas y comentarios comparativos.
Para una mayor claridad opté en el texto por separar la forja de las obras religiosas de la de
los edificios civiles y agrupar las láminas correspondientes a cada uno de los valles y villas.
Las dificultades han sido las usuales en este tipo de trabajos: la abundancia del material que
recoger, la dispersión geográfica, la falta de estudios similares, la paulatina reposición de
muchos elementos de forja a lo largo del tiempo y, en muchos casos, la convivencia en un
mismo edificio de piezas de distintos momentos y la presencia -muy generalizada- de varias
capas de pintura en la mayoría de las piezas de forja, que originariamente estuvieron sin pintar.
Esto último dificultó notablemente el análisis de las formas y los cincelados.
En contraposición, he encontrado una excelente disposición y una gran confianza en todos
los propietarios e inquilinos de inmuebles y en los párrocos de nuestras iglesias. A todos ellos
y a los amantes de nuestra cultura, conocedores de nuestros rincones, que me brindaron su
desinteresada ayuda, mi más sincero agradecimiento, en especial al carranzano D. Miguel
Sabino Díaz y al gordojano D. Miguel Polancos.
Debo hacer una mención singular a la Sociedad de Estudios Vascos y a sus directivos, especialmente
a D. Edorta Kortadi que depositaron su confianza en mi. A lo largo de estos años me
prestaron ayuda material para sufragar los gastos de este estudio y publicaron mis trabajos
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