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PRESENCIA DE CURROS Y DOÑA EMILIA
(CINCUENTA AÑOS DESPUÉS)
José Manuel González Herrán
Universidade de Santiago de Compostela
Para Xesús Alonso Montero, el primero a quien oí
hablar de Curros (y de Celso Emilio) en una
conferencia organizada por los estudiantes de la
Facultad de Derecho, recién llegado yo a la
Universidad compostelana.
Hace ahora cincuenta años la editorial Galaxia publicaba,
como tercer volumen de la Colección “Grial”, el titulado Presencia
de Curros y Doña Emilia, que reunía, junto a artículos y notas sobre
diversos temas, tres ensayos dedicados a los escritores mencionados
en el título: del poeta celanovés se ocupaban Ricardo Carballo
Calero y José Luis Varela (además de una nota lingüística de Xesús
Alonso Montero), y “Pedro Abuín” (seudónimo valleinclanesco que
disfrazaba la firma de Domingo García-Sabell) de la novelista
coruñesa.
Tengo para mí que, pese a compartir centenario (ambos
escritores habían nacido en 1851), aquel emparejamiento hubo de
parecer escasamente justificado, dada la notoria enemistad que en
vida les había enfrentado, tras una breve etapa inicial de mutuo
aprecio. Mas todo tiene –o puede tener– explicación, aunque no
justificación: la de aquella doble presencia se debería a las sombrías
circunstancias de ese tiempo que otro poeta celanovés denominó
noite de pedra. Alguna vez he oído explicar el título y el contenido
de ese volumen como una sutil estrategia para burlar los impedimentos
censores. Cuando los responsables de la aventura de Grial
proyectaban conmemorar los cien años del nacimiento de Curros,
alguien supuso razonablemente (o fue sugerido desde las propias
instancias oficiales) que tal homenaje conmemorativo resultaría
más admisible si al poeta separatista y anticlerical le acompañaba
otro nombre también centenario pero bien visto por el régimen
–sobre todo si se le divisaba desde la atalaya de Meirás–, a pesar de