elaleph - Taller literario Palabras
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VIRGILIO borozado, aguzadas las orejas y encorvada la cerviz, cayéndole en desorden las crines por cuello y brazos. Sale a su encuentro, seguido de su escuadrón de Volscos, la reina Camila, la cual se apea de su corcel en las mismas puertas de la ciudad, siguiendo su ejemplo toda la cohorte, y dice así a Turno: "Si puede tenerse confianza en la propia fortaleza, yo la tengo en la mía, y te prometo hacer frente a las huestes de Eneas y marchar sola contra la caballería tirrena. Consiente que yo sea quien arrostre los primeros peligros de la guerra; tú quédate con los peones en las murallas y guarda la ciudad." Clavados los ojos en la terrible virgen, respóndele así Turno: "¡Oh virgen, gloria de Italia! ¿Cómo podré agradecerte, cómo podré pagarte tan gran merced? Ven, pues que tu aliento es superior a todo; ven a compartir conmigo estos grandes afanes. Según las voces que corren y las noticias que me han traído mis exploradores, el pérfido Eneas ha adelantado un destacamento de caballería ligera que recorra el campo, mientras él se dirige a la ciudad por las desiertas cumbres del monte. Yo le preparo una celada en el recodo que forma el camino del bosque, cubriendo ambos lados de gente armada; tú lleva tus pendones contra la caballería tirrena; contigo irán el impetuoso Mesapo, las escuadras latinas y la hueste tiburtina; tú acaudillarás esas fuerzas." Dice así, y con semejantes razones exhorta a pelear a Mesapo y a los capitanes aliados; en seguida marcha al encuentro enemigo. Hay en lo más fragoso del monte una quebrada, lugar adecuado para emboscadas y asechanzas de guerra, que rodean por ambos lados negros y espesos matorrales; conduce a él una angosta senda, encubierta y peligrosa boca. Sobre ella, y en la cumbre de uno de los cerros que la rodean, se extiende una planicie oculta, segura guarida, ya para acometer de improviso a derecha o a izquierda, ya para destrozar desde aquella altura al enemigo, haciendo rodar sobre él enormes piedras. Allí se dirige Turno por caminos conocidos, y apoderado del llano, se embosca en aquellas pérfidas espesuras. 268
LA ENEIDA Entre tanto, en las mansiones celestiales, la hija de Latona, llama a la ligera Opis, una de las vírgenes, sus sagradas compañeras, y llena de tristeza le dirige estas palabras: "Camila ¡Oh virgen! se encamina a una guerra cruel, y vanamente ciñe nuestras armas. Camila me es cara más que otra virgen alguna, y no es nuevo este cariño, ni nacido de súbito en el corazón de Diana. Cuando arrojado del trono por el odio de sus vasallos, nacido de su soberbia y tiranía, salió Metabo, su padre, de la antigua ciudad de Triverno, huyendo por en medio de los combates, llévasela niña todavía, por compañera en su destierro, y la llamó Camila, del nombre un tanto alterado de su madre Casmila. Llevándola en brazos, encaminábase por las largas cordilleras de los desiertos bosques, siempre acosado por los fieros dardos de los Vloscos, que sin tregua le iban dando alcance. Encuéntrase en esto atajado en su fuga por el río Amaseno, que desbordado con las deshechas lluvias, cubría de espuma sus dos riberas: Metabo se dispone a cruzarle a nado, pero le detiene el amor de su hija; tiembla por aquella querida carga, y discurriendo qué hacer en tal trance, al cabo se fija en esta resolución: en mitad de la robusta y nudosa lanza de roble curado al fuego que blandía en sus batallas, y llevaba a la sazón con pujante brazo, ató mañoso, a su hija bien rodeada de cortezas de alcornoque silvestre; vibrando fuego la lanza con vigorosa diestra, exclama así, fijos los ojos en el firmamento: "¡Oh alma virgen, hija de Latona, moradora de las selvas, yo te consagro esta niña, de quien soy padre; pendiente por primera vez de tus armas, te implora huyendo de sus enemigos por el viento; acoge, oh diosa, yo te lo ruego, acoge esta prenda tuya, que ahora se confía a las inseguras auras!" Dijo, y echando atrás el brazo, arroja con ímpetu la lanza; resonaron las olas; por cima del rápido río huye la infeliz Camila, asida a la rechinante asta; en seguida Metabo, acosado ya muy de cerca por la turba de sus perseguidores, se precipita en el río, y pronto vencedor, arranca de la yerba su lanza, y con ella la 269
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VIRGILIO<br />
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en desorden las crines por cuello y brazos. Sale a su<br />
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la cual se apea de su corcel en las mismas puertas de la<br />
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Turno: "Si puede tenerse confianza en la propia fortaleza, yo<br />
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Eneas y marchar sola contra la caballería tirrena. Consiente<br />
que yo sea quien arrostre los primeros peligros de la guerra;<br />
tú quédate con los peones en las murallas y guarda la ciudad."<br />
Clavados los ojos en la terrible virgen, respóndele así<br />
Turno: "¡Oh virgen, gloria de Italia! ¿Cómo podré agradecerte,<br />
cómo podré pagarte tan gran merced? Ven, pues que<br />
tu aliento es superior a todo; ven a compartir conmigo estos<br />
grandes afanes. Según las voces que corren y las noticias que<br />
me han traído mis exploradores, el pérfido Eneas ha adelantado<br />
un destacamento de caballería ligera que recorra el<br />
campo, mientras él se dirige a la ciudad por las desiertas<br />
cumbres del monte. Yo le preparo una celada en el recodo<br />
que forma el camino del bosque, cubriendo ambos lados de<br />
gente armada; tú lleva tus pendones contra la caballería tirrena;<br />
contigo irán el impetuoso Mesapo, las escuadras latinas y<br />
la hueste tiburtina; tú acaudillarás esas fuerzas." Dice así, y<br />
con semejantes razones exhorta a pelear a Mesapo y a los<br />
capitanes aliados; en seguida marcha al encuentro enemigo.<br />
Hay en lo más fragoso del monte una quebrada, lugar adecuado<br />
para emboscadas y asechanzas de guerra, que rodean<br />
por ambos lados negros y espesos matorrales; conduce a él<br />
una angosta senda, encubierta y peligrosa boca. Sobre ella, y<br />
en la cumbre de uno de los cerros que la rodean, se extiende<br />
una planicie oculta, segura guarida, ya para acometer de improviso<br />
a derecha o a izquierda, ya para destrozar desde<br />
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