Francisco Petrarca, con los seys Triunfos de toscano - eHumanista

436 Roxana Recio
anima racionalis et intellectualis beata est”. Dize: “Aquél es verdadero bien con el qual sólo, y
en el qual y del qual, nuestra ánima intelectual es bienaventurada”. Y pues la primera puerta
para entrar a la gracia divina es la fe, como dize el apóstol Ad Hebreos XI quando dize “Sine fide
impossibile est Deo placere”, “Imposible es agradar a Dios sin tener su fe”, por esto nuestro
poeta principalmente dize tener en Dios su fe y confiança, pues no vía cosa en el mundo
permanescer perpectua.
Y como a un ánimo religioso se conviene, dando principio al Triumpho dize que, después
de ver todo lo debaxo del cielo y ninguna cosa aver visto tener firmeza, torna al verdadero
conoscimiento y sabiamente preguntándose a sí mesmo dize y responde: “„¿En qué te fías?‟ „En
el Señor, que jamás no faltó promesa a quien tuvo en él su confiança. Y así entiendo siempre de
hazer, pues, no teniendo hasta agora conoscimiento de la verdad, é sido del mundo engañado y
burlado con falsas maneras‟”. Y dize así:
[fol. cliiii r] Después que vaxo del cielo
estable cosa no vi,
muy turbado y sin consuelo
yo me dixe con buen zelo:
“En qué te fías me di”.
“En el Señor,”–respondí–
“que promessa no ha faltado
a quien fía en él aquí,
mas agora siento en mí
ser del mundo muy burlado.
Que los precedentes versos tengan en sí saludable enseñamiento en ello se muestra bien,
pues procurar de saber el discurso y esperiencia de las cosas mundanas es obra de prudencia
quando con mesura y buen examen se esperimenta, assí como testifica el sapientíssimo Salomón
al principio del Ecclesiastés. Y ésta fue la vida de los philósophos: querer hallar y concluyr Dios
todopoderoso ser ynmovible y sumo bien, viendo todas otras cosas ser mudables. Por tanto el
hombre prudente se deve exercitar en tal examen y investigación y, hallado el último fin y
considerado el sumo bien, se deve firmar en él y no mirar más atrás, assí como la muger de Loth,
ni firmarse jamás en cosa transitoria sino en aquélla que siempre permanece, que es Nuestro
Redemptor. Este processo mesmo muestra aver hecho nuestro poeta en los versos precedentes,
demostrando no averse firmado en cosa mudable, mas, antes maravillado de la inconstancia de
las cosas, demanda con algún temor a sí mismo en qué objeto de aí adelante deva fiar y confiar
seguramente.
Assí que aviendo el poeta hecho tan justa pregunta, a sí mesmo, responde agora muy
perfectamente assí como conviene a la perfectión de un gentil ánimo, diziendo que ya él no
confía sino en aquel soberano Señor el qual jamás no faltó de complir con obra la promessa que
hizo, y siempre haze, a quien perfectamente y de todo coraçón confía en Él. Y que Nuestro
Salvador no aya jamás faltado de complir promessa claro lo podemos ver si con diligencia
consideramos las cosas que desde el principio por el linaje humano contino ha obrado. ¿Qué
cosa más auténtica podemos entre otras hallar que lo que por remediar el pecado de nuestro
primero padre hizo? ¿Qué duda podemos tener que no cumplirá las promessas hechas con amor
si por amor vino a recebir muerte desonrada por nuestra salvación en las muy delicadas carnes
suyas? ¡O, divino amor! ¿Quién será aquél que no creerá perfectamente ser tú el verdadero
mantenedor de las promessas si no tuviere malvado y muy escuro el entendimiento? “Divinus
amor non permisit eum sine germine esse”. Dize: “El amor divino no consintió que Dios
eHumanista 2012