Francisco Petrarca, con los seys Triunfos de toscano - eHumanista

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philósopho entiende la predicación causal por la idéntica ser vía o principio de las sciencias y de
las artes.
Dize nuestro poeta que era muy grande esta compañía de lógicos. Entre los quales el
primero era Parménides, discípulo de Zenophán, auctor y inventor de esta digna noticia. El qual
huyendo de toda humana compañía se fue a vivir en las riveras del monte Cáucaso, donde se dize
que él halló la lógica. Otros atribuyen esta invención a Clitómaco calcidonense. Tras estos dos
yvan siguiendo los posteriores de ellos, que eran Alexino, Alfarabio, Simplicio, Argazeles,
Porphirio, Ulmentón, Clientón, Hentisvero, Strodo, Heudip, Juan Venator, Aberto Tudesco,
Ferabric, y Somphet, Pedro de Spaña, y el otro spañol Gaspar del Río, y el sotil Pedro de
Mantua, Ochán, Gualtero, y el buen Polo de la Pérgola, y Paulo Venetiano. Y cierto a ninguno
de éstos se deve postponer el condiscípulo y el claríssimo preceptor Alexandro Senes; la
sotilidad del qual, y su ingenio peregrino, y la dextreza del hablar, y la lindeza de invención claro
se comprehende en el maravilloso y excellente compendio de su exposición sobre las
conseqüencias de Strodo. Ni menos alabança merecen las doctrinas naturales y medicinales en
las quales, declarando toda duda, y reprobando toda falsedad, y demostrando toda verdad,
elegantíssimamente á escripto muchas obras. Las quales pisadas á tanbién seguido su
condiscípulo, que disputando y leyendo o escriviendo no muestra otra diferencia de sí a su
preceptor sino la del cuerpo y la extrínseca figura.
Prosigue adelante nuestro poeta y dize que tras estos venía Carnéades, el qual fue tan
presto y tan resoluto en su dezir que apenas se parescía o se diferenciava la mentira de la verdad.
El qual puso la longura de sus días en concertar las partes contrarias de las escripturas, las quales
suelen mover discordias entre los letrados, mas no lo pudo acabar porque, si la sciencia cresció,
tanbién crescía la invidia; y cresciendo, metió su ponçoña por los coraçones hinchados y por
donde a ella le plazía. Y tras éste venía Pherécides, que tuvo opinión de ser nuestra ánima
immortal; al qual fue contrario Epicuro, y es justa cosa que, si fue su opinión falsa, sea su fama
dañada para siempre sin remedio.
Carnéades, si dezía
la mentira o la verdad,
apenas se parescía:
tanta facundia tenía
y tanta facilidad.
La vida, y el travajar,
su larga vena y saber
puso siempre en concordar
las partes que suelen dar
a letrados quehazer.
Nunca jamás lo acabó,
que, si la sciencia crescía,
invidia tanbién cresció,
y sus venenos metió
do quiera que le plazía.
Pherécides escrivió
el alma siempre durar,
Epicuro contrarió,
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