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Listín Diario 05-07-2024

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SANTO DOMINGO, RD. VIERNES, 5 DE JULIO DE <strong>2024</strong><br />

13<br />

La República<br />

Enfoque<br />

JULIO CÉSAR<br />

CASTAÑOS GUZMÁN<br />

Santo Domingo, RD<br />

Maquiavelo y<br />

la Constitución<br />

Era domingo<br />

por la tarde y<br />

se me ocurrió<br />

ir al parque<br />

Colón, en la<br />

Zona Colonial. Me senté<br />

en uno de los bancos disponibles<br />

de espaldas a la<br />

calle “Arzobispo Meriño”,<br />

teniendo a mi derecha la<br />

Catedral Primada.<br />

Había bastante gente<br />

ese domingo—eso sí<br />

lo recuerdo muy bien—<br />

pues tocaba una afinada<br />

retreta la banda de música<br />

de uno de nuestros<br />

cuerpos armados. Ya me<br />

divertía escuchando los<br />

compases de una emotiva<br />

marcha marcial, cuando<br />

reparé en que el<br />

bulto oscuro que reposaba<br />

sobre la esquina del<br />

banco parecía, más bien,<br />

un cuervo grande desparramado<br />

con las alas<br />

abiertas que dejaban ver<br />

su color negro marengo<br />

y los destellos de cuando<br />

el sol de la tarde rebotaba<br />

en aquel sujeto.<br />

Saliendo del asombro<br />

inicial, realmente pude<br />

darme cuenta de que, en<br />

ese extremo del asiento<br />

público, un hombrecillo<br />

vestido anacrónicamente<br />

de negro seguía evidentemente<br />

complacido del espectáculo.<br />

No me hubiera fijado<br />

en él si unos niños que<br />

se acercaron correteando<br />

no hubieran comenzado<br />

a burlarse de este personaje<br />

que parecía salido<br />

del pasado.<br />

A él no parecía molestarle.<br />

Pero no pude contener<br />

la risa cuando me fijé<br />

en su atuendo decrépito<br />

y en los zapatos de estilo<br />

desconocido. Los muchachos<br />

se reían, sobre todo,<br />

del sombrero que, aparte<br />

de extraño, tenía un aspecto<br />

lamentable.<br />

La pandillita se alejó<br />

y me quedé mirando al<br />

hombre. Más por compasión<br />

que por interés le<br />

pregunté directamente:<br />

“¿Le gusta la música?”, y<br />

me respondió, con acento<br />

extranjero,: ‘Sí’.<br />

Viendo que tenía una<br />

vieja carpeta en piel, repleta<br />

de papeles escritos<br />

en otro idioma, volví<br />

a la carga. Le pregunté<br />

su nombre y nacionalidad.<br />

Entonces el hombrecillo<br />

con sorprendente vitalidad,<br />

dijo que su nombre<br />

era Nicolás y que era natural<br />

de Florencia. No le pregunté<br />

su apellido, pero él<br />

(con una risita) me recalcó<br />

al final: “Nicolás Maquiavelo”.<br />

Acto seguido, me contó<br />

que había sido Secretario<br />

de la Cancillería de Florencia,<br />

que había viajado mucho<br />

y conocido las cortes<br />

de algunos reyes. Que tenía<br />

mucha experiencia de<br />

gobierno y que había escrito<br />

algunos libros.<br />

Le repliqué que en la<br />

universidad nos dieron a<br />

conocer un Nicolás Maquiavelo<br />

con una carrera<br />

muy parecida, y que siendo<br />

de Florencia, debía ser<br />

por lo menos descendiente<br />

de este, que había muerto<br />

a principios del siglo XVI.<br />

Nicolás no respondió de<br />

inmediato. Pero no me hubiera<br />

asustado, si a un olor<br />

azufrado que se sintió en<br />

ese momento no hubiera<br />

seguido esta afirmación de<br />

él:—Ese hombre no está<br />

muerto; ese hombre, soy<br />

yo.<br />

Reponiéndome del impacto,<br />

descarté racionalmente<br />

la posibilidad de<br />

que este individuo viniera<br />

realmente de los abismos.<br />

Entonces le cuestioné<br />

sobre qué temas había<br />

escrito. Sin perder el hilo<br />

contestó, que había escrito<br />

sobre temas históricos<br />

y jurídicos, y que le complacía<br />

sobre todo, haber<br />

tratado en pleno Renacimiento:<br />

“Cuál es la esencia<br />

de los principados, de<br />

cuántas clases los hay, cómo<br />

se adquieren y porqué<br />

se pierden”.<br />

Sin darme tiempo a<br />

nada, me explicó que había<br />

hecho investigaciones<br />

acerca de las repúblicas de<br />

la antigüedad, sobre todo<br />

del arquetipo de la Constitución<br />

de la República<br />

romana de Tito Livio,<br />

lo cual le había dado una<br />

idea bastante clara acerca<br />

de esa tipología de gobierno,<br />

que es preeminente y<br />

deseable, según las ciencias<br />

políticas en la Era Moderna.<br />

De ahí pasó a explicarme,<br />

que había conocido a<br />

César Borgia y que en un<br />

momento pensó que César<br />

tenía el talento suficiente<br />

para restablecer la unidad<br />

de Italia dispersa en cuatro<br />

principados.<br />

También recalcó con vehemencia,<br />

que había sido<br />

tildado de favorecer el absolutismo<br />

despótico, pero<br />

que sus recomendaciones<br />

estuvieron orientadas en<br />

el fondo a que finalmente<br />

triunfara la República,<br />

después de restablecer el<br />

orden fundado en la legalidad<br />

de un ejército nacional.<br />

Y declamó a seguidas<br />

un verso de Petrarca.<br />

Fastidiado, y dispuesto<br />

a poner fin a la conversación,<br />

le dije:—Maquiavelo,<br />

el autor de “El Príncipe”,<br />

está muerto.<br />

Nicolás, con todo su talante<br />

florentino y sin perder<br />

la calma, replicó:—Estoy<br />

más vivo que nunca, y<br />

donde no se menciona mi<br />

nombre directamente, están<br />

mis consejos o una teoría<br />

política moderna sobre<br />

la Razón de Estado.<br />

Con una seguridad pasmosa<br />

prosiguió:—Estoy<br />

en oriente y occidente. En<br />

todos los bloques hemisféricos.<br />

Estoy vivo en la historia.<br />

Después hizo una<br />

peroración sobre el realismo<br />

político, la maldad de<br />

los hombres (como buen<br />

“cavaliere” se cuidó de<br />

omitir las damas), el arte<br />

de disimular y las hipocresías.<br />

Musitando al final<br />

el nombre de Lorenzo de<br />

Médicis.<br />

En eso la banda de música<br />

comenzó a tocar “Teléfono<br />

a larga distancia”,<br />

y uno de los trompetistas<br />

se situó muy cerca de nosotros.<br />

Por encima del lamento<br />

y la respuesta de la trompeta—que<br />

ya ejecutaba<br />

la contradanza—, y como<br />

para quitármelo de encima,<br />

le pregunté qué hacía<br />

en este país. Con mucho<br />

sarcasmo me respondió<br />

que él siempre había estado<br />

aquí. Afirmando que<br />

había sido testigo del exilio<br />

de Juan Pablo Duarte<br />

y del fusilamiento de Antonio<br />

Duvergé. Enumerándome<br />

tantos hechos<br />

de nuestra historia que se<br />

acercó peligrosamente al<br />

presente.<br />

Le pregunté que cuál<br />

era el futuro de nuestra<br />

democracia. Para mi sorpresa—taconeando<br />

sobre<br />

sus botines ridículos—,<br />

dijo que lo peor ya había<br />

pasado, porque en el siglo<br />

XIX Ulises Heureaux,<br />

pese a su naturaleza sanguinaria,<br />

dejó bastante<br />

avanzado el proceso de integración<br />

con carreteras y<br />

ferrocarriles; y, en el siglo<br />

XX la tiranía de Trujillo,<br />

había exterminado a<br />

sangre y fuego los caudillos<br />

locales, para consolidar<br />

el estado nacional con<br />

determinadas instituciones,<br />

voto de la mujer, Código<br />

de Trabajo, moneda<br />

y banca… y crímenes abominables.<br />

También dejó caer, en<br />

un susurro calculado:<br />

“Que Balaguer y Bosch<br />

eran los dos bueyes que<br />

habían halado la carreta<br />

nacional, haciéndola<br />

avanzar por tremedales y<br />

precipicios inimaginables,<br />

a fin de que poco a poco<br />

la República Dominicana<br />

se fuera consolidando”. Y<br />

que: “Tanto en el siglo XX<br />

como en el XXI, los gobiernos<br />

del PRD y PLD introdujeron<br />

nuevos elementos<br />

determinantes en el régimen<br />

de libertades públicas,<br />

la modernidad institucional,<br />

el transporte y un<br />

sostenido crecimiento económico.<br />

Entonces, para sorprenderlo,<br />

le lancé a boca de<br />

jarro esta pregunta: ¿La<br />

reforma constitucional del<br />

presidente saldrá adelante?<br />

Me respondió, con<br />

bastante sigilo a “sotto voce”,<br />

que si bien al presidente<br />

le sobraba el talento<br />

político (Virtu) había que<br />

esperar el dictado de la<br />

fortuna (Fatum).<br />

Pero que aun así, quería<br />

dejar claro, que después<br />

de tantos años había llegado<br />

a la conclusión, de<br />

que las reformas constitucionales<br />

solo valían la pena<br />

si y solo si, las mismas,<br />

se orientaban a fortalecer<br />

la República.<br />

Le pedí finalmente, que<br />

aclarara ese asunto, y pasó<br />

a explicarme:<br />

“Que si bien los cambios<br />

en cualquier constitución<br />

son riesgosos, la necesidad<br />

de una modificación constitucional<br />

debe ser evidente<br />

para el pueblo, siempre<br />

teniendo en cuenta que el<br />

texto fundamental debe<br />

preservar, en primer lugar,<br />

que la finalidad esencial<br />

del estado es servir a<br />

la justicia y al bien común;<br />

además, en segundo lugar,<br />

que debe gobernarse a<br />

través de auténticas leyes,<br />

y no de caprichos; y, por<br />

último, y no menos importante,<br />

que ciertamente,<br />

la separación de los poderes<br />

públicos es la clave<br />

para el funcionamiento<br />

de los pesos y contrapesos<br />

que nos protegen de las tiranías<br />

que atentan contra<br />

la libertad y la igualdad”.<br />

Terminado el concierto,<br />

mientras el director agradecía<br />

los últimos aplausos,<br />

un policía se acercó<br />

corriendo voceándole al<br />

hombrecillo. Este al ponerse<br />

de pie, apoyó su capa<br />

negra en los antebrazos,<br />

a modo de una tijereta<br />

en tierra, salió huyendo<br />

con su legajo de papeles<br />

por la acera de la Catedral,<br />

y abordó raudo un moto<br />

concho de servicio, que lo<br />

auxilió velozmente.<br />

El policía afirmó que era<br />

un vagabundo que molestaba<br />

a los turistas y visitantes<br />

que iban al parque.<br />

Perseguí al motorizado<br />

para ver si lo alcanzaba,<br />

y ya cuando doblaron<br />

a la izquierda por la “Padre<br />

Billini”, vi claramente que<br />

del portafolios desmedrado<br />

se había escapado un<br />

impreso, que rápidamente<br />

en la carrera apenas lo<br />

alcancé al filo de la “Isabel<br />

la Católica”.<br />

Al recogerlo del piso me<br />

di cuenta de que era la portada,<br />

en pasta negra y bastante<br />

estropeada, de un<br />

ejemplar de “El Príncipe.”

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