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Revista Digital Valencia Escribe, número 4, 3ª era. Diciembre 2022

Revista digital del colectivo Valencia Escribe. En este número dedicamos el monográfico a los villancicos y canciones navideñas, que han inspirado relatos, microrrelatos y poemas.

Revista digital del colectivo Valencia Escribe. En este número dedicamos el monográfico a los villancicos y canciones navideñas, que han inspirado relatos, microrrelatos y poemas.

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Revista digital de

Valencia Escribe

Nº 4

Tercera Era

Diciembre de 2022

Especial

Suena a Navidad


La Navidad no es una fecha...

Es un estado de la mente.

Mary Ellen Chase

© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotograas o ilustraciones

publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus autores.

Colaboraciones: revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com

EQUIPO RDVE

Coordinación, imágenes y corrección: Amelia Jiménez, Ana Marben y Luis Jurado

Ilustración portada: Vivian Rodríguez (Cas)

Maquetación: Ana Marben

Página 2

Revista digital de Valencia Escribe


Índice

Editorial ............................................................................................................ 5

Recital reencuentro de Valencia Escribe ......................................................... 6

VII Maratón de microrrelatos Valencia Escribe-Massamagrell ........................ 8

VI Concurso de relato rápido negro 2022 ...................................................... 14

10 años de Generación Bibliocafé .................................................................. 17

MONOGRÁFICO: Suena a Navidad

Cantando alegre en la popa, de Aurora Rapún Mombiela ............................ 21

Campana sobre campana, de Gabriel Urciuoli ............................................. 22

La maté porque cantaba, de Miguel Moliné .................................................. 23

Nuevos tiempos, de Rafael Blasco López ...................................................... 24

Hacia Belén, de Mary Carmen Delgado Barranquero .................................... 25

Los peces en el río, de Amelia Jiménez Graña ............................................. 26

Adicción a la tele, de Maria Grazia Scelfo .................................................... 28

POEMAS

Navidad, bella Navidad, de Amalia Martínez Fernández ............................... 32

Veneno, de Maite Bilbao ............................................................................... 33

MICRORRELATOS

La rebelión de las masas, de Pilar Alejos Martínez ....................................... 36

Cinco minutos, de Sonia Mele Puerto .......................................................... 36

Got damunt de la nevera, de Irene Lado Monserrat ..................................... 37

Nº 4 Página 3


Sangre por el desagüe, de Susana Gisbert ................................................... 37

Ha arribat l’hora que conegues la veritat, de Pepe Sanchis ........................ 38

Sin fecha, de Manuel Serrano ....................................................................... 39

El turco, de Rafa Sastre ................................................................................ 40

La chica de la ventana, de Genoveva Escrihuela Serra................................. 41

Volver a empezar, de Marisa Martínez Arce .................................................. 42

Me lo merezco, de Luis Jurado Quesada ...................................................... 43

RELATOS

Desde el puente, de Ana Blanch .................................................................. 46

MENUDOS RELATOS

Ya, de Marta Argente Martínez ...................................................................... 50

CONSEJOS PARA ESCRIBIR MEJOR

Usos y errores de los puntos suspensivos, por Mari Moliné ........................ 51

NOVELA POR ENTREGAS

Otra oportunidad. Capítulo 4. La masía de la torre, de Lucrecia Hoyos ........ 54

CRITICAS DE CINE, SERIES Y LIBROS

Mis últimos 10 minutos y 38 segundos..., por Miguel Moliné ..................... 58

La vida padre, por Ángela Sahagún Bonet .................................................... 59

Los siete maridos de Evelyn Hugo, por Gema Blasco .................................. 60

La conjura de la niebla, por Gema Blasco .................................................... 60

Empezamos por el final, por Ana Marben .................................................... 61

BIBLIOTECA Y ACTIVIDADES DE VALENCIA ESCRIBE ............................... 63

Página 4

Revista digital de Valencia Escribe


Editorial

Y

ya han pasado doce meses. Todo un año desde que nos liamos y, casi sin darnos

cuenta, nos habían pasado el testigo. Con este van cuatro números y ya estamos

pensando en el próximo. Ha sido una tarea grata, aunque procrastinamos a menudo y,

casi siempre, nos pilla el toro. Pero, al final, llegamos a buen puerto, ahí estamos…

En este mes de diciembre podemos también hacer balance. Tenemos la sensación de

que Valencia Escribe está muy viva. No solo siguen (seguimos) celebrando maratones de

microrrelatos y otros concursos similares, sino que han vuelto los recitales, bonita manera

de reencontrarse. Además, es raro el festival, repertorio o concurso en el que no esté

(estemos) implicados una, varias o muchas de las personas que formamos parte de este

colectivo, tan variado como ecléctico.

Llegado este punto, solo nos queda desearos una Feliz Navidad, seáis de grandes celebraciones

o estéis deseando que acaben de una vez, pasadlo lo mejor posible, disfrutad de

las compañías, las lecturas y las escrituras, empezad el año con energía e id preparando

ya vuestra siguiente contribución a la revista, porque aún nos queda mucho que contar.

Felices Fiestas

Nº 4 Página 5


Recital reencuentro de Valencia Escribe

Crónica de Ana Marben

El miércoles 28 de septiembre nos reunimos en

el Kaf Café de Benimaclet para escuchar poemas,

relatos y reflexiones, o para declamarlos, en una

velada reencuentro de Valencia Escribe. Esos encuentros

recitales de los que los más nuevos habíamos

oído hablar mucho, pero no habíamos tenido

el privilegio de participar. La pandemia ha

puesto una distancia que, durante demasiado

tiempo, se nos antojó insalvable. Por suerte, poco

a poco, vamos recortándola para volver a disfrutar

de ponernos cara y compartir abrazos y voces.

Allí estuvimos Alicia Muñoz Alabau, coordinadora

del evento, Luisa Berbel Torrente, autora de

alguna de las fotos que comparto, Rafa Blasco López,

Isabel Sifre Puig, Natalia Ruiz de Cenzano,

Rafa Sastre, Ana Lozano, Jorge Zarco y algunos

otros. Disculpad que no os nombre a todos pero

aún hay rostros que no soy capaz de encajar con

los nombres.

También asistimos, casi al completo, el equipo

editor de la RDVE. Amelia y yo nos estrenamos

recitando entre nervios, Luis fotografió desde la

retaguardia y me consta que Vivian nos tenía en

sus pensamientos...

Larga vida a Valencia Escribe.

Página 6

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Atentos a las lecturas

Nº 4 Página 7


VII Maratón de microrrelatos Valencia Escribe-Massamagrell

El sábado 22 de octubre se celebró la séptima edición de la Maratón de microrrelatos de Valencia Escribe,

organizado por el Ayuntamiento de Massamagrell y el colectivo Valencia Escribe.

Se inscribieron 30 personas en la modalidad adultos y 7 en la de jóvenes.

El jurado estaba formado por Aurora Rapún Mombiela, Pepe Sanchis Císcar y Sonia Mele Puerto, y

Asun Atero Cigalat como secretaria.

Constó de tres fases, las dos primeras eliminatorias. La presión del tiempo y las condiciones establecidas,

número de palabras y frase a incluir, fueron en contra de los participantes y a favor de la creatividad.

Recurrimos para la crónica a dos comentaristas espontáneos: un participante y un miembro del jurado:

«Ha llegado la hora de que conozcas toda la verdad. Y, así, sin paños calientes,

me soltaron que tenía que leer y valorar a toda velocidad 37 microrrelatos

en la primera ronda, 25 en la segunda y 15 en la tercera. Crucé los

dedos para que mis compañeros del jurado no descubrieran que era la

oveja negra de la tríada. Entonces comprendí que me había equivocado, ya

que la coincidencia y buena sintonía fue notoria desde el primer momento.

Pero eso no podía acabar así y alguien le ofreció su propio revolver con

guardas de nácar a aquel creativo grupo de concursantes. Todos ellos lo

sopesaron y tuvieron que decidir cómo usarlo. Por suerte hubo pocos

muertos y 8 premiados».

Sonia Mele, jurado de la VII Edición

«Puedo decirlo, yo estuve allí. Con más nervios que un flan en manos de

un borracho. Como jurado, Aurora Rapún, Sonia Mele, y la conjunción

planetaria (espero no se enfaden) Rafa Sastre, Pepe Sanchis y Nicolas Jarque,

como secretaria Asun Atero. Primera ronda “ha llegado la hora de que

conozcas la verdad” leña al boli y a sufrir, pasa la media hora y a esperar,

clasificado. Segunda ronda “entonces comprendí que me había equivocado”,

esto se complica y el reloj corre más que Ussaint Bolt, “quedan diez

minutos”, ¡joder qué presión! Esto parece Forjado a fuego “dos minutos”

“os odio”, creo que en breve saldrá un cocinero gritando, ¡a emplatar! Ah,

no, que esto es otro reality de esos, solo que sin cámaras ni fama, al menos

nos han dado un trozo de coca, y yo que pensaba que era una sustancia

nasal ilegal…, de la birra ni rastro, dejas de escribir y a esperar.

¡Clasificado! ¡Increíble, lo he logrado! Otra vez a la tercera planta, ya no sé

si estoy en un certamen de literatura o en unas oposiciones a bombero. “Le

dejó su propio revólver con guardas de nácar” fase final. ¿De dónde habrán

sacado al torturador que se ha inventado esta frase? Estrujo mis neuronas

y peleo hasta el final. No entro entre los cinco primeros como el año pasado,

no importa, he llegado al final entre plumas de muchísima calidad. He

conocido a gente como Amelia y Luis, que encima quedó segundo. A estas

alturas, poco me importa ganar o perder, solo me queda felicitar a todos y

esperar poder estar el año que viene».

Rafael Blasco, participante de la VII Edición

Página 8

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Relatos ganadores ADULTOS

Primer premio

MIEDO AL FRACASO

Laura Pilar Rubio Torrecillas

Le ofreció su propio revólver con guardas de nácar, no

merecía menos dado su rango militar. Lo cogió con manos

temblorosas, nunca había estado en aquella situación.

Estaban en el funeral por los caídos en combates. Ella

estaba en un lugar privilegiado. Estaba entrenada pero

hasta ese momento no se había percatado de lo que suponía.

Templó nervios, agarró con fuerza el revólver y disparó

dando la señal para el comienzo del homenaje.

Segundo premio

TALIBANES DE LA ORTOGRAFÍA

Luis Jurado Quesada

Le ofreció su propio revólver, con guardas de nácar. Pero él

lo rechazó. Por miedo, por convicción, por principios, nadie

podía estar seguro del motivo. Era lo que se esperaba de él,

pero el caso es que no lo hizo. Muchos años después, ya en

su lecho de muerte, confesó el motivo: «Solo tuve que mirar

en sus ojos, nunca quise condenar a alguien profundamente

arrepentido».

Nº 4 Página 9


Relatos ganadores ADULTOS

Tercer premio

CORAZÓN DE HIERRO

Juan Folguera Martín

Le ofreció su propio revólver con guardas de nácar. Le

aseguró que lo había utilizado durante toda su carrera

de guarda fronterizo, a pesar de ser un modelo de coleccionista.

Ya no lo necesitaba. El herrero lo tomó y lo lanzó

a la forja. Su corazón de hierro se reencarnaría en

alguna de las vigas de acero del puente que uniría la

península con África.

Cuarto premio

UNA DECISIÓN DIFÍCIL

María Amparo Cabello Barnes

Le ofreció su propio revólver, con guardas de nácar. Él lo

cogió dubitativo, lo sujetó con fuerza y le apuntó en la sien.

Quería hacerlo, pero la amaba tanto. Sus lágrimas le decían

que no podría. Matarla era rescatarla de un agónico desenlace.

No quedaban más supervivientes. Les esperaba una

muerte sangrienta y era la última bala. Ella lo miró suplicante.

Apretó el gatillo. Una sirena. Helicópteros. Disparos.

Suerte que no quedaban balas. Sonrieron.

Página 10

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Relatos ganadores ADULTOS

Quinto premio

QUE LA IMAGINACIÓN

DETENGA LAS BALAS

Rubén Moratalla Mayo

Le ofreció su propio revólver con guardas

de nácar, pero no lo aceptó; quería hacerlo a

su modo. Aquellas cuatro personas lo observaban

de soslayo. Una de ellas enfundada

en un traje chaqueta gris, otra portaba un

jersey verde, la tercera una blusa azul de

lunares y un último hombre que lucía un

polo azul. El chico no lo dudó, se llevó la

mano al bolsillo y lo hizo: sacó su boli de

respuesta.

Relatos ganadores JÓVENES

Primer premio

DOS PERSONAS, CERO BALAS

Alexandru Cristian Butaru

Le ofreció su propio revólver, con guardas de nácar, sin saber

lo que conllevaría esa simple acción.

Eran dos hombres, mirándose fijamente y con una despedida

pendiente.

Se notaba la horrenda tensión del ambiente con solo respirar.

Lo excéntrico que puede llegar a ser el silencio del profundo

desierto en situaciones como esta.

Una decisión que se solventaría con un «tú o yo».

El gatillo que se apretaba frenó cuando se escuchó la palabra

«corten».

Nº 4 Página 11


Relatos ganadores JÓVENES

Segundo premio

CORAZÓN PARTIDO

Erika Laguna Pozo

Le ofreció su propio revólver con guardas de nácar y

dijo:

—Por favor, gana tú y acaba con esto ya.

Mientras habla, el héroe cae de rodillas al suelo. El villano

lo mira perplejo, sin comprender.

—Me has hecho perder toda esperanza e ilusión, lo justo

es que me mates.

El villano le escucha y casi puede ver como al salvador

se le parte lentamente el corazón.

Tercer premio

CRIMEN (IM)PERFECTO

Ferrán Fuentes Romero

Le ofreció su propio revólver, con guardas de nácar, así

que no tuvo más remedio. Hacía tres horas que había llegado

al lugar encomendado cuando preguntó por un hombre

barbudo con gabardina negra en el único local abierto. El

hedor a tabaco y humedad del estanco se desvaneció en pos

del olor del cloroformo.

La única prueba del crimen fue su grabadora que anunciaba

escrupulosamente: «Elige tu cabeza o la suya».

Página 12

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La prensa se ha hecho eco del gran evento

Foto final de premiados y organizadores

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VI Concurso de relato rápido negro 2022

Crónica de Aurora Rapún y Ana Marben

El 12 de noviembre, el Casal Jove de Puerto

de Sagunto volvió a llenarse de mentes muy

negras con plumas rápidas dispuestas a todo.

Unas audaces policías nos tomaron identificación,

un jurado avieso nos regaló una frase

para empezar nuestro micro con tintes negros

y una jornada maravillosa nos ofreció la oportunidad

de compartir tiempo, historias, risas y

conversación con grandes amigos de letras.

Más y mejor no se puede aprovechar un

sábado.

El cielo estaba muy gris esa mañana, pero una

veintena de osados concursantes desafiamos las lluvias

y nos plantamos allí armados con un bolígrafo

(o dos o tres). La frase elegida fue «No pensaba hacerlo

pero no puedo resistirme». Por delante, 40 minutos

y 150 palabras.

El jurado estaba formado la escritora Eva Molina

Noguera y los escritores Jerónimo García Tomás y

Joaquín Azagra-Caro.

El registro

Sacudiendo los nervios, momentos antes

de empezar

Jurado y organizadores

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Textos premiados

Primer premio

EL BUEN PADRE

Aurora Rapún Mombiela

No pensaba hacerlo, pero no puedo resistirme a ganar. Entiendo que parezca

prepotente por mi parte, pero soy un triunfador nato.

Hoy, en la cacería anual, participaba mi hijo por primera vez. Creí que podría

dejarle destacar, pero es que es superior a mis fuerzas.

Soltamos a la presa, le dimos una considerable ventaja y salimos tras ella

como alma que lleva el diablo. Yo iba, como siempre, en primera posición,

mi descendiente me pisaba los talones, lo cual me enorgullecía hasta que fui

consciente de que iba a adelantarme y de que ya tenía a la chica al alcance

de la mano. Fue entonces, cuando tocó ese cuerpo desnudo, cuando rodeó

el cuello amoratado, cuando descubrí que nunca iba a ser un buen padre, ni

siquiera un buen hombre. Levanté el arma, apunté y maté dos pájaros de

un tiro. Ese día, el trofeo tuvo un sabor agridulce.

Segundo premio

TECNOLOGÍA AVANZADA

Ana Martínez Benlliure

No pensaba hacerlo, pero no puedo resistirme. Voy a publicarlo en Instagram.

Que las clases que me dio mi nieta Victoria sirvan para algo. Se

van a enterar esos que siempre critican mi edad. Dicen que no me actualizo,

que si ya no sirvo, que mejor me dedique a otra cosa. Que se

enteren ellos y todo el mundo. Haré un reel de esos. Y a esperar que aumenten

los seguidores. Mejor subo la persiana, que te dé bien la luz.

Perdona que te tape la cara, pero es mejor que no te reconozcan. Lo que

voy a sacar bien es tu cuello. ¡Tan ancho! ¡Tan varonil! Pensé que me

sería más difícil, pero Viqui me explicó bien cuál debía ser el movimiento

para zanjar el tema de un solo tajo. Es la mejor.

Tercer premio

ESE GUSANO QUE HABITA EN MI INTERIOR

Rafa Sastre

No pensaba hacerlo, pero no puedo resistirme. Después de atracar un

banco y secuestrar a su director, he pedido por él un rescate de magnitud

insultante. No creo que ninguna persona, y menos un tipo encorbatado

y llorica como este, valga ni la décima parte del precio que le he

puesto y que nadie pagará. Si sigue gimiendo, le abriré la cabeza de un

golpe. Me pide piedad aludiendo a su familia e ignorando que soy un

psicópata que no atiende a pretextos lacrimógenos. Después ha sucedido

algo imprevisto. Ante mi indiferencia, el tío reacciona proponiéndome

que nos juguemos su libertad a los chinos, como si hubiese adivinado

que soy un ludópata empedernido, un jugador incorregible. Al principio

me he negado, pero ese gusano que habita en mi interior ha trabajado

de valiente. Como no tengo nada que perder, le daré una oportunidad.

Nº 4 Página 15


Los tres flamantes ganadores

Foto de grupo al finalizar el evento

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10 años de Generación Bibliocafé

El 30 de noviembre se celebraron los

10 años de Generación Bibliocafé, con la

presentación de «Salgan con los libros en

alto», una antología de 45 relatos sobre las

librerías, entre cuyos autores se encuentran

un gran número de miembros de Valencia

Escribe. Otra oportunidad más de

vernos y celebrar la escritura.

José Luis Rodríguez-Núñez (Bibliocafé), Mauro Guillén

Grech (editor), Susi Bonilla (escritora) y Franz Kelle

(escritor) presentando el libro

Portada de Paco Roca

Buena parte de los autores y autoras

Nº 4 Página 17



Suena

a

Navidad

Imagen de Vivian Rodríguez (Cas)


E

n pleno septiembre, sufriendo, y mucho, los calores del verano, nos costaba centrarnos

en el tema especial para un número que sabíamos que iba a ver la luz en pleno

ambiente navideño. Pero parecía tan lejano… Antes iba a estar Halloween que podía ser un

tema atractivo pero quizá, también manido.

Así que decidimos dar una vuelta más de tuerca, tal y como nos gusta, y hablar de villancicos

pero no, que sonara a Navidad pero que despertara la imaginación incluso en los rigores

veraniegos que aún nos acompañaban.

Así la propuesta de este especial era:

Escribe un relato, poema o microrrelato basándote en el título de un villancico o canción

navideña, PERO QUE NO SEA DE TEMÁTICA NAVIDEÑA. (Bueno, si te cuesta, aceptamos

Navidad como subtema).

La respuesta ha sido amplia pero a veces tan sutil que casi se nos escapa…

Esperamos que os guste el resultado. Ahí va...

Página 20

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Cantando alegre en la popa

Aurora Rapún Mombiela

Belén era de las que tenían ideas descabelladas. Por eso, y por otras cosas, sacaba las

peores notas de la clase y era el alma de la fiesta.

Nuestro colegio estaba situado enfrente del campanario. A saber a quién se le ocurrió la

brillante idea de unir esos dos edificios que requerían concentración, el uno, tarea harto difícil

en un ecosistema habitado por las hormonas; y recogimiento, en ocasiones, el otro, a la

par que espacio, para dejar circular el aire entre campana y campana.

Una mañana, Belén estaba dispersa, no retenía, molestaba a unos y a otras hasta que la

maestra la mandó al pasillo a meditar. Mala idea. Tanto pensó que ideó pasar al edificio vecino

a hacer el mono un rato. Las que estábamos más cerca de la ventana, la vimos braceando

desde el otro lado y enseguida perdimos la concentración en la clase. Se había

subido al campanario y movía la boca como si gritara algo.

Al final, la maestra tuvo que cortar el tema de los ríos porque, antes de llegar al Ebro, ya

estábamos todos asomados a las ventanas intentando oír lo que gritaba nuestra compañera

desde la iglesia.

Asombrados, comprobamos que se había aprendido de memoria la Canción del pirata y la

recitaba a voz en grito. Nunca hubiera imaginado que atendía en clase el día que la dimos

en Literatura.

¡Qué bien lo pasamos! ¡Qué risas y qué aplausos! Éramos un público entregado.

Con lo que no contaba Belén, ni ninguna de las personas

que la contemplábamos, era con que la noche anterior

había fallecido Manolo, el panadero, y que esa mañana

las campanas iban a tocar a muerto.

Campanada, susto, campanada, traspiés, campanada,

griterío, campanada, caída, campanada, desolación.

Todavía hoy, tantos años después, siento esa opresión

en el pecho. Recuerdo los llantos, los abrazos, el

silencio. Pero, a pesar del dolor y del sentimiento de pérdida,

aún sonrío con cariño cuando llegamos al Romanticismo

en España y me toca explicar en clase a José de

Espronceda.

Más relatos de Aurora en: https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com

Nº 4 Página 21


Campana sobre campana

Gabriel Urciuoli

No es que no estuviese orgulloso de ser campanero; sus antepasados habían sido campaneros

durante incontables generaciones. Pero le molestaba que todos le considerasen un hacedor de

campanas sin más, que no era poco, pero que ni de lejos se acercaba a lo que en realidad era:

luthier y músico. Porque no solamente creaba instrumentos cuya elaboración superaba con creces

la destreza del artista y la sabiduría del científico, precisando de ambas en perfecto equilibrio,

sino que se había convertido en un experto en la composición e interpretación de obras sinfónicas

para cuatro, siete y hasta doce campanas.

Claro que sus obras nunca fueron interpretadas más que en su imaginación y, algunas, ensayadas

en la soledad de su taller con pequeñas campanas que sonaban ridículas comparadas con

sus imposibles equivalentes gigantes. A veces sonaba con esas enormes campanas y con que daba

un gran concierto con ellas y todos entendían realmente lo que hacia y quién era.

El campanero fue acumulando a lo largo de toda su vida esa gran frustración, a la que iba

sumando cada día pequeñas humillaciones, pequeños desprecios hacia su oficio: «Campanero,

esta campana es demasiado estridente»; «Campanero, el badajo es demasiado pesado»;

«Campanero, ¿es que no sabes ni hacer un timbre?».

Las gotas fueron llenando el vaso. No sabe cuál lo colmó.

Durante años fue madurando una idea. Era difícil, pero se podía hacer. Había pulido la teoría

y poseía los conocimientos acumulados por todas las generaciones precedentes. Lo imposible, lo

casi milagroso, era que se diesen las condiciones y conseguir los materiales para llevarla a cabo.

Pero el milagro ocurrió.

Al campanero le hicieron, simultáneamente, los dos encargos más importantes de su vida: la

fabricación de cuatro enormes campanas para dos catedrales. A pocos campaneros en la historia

les habrá ocurrido algo así. No se iba a repetir. Tenía que aprovechar la ocasión.

Organizó dos equipos de trabajadores para las labores que no pudiera hacer solo, pero procuró

usarlos lo menos posible. Y se puso manos a la obra. Los diseños hacía años que los tenía hechos

y las pruebas con maquetas a escala, aunque lejanos a los esperados, habían dado buenos

resultados, así que pudo empezar directamente con el trabajo físico de creación de las campanas.

Fueron meses de entrega total, de trabajar hasta desfallecer. Casi no dormía ni comía, la barba

y la cabellera le crecieron con descuido, la piel se le fue pegando a los huesos día a día y tomando

un color gris y macilento que contrastaba con el extraño brillo que desprendían sus ojos.

Solo el pensar en que por fin todos sabrían quién era y caerían a sus pies rendidos de admiración

y respeto le daba fuerzas para continuar.

Hasta que por fin llegó el día en que las cuatro campanas gigantes estuvieron hechas. Mandó

que sus trabajadores despejaran la gran nave central donde se había llevado a cabo parte de la

fabricación y alinearan en ella las campanas, los despidió y quedó solo ante su obra. Entonces se

subió a una de las grúas, se dirigió a la parte trasera de la nave y fue trayendo unas grandes vigas

de hierro con las que hizo una extraña estructura. A continuación, muy lentamente y con

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mucho cuidado, fue colocando en la estructura campana sobre campana, con una precisión milimétrica,

de manera que cada una entrase un poco en la que tenia encima. Se bajó de la grúa, trepó por

la estructura hasta la campana más alta, se metió dentro y le unió la campana siguiente como si

fuera su badajo. Repitió el proceso hasta tener las cuatro campanas unidas. Y se sentó a contemplar

su obra.

Hacerlas sonar en ese momento era una locura. Tenía que esperar al día siguiente, cuando llegaran

los obispos que hicieron el encargo con sus séquitos, los políticos que lo promocionaron, los empresarios

que lo pagaron y los periodistas que lo publicitaron. Tenía que esperar. Pero no pudo.

Con una pequeña grúa fue a buscar

la campana que guardaba desde hacía

años para aquella ocasión. Era un invento

suyo: la campana invertida; funcionaba

como badajo. La colocó dentro

de la campana más cercana al suelo.

Retiró la grúa. Se situó justo debajo de

la fantástica estructura... empezó a mover

el badajo de un lado a otro para que

cogiera inercia... y percutió la gran

campana cuádruple.

Cuando al día siguiente llegaron los

convocados, del campanero solo quedaba,

debajo de las campanas, una gran

mancha de sangre con forma de flor.

La maté porque cantaba

Miguel Moliné

—Lo siento, agente. Es que no pude aguantarlo.

—Pero, hombre, ¿cómo se le ocurre matar a la vecina del quinto? Si era un

encanto.

—Se pasaba el día cantando.

—¿Acaso no tenía buena voz? ¿No es la que participó en la última edición

de Operación Triunfo?

—Sí, cantaba genial. Pero llevaba una semana ensayando a todas horas All

I want for Christmas is you.

—Esa canción de Mariah Carey es preciosa. No imagino una Navidad sin

ella.

—Lo sé, agente, lo sé. ¡Pero estamos en octubre y hace un calor infernal!

Nº 4 Página 23


Nuevos tiempos

Rafael Blasco López

Beben y beben y vuelven a beber. Vamos, como las putas ratas se ponen, y encima a trompicones

con unos y con otros, ¡si es que ya no cabemos aquí! El caso es que éramos una comunidad

ejemplar. Bajo las cristalinas aguas del río, llevábamos una vida placentera, comíamos algas,

nadábamos contracorriente si hacía falta y hasta saltábamos fuera del agua para caer hasta

el fondo con nuestros juegos. Salvo aquellas trampas con gusanos más que tentadores que

los humanos nos lanzaban en un sedal, nuestro riesgo de vida era mínimo, hasta que ocurrió la

catástrofe.

Como triste y negra premonición, un fin de semana cualquiera, un grupo de humanos se

acercó a nuestra ribera con aquella música machacona que solo hablaba de sexo de la manera

más vulgar jamás escrita: reguetón, creo que la llamaban. Increíble pero cierto, aquella plasta

sonora cautivó a nuestros adolescentes poco antes del accidente. No pudimos escapar, mucho

menos evitarlo. Sobre el puente que cruzaba nuestras aguas, chocó un camión con residuos nucleares

con otro de bebidas alcohólicas. Tan solo un barril de uranio, dos cajas de wiski y tres

de ginebra que cayeron hasta lo más profundo del río fueron suficientes para la tragedia. Antes

de que pudiéramos reaccionar, las mutaciones entre los nuestros se hicieron más que evidentes:

peces con tres ojos, cinco aletas, dos colas o escamas multicolor se convirtieron en habituales.

Lo peor llegó con la bebida, ni siquiera les hizo falta la tónica como a los humanos, fue probar el

gin y ya estaban todos enganchados. Con el wiski ocurrió lo mismo, «yo paso de on the rocks»,

decían, engreídos, algunos. Para colmo de males, aprendieron a perrear, y claro, el resultado era

de esperar. Nuestra colonia se multiplicó por mil en escaso tiempo. Existe ahora una multitud

de peces de diferentes formas, pero todos están como cabras: algunos quieren tatuarse, otros

conducir un deportivo, los hay que llevan cadenas

hechas con hojas de caña y, encima,

dicen que las quieren de oro; el otro día vi

una trucha con tanga, y esa maldita manía

de rimar de forma tan barata que tienen me

resulta repulsiva. Estoy pensando en dejarme

arrastrar por la corriente hasta desembocar

en el mar. El problema es que se rumorea

sobre una situación semejante en el océano.

Me han soplado que las ballenas se han hecho

heavy metal y, la verdad, no sé qué es

peor.

Página 24

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Hacia Belén

Mary Carmen Delgado Barranquero

Hacia Belén va una burra

que solo sabe pegar.

Por ser profe de lectura,

Belén la quiere enseñar.

Comienza con un villancico,

el de Feliz Navidad,

la niña aprieta el hocico,

prefiere Noche de Paz.

—Ande, ande, ande, mi marimorena.

Para quitarte las penas

un libro es lo mejor.

Si quieres, te lo leo yo.

—Lo único que me calma

es el sonido del agua.

¿Nos vestimos para el frío

y vamos a ver cómo beben los peces en el río?

—Arre, arre, borriquita,

mi burrita sabanera.

Si eso te tranquiliza,

Hacemos lo que tú quieras.

Durante el tiempo de pesca

miles de historias le cuenta.

Así es como la profe

la incentiva a leer.

Ahora hacia Belén

va una persona culta,

atrás se quedó la burra.

Nº 4 Página 25


Los peces en el río

Amelia Jiménez Graña

Ese día, andábamos todos como locos. Tras montar las tiendas de campaña la tarde anterior

y haber hecho fuego de campamento, nos tocaban las actividades de multiaventura: tiro con arco,

kayak y senderismo. Era algo que llevábamos esperando desde que terminamos el colegio.

Nos dividimos en tres grupos: cada hora cambiaríamos de lugar y de actividad, guiados por

nuestros monitores Ramón, Raúl y Raquel. A mí me tocó empezar con el tiro con arco, en una

explanada junto a las ruinas de lo que parecía un castillo.

—¿Qué es esto? —preguntó Adriana, interesada, como siempre, por la historia de lo que la

rodeaba.

—Es una torre defensiva o atalaya. En otros tiempos, servía para ver si se acercaba el enemigo

o un fuego —contestó Raquel, mientras nos repartía arcos y flechas—. Se comunicaba con la

que sigue en pie en lo alto de la montaña.

En un rato, tuvo listas las dianas para practicar.

A mí me costó mucho tensar la cuerda del arco y mis flechas iban a parar más allá de la diana,

donde empezaban los árboles del bosque.

Al terminar, Raquel nos envió a buscarlas. No sé si las mías eran las más lejanas, pero me vi

revolviendo entre los tocones de los árboles, donde crecían hierbas y flores silvestres de vivos

colores. Cuando creía tener la última, escuché un sonido suave, como si alguien frotara la hierba

sobre la que pisaba. Con curiosidad, me acerqué a unas plantas que se movían y vi una tortuga

gigante, que avanzaba con lentitud, abriéndose paso hacia el claro donde habíamos montado

las dianas.

Salí corriendo y avisé a Raquel. Ella me miró con cara de pocos amigos:

—¿Una tortuga gigante? ¿Aquí? ¿En Valencia?

A pesar de mi insistencia, la monitora no me hizo caso. Nos ayudó a recoger y nos indicó por

dónde teníamos que seguir para llegar hasta el río, donde Ramón nos esperaba con los kayaks.

Adriana intentó consolarme mientras nos colocábamos los chalecos salvavidas:

—Seguro que sería algún tipo raro de lagarto.

La ignoré. Me sentía ofendida y di enérgicas paladas con el remo, que casi nos hicieron volcar.

Aunque ni yo misma entendía qué hacía una tortuga ahí.

—Esta es una zona muy tranquila. Debéis ir remando con tranquilidad, yo iré delante de vosotros

para indicar el camino. No hay pérdida ni peligro —nos explicó Ramón.

Éramos solo cinco kayaks y el suyo y nosotras íbamos las últimas.

—Ra ra ra, rema y llegarás. —Oíamos corear a Ramón.

En un remanso, donde debíamos ir despacio para no golpearnos con las ramas bajas de los

árboles, miré el agua. Los peces en el río flotaban panza abajo, formando una hilera.

—Adriana, ¡mira! —le dije. No me hizo caso, porque nos tocaba el turno para palear con un

poco más de brío y salir de aquella maraña de hojas verdes.

Página 26

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—¿Qué te pasa hoy?

Le expliqué lo que había visto y ella se rio.

—¿Tú te crees que nos traerían a un río putrefacto, lleno de peces muertos, con lo que han

pagado nuestros padres por este campamento?

Me callé. Terminamos la actividad y tuvimos que cargar con nuestros kayaks hasta el lugar

donde habíamos empezado el descenso, para los siguientes.

Estaba demasiado cansada, incluso para comer los bocatas que nos había preparado Raúl

con su grupo. No tenía ni idea de si había visto visiones o si, simplemente, Raquel y Adriana me

habían tomado por tonta o se querían reír de mí.

Después de dar cuenta de los bocatas y las frutas, nos tocaba hacer la ruta de senderismo

todos juntos. Cada grupo tomaría un camino para llegar a la cumbre de la montaña (que no era

muy alta), guiado por su monitor. Después, dormiríamos al raso, bajo el manto estrellado de las

Perseidas.

La mochila me pesaba. Parecía como si un imán me arrastrase al campamento base y no quisiera

que llegase a la cima. Veía cómo mis compañeros caminaban cada vez más rápido y mis

pies no me respondían. Incluso Adriana parecía lejana, con sus zapatillas fluorescentes perdiéndose

entre los hierbajos.

Perdí el sentido. Nos habían repetido miles de veces que bebiésemos agua de la cantimplora

para no deshidratarnos. Y a mí se me había olvidado.

Cuando desperté, no solo las estrellas iluminaban el cielo, sino también el fuego provocado

por el accidente del helicóptero que mató a mis compañeros de campamento.

Desde entonces, hago caso a las señales que me envía la naturaleza.

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Adicción a la tele

Maria Grazia Scelfo

Es domingo por la mañana de un día despejado y fresquito, lo ideal para salir de casa.

Inés le propone a su marido Javier ir de excursión a la sierra para dar un hermoso paseo y

gozar de la naturaleza. Le apetece mucho comer en uno de los restaurantes por ahí, al aire libre.

Su marido, una vez más, le contesta que no, que prefiere quedarse en casa y ver la tele.

—No te das cuenta de que siendo un representante de comercio viajo toda la semana y en los

días de descanso, sábado y domingo, quiero quedarme en casa tranquilo, mirando la tele incluso

hasta altas horas de la noche.

—Y tú no te enteras de que con mi trabajo de dependienta en una farmacia estoy todo el día

encerrada en la tienda y en los días de descanso me gusta salir. Además, como pones la tele a

todo volumen, no puedo descansar, ni leer, ni concentrarme en nada. Ya estoy harta. Podríamos

llegar a un compromiso. Es decir, saldremos juntos un domingo al mes, y los otros fines de semana

saldré sola adonde quiera, al mar o a la montaña dependiendo del tiempo.

—Me parece bien, siempre y cuando me dejes en paz.

Finalmente, Inés puede pasar el fin de semana donde quiera y en esta ocasión llama por teléfono

a su mejor amiga para ir a la Sierra Norte de Madrid y disfrutar de su estancia. Empieza

con el programa de rutas guiadas. Hay mucha gente y hace amigos.

Vuelve el domingo por la noche muy satisfecha. Javier todavía está delante de la tele y casi

no la oye llegar. Está cansada de tanto andar y se mete en la cama. Pero no logra dormir por la

tele a todo volumen.

Pasan varios meses y la rutina es la misma de siempre. Javier en casa e Inés de excursión los

fines de semana. Había insistido con su marido en que la acompañara al menos una vez, tanto

para conocer a sus amigos como para disfrutar él mismo de la excursión. Javier la acompañó

solo una vez. No le apetecía levantarse pronto, ir descubriendo las maravillas de la naturaleza y

charlar con toda esa gente que le había presentado su mujer.

Un domingo por la noche, llegó a casa muy cansada y, como ya había cenado con sus amigos,

estaba a punto de acostarse cuando algo le llamó la atención. Su marido guardaba silencio,

aunque estuvieran retransmitiendo un partido de fútbol. Se acercó y se dio cuenta de que estaba

inmóvil, con la cabeza inclinada hacia un lado y los brazos colgando. Estaba muerto.

Llamó a la ambulancia, los médicos no pudieron hacer más que certificar su muerte e informar

a la policía de lo ocurrido. Aparentemente parece haber sido un ataque de corazón. Nadie lo

habría adivinado, pues gozaba de buena salud.

Deben hacer una autopsia ya que estaba solo y la causa de su muerte debe ser aclarada. La

Página 28

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policía investiga su vida privada y la de su esposa y descubre algo interesante. Inés salía todos los

fines de semana con un amigo que había conocido en la Sierra Norte. Se habían enamorado y pasaban

la noche juntos, en un hotel de la sierra, como una pareja muy feliz. También se descubrió,

al interrogar a los vecinos, que discutían a menudo y que Inés gritaba que estaba harta de esa

vida, que ya no soportaba la televisión a todo volumen, incluso por la noche. Se volvería loca tarde

o temprano. Así que ella pediría el divorcio.

Durante la autopsia, el patólogo encontró un pequeño agujero en el brazo de Javier, como si se

hubiera drogado. Pero no lo hizo. Los análisis revelaron una cantidad anormal de potasio en la

sangre. De los datos de su teléfono móvil se desprende que había intentado llamar a su mujer,

pero ella no le había contestado.

La policía la interroga sin darle un momento de respiro con la esperanza de aclarar el caso. Finalmente

confiesa. Estaba harta de su marido, ya no lo soportaba frente al televisor y quería pasar,

por fin, una noche de paz. El viernes por la noche le había puesto un fuerte somnífero en el

agua y mientras dormía le había inyectado una dosis alta de potasio que había robado de la farmacia.

Habría parecido un ataque al corazón y nadie se habría dado cuenta.

Ahora todas sus noches serán de paz.

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Página Imagen 30 de Adriano Gadini en Pixabay

Nº 4

Tercera Era


Poemas

Nº 4

Tercera Era

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Navidad, bella Navidad

Amalia Martínez Fernández

Navidad, bella Navidad

Bella Navidad,

luz de buena gente,

que alumbra infinitos abrazos y cómplices miradas

de alguna nostálgica melodía, algún conseguido sueño,

y muchos sueños prohibidos.

Bella Navidad,

de regalos que sorprenden

y dibujan labios de sonrisas

en el lienzo de los ojos inocentes.

¡Qué bella Navidad!

¡Qué bellos belenes!

Bellas, sus calles adornadas,

y sus árboles

cual soportales de almas y corazones nobles.

...Y en medio de todo, reflexiono, y te pregunto:

Navidad, bella Navidad

¿Por qué ignoras a los pobres?

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Veneno

Maite Bilbao

Otra más.

Cada vez dolían menos.

Atravesaban la coraza de acero

hasta llegar al epicentro

que guiaba su vida,

provocando seísmos

que hacían remover pilares.

Cuando la flecha entraba

en su cerebro,

todo se tornaba pardo,

gris,

negro,

dejaba de observar

y miraba a un vacío desolador.

La desesperanza hacía mella

y cada neurona lanzaba

el mensaje simple de dejarse llevar,

no luchar,

marcharse,

abandonar para siempre.

Había oído hablar de las terapias

contra el veneno,

¿Y si fuera como las abejas?

Pequeñas punzadas

con el aguijón

en un extenso tiempo,

actúan como vacuna

haciendo que el cuerpo

cree sus defensas

preparándose para repeler

otro ataque.

En ocasiones,

el abismo se aproximaba,

provocando, incitando a huir,

ofreciendo una vida tras la sin vida,

donde el dolor no doliera.

¡Otra más!

Golpes disfrazados de caricias,

siseos envenenados,

maldad destilada en frac,

camuflado a miradas ajenas,

esculpido un escudo

a fuego con obstinación

y tiempo,

ese que pone a todo en su sitio.

Quizá no hay lugar para todo,

pensó al ver continuar el asedio.

¿Tal vez vestirse de blanco

y pasar al otro bando?

Las rarezas no son bien recibidas

en un mundo de cordura

donde la locura alimenta el pensamiento

y le da aliento.

¿Para qué sirve la paz exterior

cuando miles de batallas

y cadáveres

habitan dentro?

¡Otra más!

Desaliento,

abismo,

desolación

se unieron fluyendo por sus venas

fusionándose en su cuerpo.

Tal vez se dejara llevar

o sería abeja reina

transformando aquel veneno...

Nº 4 Página 33


Imagen de Monoar Rahman Rony en Pixabay


Microrrelatos


La rebelión de las masas

Pilar Alejos Martínez

Mientras contemplaba cómo llevaban al cadalso al último

candidato, el público aplaudía enfervorecido. Previamente,

algunos se habían encargado de caldear tanto el ambiente

que la locura se había propagado entre la multitud como si se

tratase de una enfermedad contagiosa. Estaban fuera de control.

Era imposible detenerlos. Parecían insaciables. Cada vez

gritaban más fuerte que el espectáculo debía continuar.

Cuando todas las miradas se dirigieron hacia su persona,

el presentador se echó a temblar.

Más relatos de Pilar en:

https://versosaflordepiel.blogspot.com/

Cinco minutos

Sonia Mele Puerto

Vibra su móvil. Ve el wasap esperado de Marta:

«En casa». Solo falta ella por completar el ritual. Es

cuestión de cinco minutos sentir el alivio de dejar

fuera a la oscuridad.

Escucha pasos. Agudiza el oído y calcula que son

tres, quizá cuatro. «No seas paranoica. Vuelven de

fiesta, como tú», se dice. Aun así, aprieta la marcha,

por si acaso.

Ellos también aceleran.

Se hace daño al apretar las llaves.

– ¡Eh!, guapa, ¿adónde vas tan sola? –Silbidos y

carcajadas.

El miedo se hace sólido. Corre.

Corren.

Ya sabe que es la presa elegida.

Era cuestión de cinco minutos.

Página 36

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Got damunt de la nevera

Irene Lado Monserrat

Vet ací aquella figura redona i cristal·lina sobre una caixa quadrada revestida de nívia pintura.

Aquest abillament de laca no sols gaudia d’una funció embellidora, sinó que contenia també unes

propietats conservants que evitaven que el seu ferri esquelet agafara en qualsevol moment el punt

àlgid d'oxidació.

El vitri recipient cònic estava decorat amb solcs rectilinis en la seua base que projectava la seua

ombra repartida en taques fosques i centellejos de llum blanca.

Era, a més, continent d'aquella substància líquida transparent disposada a ser ingerida per aquella

assedegada persona.

Estava solament desitjosa d’aquell líquid màgic? Doncs no,

la seua avidesa traspassava tot allò material, perquè mentre

amb una mà es disposava a prendre el desitjat objecte, amb

l'altra mostrava intenció d´agafar un llibre per a apaivagar la

seua set intel·lectual.

Els anys havien fet que aquella freda caixa perdera les

seues propietats refrigerants i congelants per a passar a ser

ara una casa recer. En aquest refugi guardava els llibres que

aniria devorant a pleret mentre feia el mateix amb l'aigua.

Cada vegada que obria la porta del frigorífic, un nou món

d'aventures, intrigues i secrets li esperava, perquè ara el que

refrescava era la seua ment, la seua imaginació i les seues

idees.

Inspirat en un quadre d'Isabel

Quintanilla del mateix tol

Sangre por el desagüe

Susana Gisbert

Cada vez que se lavaba, veía correr por el desagüe su

sangre.

Ya hacía años que cometió el que creyó que era el crimen

perfecto, y así lo consideraron juzgados y policía. Jamás lo

descubrieron ni sospecharon de él, el perfecto esposo destrozado

de dolor.

Sin embargo, ella no estaba dispuesta a que la olvidara.

Por eso seguía estando presente en cada momento de su

vida, recordando que le había robado la suya.

Nada había menos perfecto que aquel crimen.

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Ha arribat l'hora que conegues la veritat

Pepe Sanchis

Ni ton pare era un científic ni ta mare

una catedràtica. En realitat, tos pares eren

uns presidiaris: un lladre de cotxes ell i una

estafadora ella. Segurament la força dels

seus gens ha pogut més en tu que l'educació

que t'hem intentat transmetre en esta

vida fictícia que has viscut. Tanmateix no

t'ha fet falta conèixer esta veritat. A saber

des de quan tenies pensat fugir d'esta gàbia

daurada on estaves tancada i anar-te'n a

l'altra part del món.

Página 38

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Sin fecha

Manuel Serrano

Mi tío no quería que mi abuelo muriera en Navidad y le pidió a Dios que lo dejara un

poco más. Suplicaba en voz alta mientras caminaba bajo los álamos del río.

—No sería justo que en estas las fiestas recordáramos su fallecimiento. Sería un fastidio.

—¿Para cuándo te vendría bien? ¿En enero? —le contestó el buen Dios.

—No, en enero no, que cumplimos años media familia.

—Entonces en febrero.

—Nos arruinarías los carnavales.

—Tendrás que elegir. ¿Marzo?

—Quita, quita. Las Fallas y mi cumpleaños.

—¿Abril?

—No me fastidies la Semana Santa que soy penitente.

—Mayo.

—No me viene bien. Tenemos dos comuniones.

—De verano, ni hablamos ¿Septiembre?

—Tengo mucho lío con el inicio del curso.

—Octubre.

—Me quitas dos fiestas.

—Noviembre. Ya no queda más.

—¿Vísperas de Navidad? Estamos en las mismas.

—Bien, pues cuando lo tengas claro me avisas y lo concretamos.

Así quedaron hace treinta años. Mi tío murió de repente dos meses después de la

conversación y Dios nos ha dejado al abuelo del que solo queda un saquito de huesos

dentro de un pellejito apergaminado.

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El turco

Rafa Sastre

Se llama Juan, cuenta 42 años y es natural del Jiloca. Una desagradable cicatriz, souvenir

de una pelea adolescente, recorre su mejilla izquierda; el de navaja fácil durmió aquella

noche y la siguiente en el hospital. Prometía como futbolista. Jugó en el C.D. Cariñena y

estuvo a punto de fichar por el Real Zaragoza, pero una repentina e irreparable avería en

su rodilla le obligó a seguir la estela paterna: ganarse la vida como albañil. Tiene dos hijos

y se divorció al liarse su mujer con un maldito vendedor de coches usados.

Le apodan El Turco porque cuando empezó a quedarse calvo difundió a los cuatro vientos

su plan de ir a Estambul a someterse a un trasplante de cabello, compromiso que hasta

la fecha se ha incumplido a sí mismo.

Hace semanas que reside en el centro penitenciario de Zuera. Tres años y un día le cayeron

por agredir, con resultado de lesiones muy graves, al constructor que le contrató junto

a su padre para más tarde cerrar la empresa y eludir todos sus pagos. Jura que cuando

salga, lo primero que va a hacer es buscarlo para saldar aquella deuda por las buenas o

por las malas.

Le he explicado mi intención de escribir un libro sobre su vida, lo que supondría visitarle

con frecuencia durante los próximos meses. El Turco, aunque al principio sonreía ufano, ha

acabado por sugerirme que busque a otro. En voz baja me ha confesado que tiene previsto

fugarse el próximo jueves y, cuando recupere lo que le deben, coger el primer vuelo a Constantinopla.

Segundo Premio del Primer Concurso de Microrrelatos organizado

por el Centro Aragonés del Puerto de Sagunto (València)

Página 40

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La chica de la ventana

Genoveva Escrihuela Serra

Llevo días soñando con una imagen: una chica, pelo largo, de espaldas y mirando al

exterior por una ventana. No puedo ver sus ojos, ni su mirada, pero intuyo que es nostálgica,

triste. Es la mirada de alguien que ve la vida no como protagonista, sino como

espectadora. El día es precioso, luce el sol, pero algo la detiene. Un enemigo invisible que

la obliga a permanecer en su hogar, dejando pasar los días a través de un cristal de ventana.

Mientras, la naturaleza respira y saca su mejor sonrisa en forma de canto de pájaro

o de hermosa flor de primavera. No hay nadie en la calle. ¿Dónde están todos? Le

asusta mucho ver el mundo por la ventana, tan silencioso y vacío. Quiere volver a ser la

protagonista de esa aventura llamada vida, quiere salir, correr con el viento, sentirse

acariciada por los rayos del sol. Cuando me acerco a la chica la veo llorando, reconozco

sus ojos, reconozco sus gestos, me asusta ver mi propia imagen. Mi propio yo. Es todo

una pesadilla que se repite cada noche. Me despierto sudorosa, el corazón me late muy

deprisa, estoy muy asustada. Miro por la ventana, la calle está repleta de gente y de bullicio.

No hay silencio. Todo está igual que siempre. Me acuerdo de que hoy es el último

del año, olvido el sueño, olvido la pesadilla. No hay silencio, no escucho pájaros, no veo

flores, pero hay gente que se abraza, nietos que buscan a sus abuelos, parques que bullen

de vida y jóvenes ilusionados cogidos de la mano, mientras se dan un tímido beso y

hacen planes para el año que empieza.

Hoy es un día para vivirlo. Hoy acaba el año 2019 y empieza el 2020.

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Volver a empezar

Marisa Martínez Arce

Cuando la vida te da una segunda oportunidad

no hay que rechazarla. Muchos de

mis compañeros no tuvieron esa suerte. El

día que fui consciente de que aquel intruso

se había apoderado de mí, una infinidad

de sentimientos se amontonaron en

mi cabeza: rabia, angustia, desesperanza.

Pero a los pocos días me fui relajando. Los

médicos me dieron varias opciones, supe

que estaba en buenas manos, sabía que la

medicina en este campo había avanzado

una barbaridad y que una actitud positiva

era esencial. Decidí apostar por mí; luchar y confiar en la ciencia. El resto estaba en manos

del destino y contra eso poco se podía hacer. No fue fácil, pero fui afortunada y vencí.

El día que me dijeron que estaba curada, comencé a cuestionar cómo había sido mi vida.

¿Qué había hecho yo hasta aquel momento? Estudiar, trabajar, ir de compras, de fiesta. A

partir de ahora no era eso lo que quería.

Vendí el ático y me marché a vivir al pueblo de mis abuelos. En aquel lugar había pasado

mis mejores veranos haciendo cosas tan sencillas como ordeñar cabras, llevarlas al

monte, ayudar a labrar la tierra o jugar con mis amigas en el lavadero. Todos aquellos recuerdos

me aportaban paz, así que, si allí había sido tan feliz, qué mejor sitio para renacer.

Encontré la casa en muy mal estado, hacía años que no habíamos ido. Necesitaba algo

más que una mano de pintura. La rehabilité, convirtiéndola en un coqueto y acogedor

hotel rural.

Pensé que, aunque mi vientre hubiera quedado estéril, todavía tenía mucho que ofrecer.

Con mi proyecto generaría empleo y gestaría nuevas oportunidades. A lo mejor hasta conseguía

que el pueblo ganara nuevos vecinos. Sin duda, esa era la mejor manera de volver a

empezar.

Página 42

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Me lo merezco

Luis Jurado Quesada

No soy yo persona dada a los halagos ni a

las grandes florituras hacia mi persona, no soporto

a los lameculos ni a los pelotas de voz

engolada, pero en cambio, sí soy devoto de las

personas sinceras. Y si soy el mejor se dice y

punto.

Era el momento y me levanté. Pero no habían

dicho mi nombre, así que tristemente me

escabullí por detrás de una columna completamente

abochornado. A partir de aquel momento

solo me dediqué a criticarle, boicotearle, en

definitiva, a odiarle profundamente. Muchos

años después leí su obra. Entonces comprendí

que me había equivocado.

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Página 44 Nº 4

Tercera Era


Relatos

Nº 4

Tercera Era

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Desde el puente

Ana Blanch

La Calderona recorría el horizonte y recortaba

el cielo del atardecer. El sol anaranjado se dejaba

caer sobre aquel escenario natural que

Luisa y Rafa contemplaban sentados en la barandilla

del puente con las piernas colgando

hacia el barranco que apenas recogía agua en

el fondo de su recorrido. Olía a naturaleza viva

mezclada con el olorcillo a hervido valenciano

que, temprano, se preparaba La Paqui para

cenar. Vivía sola y con ochenta y nueve años,

no quería que nadie le ayudara.

—¿Crees que se morirá pronto? Mi madre dice

que la generación de la guerra civil es muy fuerte y que duran mucho. —Rafa cogía la mano de

Luisa, mientras balanceaban las piernas entre los barrotes de la baranda, con la irresponsabilidad

que dan los diez años.

—Tú, como eres veraneante, no sabes nada. Su marido se murió hace muchos años y no tiene

hijos. Una chica que trabaja en el ayuntamiento va de vez en cuando a verla, pero no quiere irse

a la residencia. Mi padre me contó el otro día que el año que viene, que hace noventa, el ayuntamiento

le va a hacer una fiesta por su cumpleaños, pero no digas nada, que será una sorpresa. —

Luisa bajó la voz como si Paqui pudiera escucharla desde la ventana que daba al barranco: —¿Tú

querrías irte a una residencia cuando seas viejo?

—Pues no sé. Mi abuelo Pedro está en una de las que hay en Náquera y, cuando voy a verlo, a

veces está jugando al dominó con sus amigos, otras a las cartas y otras está adormilado en un

sillón en una sala grande donde hay muchos viejos y viejas. Mi madre dice que lo cuidan bien y

que ella en casa no podría hacerle cosas que allí, sí pueden. Alguna vez, cuando me despido y le

doy un beso, me dice: «Rafa, no te hagas viejo…».

—Sí, claro, pero si no te haces viejo te morirás y yo no quiero que te mueras, porque tú me has

dicho que quieres casarte conmigo cuando terminemos de estudiar y tengamos trabajo. ¿Te

acuerdas?

—Pues claro, y tú también me has prometido que estarás en Serra siempre que yo venga de

vacaciones.

El sol había desaparecido y la pareja de críos seguía planeando su futuro desde el puente con

la ingenuidad y la inconsciencia de los pocos años.

—¡Mira Rafa, la luna!

Cuando, señalando con el dedo, Luisa se giró soltando su otra mano de la barandilla, Rafa la

cogió por la cintura y le estampó un beso en la mejilla.

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—¡Ten cuidado, no te vayas a caer!

—Xiquets, anar amb compte, a veure si us caieu! Aquestes criatures tan imprudents...!

La Paqui, desde el ventanuco de su cocina, movía los brazos a un lado y al otro advirtiendo a

los niños del peligro, que seguían a lo suyo.

A Luisa y Rafa, la madrugada les encontró en el puente en plena adolescencia, en ocasiones

solos, en ocasiones con la pandilla. Allí se fumaron los primeros pitillos y compartieron las primeras

litronas y desde allí seguían viendo la luz encendida, que La Paqui no apagaba en toda la noche.

—Sabes tío, mi madre dice que ya no se entera, que están haciendo papeles para conseguir

llevarla a una residencia. —Luisa le contaba a Rafa, mirando la luz de la ventana, que ayudaba a

la luna, iluminando el fondo del barranco.

Pocos días después, a final de agosto, en plena semana de toros, la pandilla cruzaba el puente

como de costumbre, cuando Rafa advirtió:

—Hey mirad, la luz de La Paqui no está encendida —gritó señalando la ventana a oscuras.

—Mi madre me ha dicho hoy que ya tenía plaza y que mañana la trabajadora social la acompañará

a la residencia. ¿Le habrá pasado algo? —Luisa se inquietó.

«Aquests joves tan imprudents! Qui us cuidarà ara? Amb la foscor que hi ha al barranc!»

A los chicos les recorrió un escalofrío. Un suave destello iluminó la ventana.

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4

Tercera Era


Menudos Relatos

Nº 4

Tercera Era

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Ya

Marta Argente Martínez

(15 años)

Por favor, no vuelvas.

No vuelvas si te vas a ir, dejándome de nuevo este sentimiento de vacío, porque te di tanto

de mí, que ya solo me siento completa si estás a mi lado, aunque no lo supieses valorar y fueses

alejándote… Perdiéndome conforme pasaban los días.

Dando más y más, esperando que así no te fueras, que te quedaras, que me dijeras que me

querías, aunque fuera mentira. Qué más daba eso ya.

Sabía que no era sano, sabía que te habías vuelto adicción, por la cual tuve que pagar el

precio más alto de todos: a mí.

Me perdí a mí, para no conseguir nada más que una almohada llena de lágrimas, mis canciones

favoritas con tu nombre en cada frase y un boletín de notas en rojo, porque la única

respuesta que me interesaba saber y entender es cómo pudiste hacerme eso: olvidarte de todo,

dejándote de importar de la noche a la mañana. Eso suponiendo que algún día de verdad

te importé.

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Consejos

para escribir

mejor

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Tercera Era


Novela

por entregas

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Tercera Era

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Otra oportunidad

Lucrecia Hoyos

Capítulo 4

LA MASÍA DE LA TORRE

Juan tuvo que ayudarla a abrir el portalón con la gran llave. Estaba todo ordenado

dentro, pero lleno de telarañas lo que le daba un aire fantasmal. Los muebles

estaban cubiertos con sábanas amarillentas y olía a polvo y humedad. Bárbara, llevada

por su viva imaginación, la veía llena de posibilidades.

—Me gusta —le dijo a Amalia—, pero dado su estado, ¿no podría bajarme un

poco el precio?

A ella le apetecía que su adorada casa volviera a estar viva. Quizá podría venir

de visita de vez en cuando. Esa mujer le cayó bien desde el principio. El hombre le

recordaba a alguien, pero no sabía a quién. Después de pensar y negociar un rato

llegaron a un acuerdo. El alquiler bajó a 750 euros al mes; y, además, le dejaba libres

los dos primeros meses para acondicionarla. Solo le pidió el depósito de una

mensualidad por adelantado. Bárbara sacó su portátil de la camioneta y una pequeña

impresora. Retiraron las sábanas de la mesa del comedor y en un momento escribió

las condiciones en un contrato casero. Les autorizaba a hacer reformas, pero

siempre bajo su supervisión. La mujer leyó el documento detenidamente y firmaron

ambas. Luego la llevaron a su casa y al rato volvieron a darle el dinero que Bárbara

había sacado del banco. Se despidió de ella con un abrazo. A Amalia eso le gustó más

que el dinero que recibió, aunque también le vendría bien a su escasa pensión.

Volvieron a la Masía. Juan no sabía si debía desaparecer. Amalia había pensado

que eran una pareja y que vivirían allí los dos. Ellos no dijeron nada para deshacer el

malentendido.

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—Y ahora ¿qué hago? —se preguntó Bárbara en voz alta. Se la veía cansada y

sin saber por dónde empezar.

—Si quieres te ayudo —contestó Juan.

—Tengo que devolver la camioneta, pero antes de descargarla habría que limpiar

¿no te parece? Uf, menuda faena, no lo conseguiré ni en una semana.

—Puedes llamar a una empresa de limpieza, te la dejarían lista en un día.

Le pareció que sería más rentable que la suma que tendría que pagar por el

alquiler de la camioneta. Buscaron en internet y Bárbara llamó por teléfono. Les

dijo que era urgente y quedaron en presentarse a las tres de la tarde. Un equipo de

cinco personas con todos los materiales necesarios. Los recibieron y se quitaron de

en medio.

Bárbara recordó el arroz al horno de Mavi e invitó a Juan para agradecerle su

ayuda. Se fueron caminando. Parecían dos viejos amigos, aunque apenas habían

tenido tiempo de hablar.

...continuará

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Tercera Era


Críticas de

cine, series y

libros

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Tercera Era

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Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este

extraño mundo

Miguel Moliné

Elif Shafak me enamoró con su novela La bastarda de Estambul, en la

que contaba parte del conflicto armenio y turco por medio de la historia de

dos familias distintas. En esta novela, publicada en 2019, nos cuenta la historia

de Leila, una prostituta asesinada en Estambul, entrelazándola con la

historia de Turquía.

A lo largo de esos 10 minutos y 38 segundos en los que dicen que el cerebro

sigue activo tras la muerte, recorremos la vida de Leila: su nacimiento

en el seno de una familia tradicional, su triste infancia y adolescencia, la

huida de su casa, la incomprensión familiar, sus cinco amigos del alma, su

gran amor, sus últimas horas…

Está escrita en tres partes y en la primera los recuerdos de Leila se asocian a sabores u olores.

Me gusta esa capacidad de la escritora de transportarte a Turquía uniendo sabores y olores a las

experiencias, al igual que hizo en La bastarda de Estambul.

En la segunda parte, son sus amigos los que tienen protagonismo: sus ideas, sus planes para no

olvidarla, sus anhelos, su manera de ser.

En la última, la más corta, sabemos del destino final del cuerpo de Leila.

La pluma de Elif Shafak es magistral. Hilvana la historia de Leila con la de Estambul, describe de

manera excelente los barrios que recorre la protagonista, sus habitantes, los rasgos del pueblo turco.

Hace una crítica a la sociedad tradicional, al peso de la religión en la vida, al machismo imperante

en los países de Oriente, que te hace pensar en la vida que llevamos en Occidente, a veces tan

parecida, a veces tan distinta.

Te hace reflexionar sobre la vida y la muerte, la amistad, las tradiciones, la independencia.

Le doy cinco tinteros y la recomiendo al que quiera sumergirse en historias de otros países.

Valoración:

«La posibilidad del exterminio inmediato y total de la civilización no resultaba tan pavorosa

como la simple certeza de que nuestra desaparición individual no afectaba al orden de

cosas y que la vida seguiría igual con o sin nosotros».

«Qué penoso era tratar de relegar la muerte a la periferia de la vida, cuando la muerte se

hallaba en el centro de todo».

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«Sin embargo, la comadrona creía que algunos recién nacidos decidían no probar siquiera

suerte en la vida, como si fueran conscientes de las penalidades que los aguardaban

y prefirieran evitarlas. ¿Eran cobardes o tan sabios como el gran Salomón? Quién sabía».

«Cualquiera perdía las ganas de innovar si se le recordaba sin cesar que la Muerte aguardaba

a la vuelta de la esquina, con la guadaña brillante y roja a la luz del sol poniente.

Por eso los proyectos de renovación quedaban en agua de borrajas, las infraestructuras

no funcionaban y la memoria colectiva era tenue como el papel de seda. ¿Por qué empeñarse

en planificar el futuro o recordar el pasado, cuando nos deslizábamos a toda

velocidad hacia el último mutis?».

La vida padre o la historia de un vómito

Ángela Sahagún Bonet

Son 92 minutos los invertidos en ver una historia contada en

clave de humor, con un buen guion, una buena dirección, una ambientación

aceptable y una interpretación digna. Enric Auguer, Megan Montaner

y algunos de los actores de Vaya semanita, aun haciendo un magnífico

trabajo, son engullidos, sin contemplaciones, por Karra Elejalde y

su personaje.

Confieso que aún retengo en mis entresijos a Karra en Mientras

dure la guerra y su interpretación de un Unamuno al que convirtió en

un ser humano cercano, que no era fácil. Creo que la sombra de Ocho

apellidos vascos se nos quedó en la memoria y, en esa película, Karra

hacía un papel secundario que también se apoderó del resto de la obra... Bueno, pues no es

nada al lado de lo que hace en esta ocasión.

Porque Karra se convierte en una persona enajenada y anclada en un momento de su

vida del que no consigue salir. Un personaje de aspecto descuidado y maloliente, vagabundo y

vividor, en un Bilbao que intenta vendernos una imagen cuidada y válida como panfleto turístico.

No os voy a reventar el argumento, pero al final hay una escena que justifica mi entusiasmo.

Un destello de lucidez en los ojos de Karra que merece los últimos 10 años de los Goya

y los veinte de los Oscar. No os digo más. Pero cómo consigue el actor vomitar y empapar de

ternura al espectador, con un personaje sucio y genial, le hace merecedor de estar entre los

grandes de la Historia de nuestro cine.

Valoración:

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Los siete maridos de Evelyn Hugo

La conjura de la niebla

Gema Blasco

Dos novelas que no tienen nada que ver, pero que no he podido dejar de comparar al leer una

detrás de la otra.

De Los siete maridos de Evelyn Hugo, de la escritora estadounidense Taylor Jenkins

Reid, me lo he creído todo, hasta lo que sabía que no era cierto. La narradora

no me ha cautivado tanto como la protagonista, con ello, realiza a la perfección

su misión. Cuenta la biografía de una diva del cine, una vida tan posiblemente

real que resulta veraz.

«Cuando vemos fotografías de Evelyn en aquellos tiempos, con su pelo rubio oro,

esas cejas rectas como flechas, esa piel bronceada y esos ojos entre marrones y

dorados, no podemos más que dejar lo que estamos haciendo y mirarla».

Valoración

En La conjura de la niebla, de Ángela Banzas, el tiempo resulta difuso, a pesar

de las fechas remarcadas. Un misterio se va sumando a otro cuando las respuestas

casi están al alcance, son previsibles. Ahora, debo reconocer la valentía

de la autora a la hora de realizar la mayoría de las descripciones. En estas usa

un lenguaje poético impropio del género negro, que, si bien sorprende, le viene

calzado a la trama y ayuda a crear la atmósfera adecuada.

«No sabía cómo ni tampoco cuándo, pero sabía que el mal vivía en la niebla y

se alimentaba del pueblo...Un llanto desconsolado rompió la noche como relámpago

en la tormenta e hizo que el hombre, tan enjuto en carnes como envuelto

en fatigas, se adentrase en la espesura».

Valoración:

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Empezamos por el final

Ana Marben

Con premios en casi todos los países donde se publica, encaramado a la lista

de más vendidos de The New York Times, elogiado por la crítica especializada...

el thriller Empezamos por el final, del británico Chris Whitaker, se ha

convertido en uno de esos libros-fenómeno de los que todo el mundo habla.

Narra las secuelas que ha dejado el asesinato de una niña, treinta años después,

en los habitantes de una localidad de California: su hermana, los hijos

de esta, el policía, el condenado y toda una serie de hipnóticos personajes.

Más que una novela de descubrir quién es el asesino, que también, lo importante

en esta historia son los personajes: la forajida Duchess, obligada a ser mucho más adulta

de lo que manda su edad y a cuidar a su hermano, Robin, y a su madre, Star, para sobrevivir en un

mundo que no se lo pone fácil; el jefe Walk que deambula sin vivir del todo su propia vida, encadenado

a los sucesos que tuvieron lugar en su adolescencia y que lo separaron de su amigo Vincent y

su amada Martha.

El momento actual los volverá a juntar pero ya no son los mismos aunque, en realidad, ninguno

ha sido capaz de dejar atrás el pasado.

Las diversas piezas de la historia van encajando, poco a poco, como un puzle. De lectura lenta y

sencilla, la novela me ha entusiasmado y entristecido a un tiempo. Aunque no tenga nada que ver,

me ha recordado por momentos a la magnífica Mystic River. Quizá me ha traído a la memoria esos

lugares tristes de Estados Unidos, poblados por personajes condenados a ser desgraciados, pase lo

que pase y hagan lo que hagan, por mucho que agarren los buenos momentos, estos se les escurren

entre los dedos.

Valoración:

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Con motivo de su décimo aniversario, Generación Bibliocafé publica esta nueva antología de

cuentos, esta vez dedicados a las librerías. 45 relatos donde una buena parte de los autores

y autoras pertenecen también al colectivo Valencia Escribe. La portada es del dibujante valenciano

Paco Roca, Premio Nacional de Cómic, entre muchos otros galardones.

Adquisición: https://www.bibliocafe.es/tienda/salgan-con-los-libros-en-alto/

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