Revista Digital Valencia Escribe, número 9, 3ª era. Marzo 2024
Revista Digital de la Asociación Valencia Escribe, donde encontrarás relatos, poemas, reseñas de libros y noticias sobre el trabajo literario de los miembros.
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Una buena imagen
Rafa Blasco
Desde el anfitrión hasta el último de sus compañeros de la oficina,
todos pensaron que sería divertido invitar a Jesús El Modosito a la fiesta de
disfraces. En sus catorce años como administrativo, Jesús jamás dijo una
sola palabra más alta que otra, y eso que era consciente de los chascarrillos
e insultos que lanzaban a sus espaldas. El día de la fiesta se presentaron todo
tipo de personajes: Drácula, Superman, varias vampiresas y una momia,
poco tardaron en danzar entusiasmados bajo los efectos del alcohol. Cuando
nadie lo esperaba, apareció Jesús vestido con su ordinario traje produciendo
una gran decepción. Caminó escuchando entre las miradas despectivas de
Spiderman, una amazona y la Mujer Maravilla diversos susurros de soso y
patético. Poco tardaron en preguntarle por qué no se había disfrazado. Él insistió
una y otra vez ante un guerrero cristiano que sí, que estaba disfrazado,
hasta que Conan el Bárbaro le gritó, amenazándolo: «¡¿De qué?!». «De buena
persona», respondió humilde. Todos estallaron en una brutal carcajada. En
un extraño movimiento, Jesús se desvistió de su invisible disfraz. Su rostro
mutó hasta una cínica sonrisa acompañada de una mirada perdida con sus
ojos apuntando hacia las cejas. Algunos imploraron, muchos lloraron, los
gritos de pánico se sucedieron, Jesús sacó un cuchillo jamonero de su chaqueta y comenzó la matanza.
Minutos más tarde se vistió con su disfraz imaginario, el mismo que usaría en la oficina al día siguiente.
Debía dar una buena imagen a sus nuevos compañeros.
La perseguidora, sociedad de cobros y recobros
Pepe Sanchis
El taller mecánico donde trabajaba cerró. El hijoeputa del dueño lo hizo sin avisar, con nocturnidad
y alevosía. Encima resultó que no nos había cotizado a la Seguridad Social desde que San Pedro fue
elegido Papa. Cuando acudí a las Oficinas del Paro me informaron de que el subsidio ascendía a poco
más de cuatrocientos euros. No tenía más remedio que buscarme algún trabajillo en negro. Hablé con mi
cuñado Paco, el marido de mi hermana Loli. Aunque sabía que era un liante de mucho cuidado, también
tenía sus contactos. En pocos días me había conseguido un empleo. Se trataba de una empresa de cobradores
de morosos. Algo así como el Cobrador del Frac, pero en más cutre… mucho, mucho más cutre.
Cuando llegué allí, había otros dos pardillos como yo, esperando instrucciones. El jefe nos saludó
con la mayor frialdad, dándonos un repaso de arriba abajo, para comprobar si dábamos el perfil. Cabrón.
Nos hizo pasar a un vestuario donde tenía preparados los disfraces. Nos dijo que el moroso al que debíamos
cubrir era muy escurridizo y que haría falta la colaboración de los tres en su seguimiento. Nos dispusimos
a cambiarnos. Al primero le tocó el papel del León, el rey de la selva. El segundo se puso un dis-
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