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Polvos de manzana (2009)

El primer boleto de avión hacia el exilio patriarcal fue escribir a partir de la ultima visita de Carlos Fuentes a El Paso, TX, fue justo el 31 de octubre cuando empecé a confiar en mis sueños, mi intuición en el cumulo de voces que anhelaban contar su historia, pero no tenían cuerpo. Empecé por la mía, el dolor de abortar y mis visiones fatalistas sobre la realidad de aquel tiempo. Muy pronto me di cuenta que yo no sería la gran voz literaria de la frontera, ni la revelación, ni siquiera. No escuche a nadie, ni a mí misma, solo escribía día y noche y leía solo lo escrito y publicado por las mujeres. Disfruta Polvos de manzana, tiene ilustraciones al final, por si en algún momento de la lectura, te pierdes, es que yo estaba muy perdida y tuve que emprender los primeros pasos a encontrarme, yo sola. Los primeros años nadie me acompañó en mi aventurada misión. A partir del #MeTooEscritoresMexicanos supe que no estaba sola, y es justo en ese momento cuando el dolor intenso en medio del pecho, fue cesando hasta soltarme de la literatura como la conocía. Reconocí a la víctima, le puse atención, la abracé, estuve para ella durante muchos, largos meses. Deje de leer y escribir por varios meses. Había sanado, ya no tenia necesidad de escribir. Ah, que sensación de libertad tan bella experimenté al dejar de crear como me habían ensenado. Ahora, escribo desde mi cuerpo fuerte, saludable. Nos vemos en esta y otras novelas

El primer boleto de avión hacia el exilio patriarcal fue escribir a partir de la ultima visita de Carlos Fuentes a El Paso, TX, fue justo el 31 de octubre cuando empecé a confiar en mis sueños, mi intuición en el cumulo de voces que anhelaban contar su historia, pero no tenían cuerpo. Empecé por la mía, el dolor de abortar y mis visiones fatalistas sobre la realidad de aquel tiempo. Muy pronto me di cuenta que yo no sería la gran voz literaria de la frontera, ni la revelación, ni siquiera. No escuche a nadie, ni a mí misma, solo escribía día y noche y leía solo lo escrito y publicado por las mujeres. Disfruta Polvos de manzana, tiene ilustraciones al final, por si en algún momento de la lectura, te pierdes, es que yo estaba muy perdida y tuve que emprender los primeros pasos a encontrarme, yo sola. Los primeros años nadie me acompañó en mi aventurada misión. A partir del #MeTooEscritoresMexicanos supe que no estaba sola, y es justo en ese momento cuando el dolor intenso en medio del pecho, fue cesando hasta soltarme de la literatura como la conocía. Reconocí a la víctima, le puse atención, la abracé, estuve para ella durante muchos, largos meses. Deje de leer y escribir por varios meses. Había sanado, ya no tenia necesidad de escribir. Ah, que sensación de libertad tan bella experimenté al dejar de crear como me habían ensenado. Ahora, escribo desde mi cuerpo fuerte, saludable. Nos vemos en esta y otras novelas

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Bosteza en mis recuerdos <strong>de</strong> esa noche, seguía sentada en mi trono, en esa esquina.<br />

Alguien envió las sirenas, pensé. Se dibuja la sonrisa <strong>de</strong> la medusa.<br />

Qué bueno que sé este juego seductor <strong>de</strong> otra forma ya estaría entre los brazos <strong>de</strong> ese<br />

caballero. Ellas volvían a repetir el tono, el canto, les indiqué la salida por el ventanal, las<br />

besé en la frente y les dije que ellas podían <strong>de</strong>sarrollar su estado en seres evolucionados y<br />

menos estúpidos. Se molestaron, me chiflaron que esa había sido su función, reencontrar<br />

los verda<strong>de</strong>ros lazos <strong>de</strong> los amantes, el amor romántico no <strong>de</strong>bería morir, no era<br />

permitido quitar el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>l renglón en la sexualización <strong>de</strong> las lolitas.<br />

Una ellas dijo llamarse Partenope o Penélope, su ahora borroso rostro en algún tiempo<br />

fue hermoso, maldición la alcanzó por esperar tejiendo y <strong>de</strong>stejiendo, ¡qué tonta! Creyó<br />

ser merecedora <strong>de</strong> semejante mal trato, permitió ser fulminada. Ahora se aburre cantando<br />

los mismos versos y otra vez. Jamás llega a la perfección porque solo existe en la cabeza<br />

<strong>de</strong>l macho, su piel perdió la sensibilidad el día que fue arrojada <strong>de</strong> los cantillos dorados<br />

<strong>de</strong> Neptuno. Se confesó agobiada <strong>de</strong>l mito, y ella a diferencia <strong>de</strong> las otras estaba a punto<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sintegrarse como sirena. No sabía su <strong>de</strong>stino, tampoco le preocupaba y al parecer<br />

este encarguito era su último. Debería distraer el alma <strong>de</strong> varias mujeres <strong>de</strong> esa esquina,<br />

complacer a la mujer celeste y explotar.<br />

No supe dón<strong>de</strong> había quedado mi cuerpo con semejante <strong>de</strong>scubrimiento, busqué <strong>de</strong> entre<br />

mis contactos alguien que supiese <strong>de</strong>l mito y no encontré nada. Elevé mis ojos al<br />

hemisferio <strong>de</strong>recho, ahí tenía que encontrar la mentira que me llevase a la verdad y <strong>de</strong><br />

entre mis vagos pensamientos vi esto….<br />

Las sirenas se alimentaban <strong>de</strong> las químicas que segregan las mujeres al sentirse<br />

hechizadas. También hacían su parte con los hombres, pero no me dijeron qué porque no<br />

se los permitían. Les pregunté que si la mujer celeste era su dueña y me dijeron que sí<br />

porque había logrado conquistar al Dios <strong>de</strong> los mares, a Neptuno. Hacía ya muchos años<br />

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