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En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

para trasladarse trece años al futuro. Lo logramos, habíamos<br />

acordado enlazar las vidas desde otros tiempos, hablábamos<br />

decididamente a no dejarnos, no soltar los lazos. Lo<br />

prometimos y en la libertad del vivir, del amor, hemos vuelto<br />

a tocar nuestras palabras, cada uno a su estilo, a su manera.<br />

Aún conservamos los egos pero esa noche ha sido corta, muy<br />

corta. Conversábamos al unísono, las voces chocaban, se<br />

besaban, deseábamos ponernos al día. Tomás el amigo<br />

casado con la cubana nos veía en trance, en la emoción<br />

imperante, en aquel espacio, preguntaba amablemente, sabía<br />

de nosotras. La ensalada pareció eterna, las uniones también<br />

lo eran. Entregué el corazón al éxtasis. Chiquitita selló el<br />

pacto. Dije estar puesta a mover ese corazón pragmático que<br />

olvidó ver el mundo en espiral. Mis ideas emergían de la<br />

mente, dejaron de brotar del corazón, no recuerdo desde<br />

cuándo. Es que me arrepentía de haber prometido una<br />

ensalada para la reunión, iba a ver a mis compañeras de la<br />

universidad después de trece años de no hacerlo. Envié un<br />

Mujeres cósmicas<br />

mensaje por Facebook a la anfitriona y me respondió con<br />

sonoro amor. Me dijo pondría harto ajo a la ensalada, esa<br />

ensalada que tanto me gusta. Muy bien, pensé, muy bien.<br />

Llegué a la reunión pasadas las ocho de la noche, ahí en la<br />

mesa redonda estaban mis amigas, vi a Fátima, la abracé,<br />

después a Diamante quien recién había llegado de España, se<br />

casó con un madrileño, se mudó y jamás regresó por estas<br />

crueles tierras que la vieron nacer. El ajo picaba mi lengua,<br />

la plática de Fátima también. Contaba de un sueño pasado<br />

tres años atrás. Soñó con un hombre, su enamorado, soñaba<br />

en la claridad de su voz, la sonrisa, el amor, las vidas<br />

pasadas, el romance jamás experimentado. Soñaba a amar<br />

sin saberlo, soñaba mirarse en él, en sus manos velludas, en<br />

su pecho firme y protector. Fátima nos sorprendió al<br />

confesarnos haber conocido a ese hombre en persona, lo<br />

conoció varios meses después de soñarlo. El ex esposo<br />

enfureció al saberse suplantado, había querido ser el único<br />

sin saber que nunca fue. Armó tal zafarrancho a las afueras<br />

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