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Hilda Yaneth Sotelo
seguir su curso y sin ápice de dolor continué buscando los
tesoros matutinos.
Las piedras diferentes que vi en los sueños, sueños
reposados en las sábanas movedizas por las patadas de placer
al estar construyendo esos mundos paralelos que aún no he
visto . Ya casi para volver a mi casa encontré un corazón en
forma de piedra, mejor, una piedra en forma de corazón, me
extrañó tanto verlo tan perfectamente formado, que lo cogí, y
presa de un gran júbilo corrí hacia mi hermana mayor, quien
casi siempre me esperaba lista con las palabras del próximo
cuento que emanaba de su vasta y loca imaginación. Antes
de poder enseñarle mis hallazgos, tenía que atenderle sus
creaciones, las cuales a veces rayaban en lo absurdo, pero
que con mi tierna edad, y sensibilidad casi siempre
aterrizaban en el gran aplauso al término de las
presentaciones de mi creativa hermanita. El día que vi el
corazón de piedra pensé lo mucho que le gustaría a ella sacar
historias a partir de la valiosa figura y no me equivoqué. En
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cuanto sus grandes y aceitunados ojos vieron la piedra, un
impulso llegó hasta el centro de no sé dónde, pero llegó, y
con su mano aprisionaba la forma de corazón, al parecer
quería poseer la magia que rodeaba al mineral, y así fue, con
las palmas de dio un fuerte choque queriendo pulverizar la
piedra. No lo logró, no pudo poseer los secretos porque la
piedra era de un material extraño jamás visto por aquel lugar.
Una perversa idea saltó en chispa de su mirada,
inmediatamente le advertí que ese corazón nadie lo iba a
partir, a romper, ni mucho menos a convertirlo en polvo.
Salté como chango, me colgué en su cuello, para entonces al
querer sostenerme; la piedra rodaba hacia el nuevo sillón
verde esmeralda, me solté de su nunca asegurándome de
propiciarle tremendo rasguño. Uno de mis zapatos volaba. El
dolor me llevó a recordar la piedrita incrustada en mi pie.
Me hizo soltar un alarido que se escuchó por varias cuadras.
Mi hermana me arrojó con desconcertada furia y fui a dar al
sillón, mientras mi madre salía por la puerta secreta, la
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