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Hilda Yaneth Sotelo
anuncio del misterio en la Gloria, sollozaba.
- ¿ Has visto algo puro en mí? Es lo mismo que tengo de ti
en esta existencia sin fin.
- ¿Dime a dónde voy, Lucy? Enséñame el camino del pasado
Concluyendo, bendecida al descubrirte, ahora vengo.
Supe que Marisol y Arline fueron a la playa. He deseado
tanto descansar de las largas horas laborales en el periódico
que saber a
mis amigas de vacaciones conectó un chip meditativo en mí.
Estoy frente a mi computadora, cierro mis ojos por un
instante, calmo mi agitado corazón, borro el pensamiento y
veo cuando era niña, regreso al encanto de salir a buscar
piedritas, piedritas de todos colores, formas y texturas.
Recuerdo que me endiosaba con el piso que veía cada uno de
mis pasitos, imaginaba mil y una historias extraídas de las
pequeñísimas, casi invisibles piedrecitas que pisaban mis
bien formadas plantas.
Mujeres cósmicas
Gustaba de los personajes que tenían la capacidad de
desprender los pies del suelo y volar en sábanas mágicas,
muy seguido solía convertirme en uno de ellos. Al
recostarme en la cama mis ojos transformaban lo que veían.
Las persianas se abrían y le daban paso a la cobija mutante
anaranjada brillante. El alto ropero sostenía con su fuerte, la
apertura de las persianas al darme salida, al mismo tiempo
mi diminuta figura salía airosa a recorrer el cielo azul de mis
pensamientos. Bajaba la mirada para asegurarme de que cada
uno de los castillos que emergía de los trazos de los
mosaicos amarillos del piso de la recámara, aún seguían ahí,
listos a recibir las palabras de esta bella mujer. Y mientras
caminaba sobre las piedras me iba a la cama que celosa y
protectora guardaba las imágenes de mis sueños listos a
plasmar en cuentos. En eso estaba cuando una de las piedras
se introdujo en mi zapato, color verde con café. Mis zapatos
eran nuevos como la estadía de la piedra dentro de uno de
ellos. De la nada se me ocurrió dejar la relación piedra pie
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